Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

11.8.17

Librémonos del Purgatorio aquí, que luego difícilmente encontraremos quién nos auxilie


Si supiéramos considerar como los santos las verdades del purgatorio, desearíamos todos, como ellos, lo que desearon, y padecer en esta vida, para no padecer en la otra. A este respecto decía San Agustín: "Castigadme, Señor, aquí; quemadme aquí, cortadme aquí, para que merezca salir de aquí absuelto y perdonado". Y la madre Santa Teresa siempre clamaba al Señor: "Padecer, o morir", y San Juan de la Cruz decía: "padecer, y ser menospreciado por ti, Señor, en esta vida, para merecer la vida tuya en la otra". Dios, que les oye los deseos, como peticiones, acomodándose a lo que ellos desean, les da el purgatorio en esta vida, así para que merezcan la gloria, como para que suban más aprisa a gozar de ella.

Por ello quiere la Santa Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, que estas verdades se prediquen, y se propongan al pueblo muchas veces, para que predicándose, se consideren, y considerándose, cese con la consideración el daño de los descuidos propios, y ajenos, en ofrecer muchas obras satisfactorias por las Ánimas del Santo Purgatorio.




Ea, pues, lloremos nuestros pecados, gimamos, suspiremos y lastimémonos por haber perdido el tiempo, pues allá se padecen cosas muy leves que acá no nos parecen sean culpas; allá se castigan como tales las palabras de gracia, burla y desdén, con que movían a risa en este mundo; luego después materia de fuego en el purgatorio, porque allí las palabras ociosas, los pensamientos ruines, la multitud de pecados leves, se consumirán en aquel fuego.

De la virgen Francisca del Santísimo Sacramento, del Convento de Córdoba, se refiere que se le aparecían muchas ánimas del purgatorio, que le decían: "el camino es estrecho y todo se paga. Padezco por cosas que no hacía caso: por poco me salvé. Es la cuenta muy estrecha, y la censura muy delgada. Lo de acá es muy diferente, que lo de allá pensamos. Acá se padecen mucho las frases dichas: '¿esto qué importa? Esto son niñerías. De esto no repara Dios en ellas'".


¡Ay, cristianos! ¡Y ay, almas devotas! Aún es todo esto grosería, y muy grande, respecto de las delgadeces del juicio de Dios. Y así, lágrimas, penitencia, humildad, y más obras, para que los incendios de tu amor apaguen los incendios de aquellas ardientes llamas. Anímate, pues, en hacer obras dignas de penitencia, si quieres ejecutar el rigor de aquellas penas; ofrece, pues, en beneficio de aquellas pobres almas, muchas obras satisfactorias, para obligar al Señor con lo que hicieres por ellas a perdonar tus pecados, y a librarte, por intercesión de las almas que socorres, de los ardores sempiternos, y en este poco tiempo de la vida, podemos ganar mucho, y disminuir mucho de purgatorio.

Corrijámonos aquí, que poco tiempo de verdadera penitencia aquí, deshace mucho tiempo y grandes penas de allá. Pues, hermanos, penitencia y más penitencia, y cuando no fuere por haber caído, para no caer, y el mejor medio y remedio para no estar, o no ir, al Purgatorio, es no pecar, pues con dificultad hallaremos después quién nos saque de él.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario