Desprecio de los bienes mundanos

17.1.24

Canto de un corazón que se eleva en agradecimiento a Dios nuestro Padre



¿No es delirio, Señor?, Tú, el absoluto en belleza, poder, inteligencia;
Tú, de quien es la perfección esencia
y la felicidad santo atributo;

Tú, a mí -que nazco y muero como el bruto-,
Tú, a mí -que el mal recibo por herencia-,
Tú, a mí -precario ser, cuya impotencia sólo estéril dolor tiene por fruto...-.

¿Tú me buscas, ¡oh Dios!, Tú, el amor amío
te dignas aceptar como victoria
ganada por tu amor a mi albedrío?

¡Si!, ¡no es delirio que a la humilde escoria
digno es de tu infinito poderío
hacer capaz de acrecentar tu gloria!


16.1.24

Alabanza a la grandeza de Dios (en sí mismo y en sus obras), inspirándose en el salmo 103



¡Bendice, oh alma mía,
bendice de tu Dios la omnipotencia,
y difunde con ecos de alegría
su sabia providencia!

Es, ¡oh Señor!, la inmensidad tu asiento,
la luz tu vestidura,
tarima de tus pies el firmamento,
de tu querer el universo hechura.

Las brillantes estrellas
son de tus pasos luminosos huellas;
tus ministros los fúlgidos querubes,
tus agentes los puros elementos,
tus carrozas las nubes
y tus corceles los vientos.


15.1.24

Oración para cuando nos enfrentamos a tentaciones



Señor, tendedme la mano como a San Pedro, porque estoy a punto de sumergirme en el fango. A Vos clamo en la hora del peligro, y hacia Vos se levantan mis miradas, porque sois mi Dios y podéis socorrerme; sois mi Padre y queréis hacerlo.

Yo espero, pues, con entera confianza en vuestra asistencia, y cuanto mayor siento mi flaqueza más confío en que me daréis la fuerza para resistir y vencer.

Pongo en vuestras manos mi alma combatida, que es obra vuestra y conquista de vuestro amor; libradla por vuestra gloria.

Decid al mar "cálmate", y al aquilón "no soples más", y se hará gran calma (Marcos IV, 39).

Amén.


14.1.24

Oración para cuando nos encontramos enfermos



Sólo puedo tener semejanza con Vos, Jesús mío, por los dolores, pues tan opuesta a vuestra santa vida siempre fue mi pecadora existencia terrenal.

Por ello, la enfermedad que ahora me aqueja debo de considerarla como un gran favor, y como tal la bendigo humilde, postrando mi espíritu a vuestros pies.

Dignaos unir estos dolores, Señor, con todos los que a Vos os plugo padecer, y presentadlos en pago de mi deuda a la justicia del Supremo Juez.

Además de esta gracia, os pido la de darme paciencia y esperanza, así como amor y fe para que, viva o muera el mísero cuerpo carnal, mi alma halle en Vos su bien soberano.

Amén.


Jaculatoria a nuestra Señora del Carmen, ante la enfermedad:

¡Salud de los enfermos y Refugio de pecadores! ¡Consoladora de los afligidos y Esperanza del Carmelo! Rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Amén.



13.1.24

Plegaria para cuando se acuda o se presencie un bautizo



Te rogamos, Padre Eterno, por el nombre de Jesús, que comuniques la virtud de su sangre a estas aguas.

Purificada por esas aguas, renazca a la luz esta alma, y alcance santo derecho al patrimonio común de los fieles cristianos que, a la sombra de la cruz, van marchando para gozarte en el cielo con eterna beatitud.

Amén.


12.1.24

Oración a la bienaventurada Virgen María, por habernos socorrido en medio de conflictos



Asimismo, también es muy propia esta oración para encomendar a Nuestra Señora -poniéndola bajo su protección-, la familia que nos ha dado el cielo.

El olor de tus perfumes
me atrae, ¡oh Mística rosa!,
y aspirarlos fervorosa
quisiera mi alma a tus pies,
pues ellos la embalsamaron
cicatrizando su herida,
y hoy pretende agradecida
que algo que darte le dés.

Tú eres Estrella del alba,
haz brotar, pues, con tus albores
de devoción santas flores
que rendir pueda en tu altar,
cual rasgando sombras tristes
durante mi noche oscura
supiste con tu luz pura
mi corazón alumbrar.

¡Causa de nuestra alegría!,
santificarla te toca
pues que la Iglesia te invoca
Puerta del Cielo también,
y que probarme te plugo
al escuchar mis gemidos
que eres Madre de afligidos
y de los flacos sostén.

Nada tengo, nada darte puedo,
¡oh Reina de los Santos!
aunque de favores tantos
deudor confieso ser,
pero pues Madre de gracia
te nombra el orbe cristiano
vengo a implorar de tu mano
lo que te anhelo ofrecer.

Y es, Señora, amor tan grande
por el Hijo que es tu gloria
que de mis culpas la historia
consiga borrar al fin,
y al dejar la tierra mísera
en que hoy gime desterrada
mi alma te halle en la morada
donde te canta el serafín.

¡Santa Reina de los ángeles!,
por tu dicha y honra inmensa
te ruego me dés defensa
del mundo en la áspera lid,
para que el fiero enemigo
que nos persigue tirano
pruebe que no eres en vano
Fuerte torre de David.

¡Refugio de pecadores!,
no deseches mi esperanza
y pues que a todos alcanza
tu tierna solicitud,
sé siempre la protectora
de la familia que amo
y por la cual hoy te aclamo
de los enfermos salud.

¡Oh auxilio de los cristianos!,
tu patrocinio nos valga
cuando el espíritu salga
de esta cárcel terrenal;
y en aquella patria eterna
que nos conquistó tu Hijo
entremos con regocijo
bajo tu manto real.

A cuantos amo te entrego,
no los rechaces, María,
mi pecho te los confía
Madre santa del Carmelo,
y tu poder sin medida
bendiga por doquier el hombre
cuando con gozo te nombre
Gloriosa Madre de Dios.