Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

11.5.22

Corazón de Jesús: pan que repara



Éste es el Corazón de Jesús que tanto ama a los hombres.

Ahí estás, ofreciendo tu pan que fortalece y da vida. Pan que repara las fuerzas del cuerpo fatigado y del espíritu débil. Sigues ofreciéndonos todo lo mejor, sigues ofreciéndote a ti mismo.

Te presentas con tu cuerpo herido y frágil.

Con tus manos desgastadas por hacer el bien, con tus pies firmes surcados por el cansancio de los caminos andados. Manos y pies heridos, atravesados, rotos. Heridas que son testimonio de tu gran obra de amor y reparación.

Al mismo tiempo veo también un cuerpo vital, fuerte, saludable, nuevo. Porque representas la verdad, el hombre nuevo, el Cristo pascual. En ti se puede contemplar al Dios verdadero; realidad que rompe nuestra historia para devolverla al punto de partida, a la fuente de donde brota el agua viva.




Y en este cuerpo nuevo, con cuya belleza nos muestras la dignidad del ser humano, está ella..., esa herida que traspasa tu costado. Esa herida casi que tiene forma de unos labios con la que expresas una sola palabra: amor. Es una invitación a entrar dentro de ella. Tu Costado abierto y tu Corazón traspasado nos recuerdan cómo aceptaste la muerte por todos nosotros, como obediencia de Hijo a tu Padre Dios. En esa herida vemos la fuente misma de la salvación de la que nace lo verdaderamente humano, un nuevo corazón que nos hace capaces de llamar a Dios: ¡Padre!, y al prójimo ¡hermano!.

Resucitado eres Señor, Corazón de la humanidad y del mundo, esperanza de salvación para cuantos escuchan tu voz. Miro tu rostro sereno, tus llagas, tu costado abierto, y en tu Corazón te descubro Amor reparador, Amor gratuito.

Miro tu rostro. Cara a cara y descubro tus ojos atentos que me miran y me dicen: "aquí estoy", y poco te falta para estrecharme y dejar que sienta cercano y amigo. Te miro, me recreo con tu mirada y deseo acogerte, responder a tu amor por mí y por todos los hombres, de cooperar en tu obra redentora en medio del mundo. Ese deseo se llama "reparación".

Tú, Señor, me animas a ser profeta del amor y servidor de la reconciliación. Me invitas a llevar el pan que Tú me ofreces a quienes lo necesitan y desean ser saciados en su hambre de eternidad.

Un pan que nos hace compañeros de camino y de fraternidad. En ese pan que me muestras, justo delante de la herida de tu costado, me invitas a la adoración en la que me llamas a trabajar por ti, en ti y contigo. También con Santa María del Monte Carmelo, tu Madre y nuestra Madre; también con el que nos ha enseñado a mirar así, el padre Dehon; también con el Beato Juan María de la Cruz, que demostró que se puede seguir tu camino incluso en los límites de la vida. Y con San Juan de la Cruz, con Santa Teresa de Jesús, y tantos santos y santas que recorrieron a tu lado el camino de la historia.

Te miro y te veo como amor gratuito. Ofrenda que se entrega totalmente al Padre y totalmente a los hombres. Amor que es vida y contagia vida. Ahí estás, con la tensión del que sigue caminando entre los hombres, con rostro de serenidad, de confianza y de victoria.

Que viéndote y siguiéndote, mi manera de ser y de obrar se transforme, me empuje a desear y buscar, ante todo y a través de todo, el Reino de Dios y su justicia.

Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío, espero y te amo.




Oración al Sagrado Corazón de Jesús


Señor Jesucristo, que dijiste: "Pedid y recibiréis; buscar y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre". Tus palabras me infunden confianza, sobre todo en los momentos de necesidad.

(Se ora en silencio, presentando la intención que se dese pedir).

¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu Corazón, que es misericordioso? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través del cual Dios Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?

A Ti acudimos, Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos consuelo cuando afligidos pedimos protección, cuando cansados por el peso de nuestra cruz buscamos ayuda, cuando la angustia, la enfermedad, la soledad o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas humanas.

Creo firmemente en Ti, en tu Misericordia que no tiene límites y confío en tu Corazón compasivo.

Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró el centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron las hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se acercaban a Ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban siempre abiertos para oír y remediar sus males.

Concédeme mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con más espíritu de fe.

Deseo amarte, adorarte y servirte, oh buen Jesús. Amén.


No hay comentarios:

Publicar un comentario