Por la señal...
- Acto de contrición:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno.
Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna.
Amén.
- Oración para empezar todos los días:
Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada. Te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado pro la sangre preciosísima de nuestro Redentor. También te pido, por tus dolores, que oigas mi petición en esta novena y, si conviene, me la concedas. Así sea.
(se hace la petición que se desea)
- Oración para el día quinto:
Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando por la calle de la Amargura acompañaste a tu Hijo hasta el Calvario, haz que yo también le acompañe, llevando la cruz que su providencia me ha dado con humilde paciencia y digna constancia, sufriendo bien todas las molestias que vengan de mis prójimos.
- Oración final para todos los días:
Aviso: Estas oraciones están autorizadas por Benedicto XV para los cofrades de la Buena Muerte, y para ganar las indulgencias.
Acuérdate, Virgen Madre de Dios, estando en la presencia del Señor, de hablar en favor nuestro para que aparte su indignación de nosotros.
Oh Santísima Madre, hazme esta gracia,
fija en mi corazón con eficacia
las llagas de Jesús crucificado.
Haz que de Cristo en mí lleve la muerte,
que participe de su pasión y suerte
y medite en sus llagas, apenado.
Para que no arda en los eternos fuegos,
defiéndeme tú, oh Virgen, con tus ruegos,
en el día del juicio angustiado.
Y tú, oh Cristo, al salir yo de esta vida,
por tu madre querida,
haz que llegue a la palma de la victoria.
Cuando mi cuerpo muera,
haz que mi alma adquiera
del paraíso la gloria.
V.: Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima,
R.: que estuviste constantemente junto a la cruz de Jesucristo.
(Ahora se rezan tres Avemarías)
San José, ruega por nosotros.
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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