Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

24.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (131)



CAPÍTULO 27.
Se empieza a abordar el cuarto género de bienes, que son los bienes morales, mostrando los que son y de qué manera sea en ellos lícito el gozo de la voluntad.


1. El cuarto género en que se puede gozar la voluntad son bienes morales. Por bienes morales entendemos aquí las virtudes y los hábitos de ellas en cuanto morales, y el ejercicio de cualquier virtud, el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de la ley de Dios, y la política y todo ejercicio de buena índole e inclinación.

2. Y estos bienes morales, cuando se poseen y ejercitan, por ventura merecen más gozo de la voluntad que cualquiera de los otros tres géneros que hemos explicado en capítulos precedentes. Porque por una de dos causas, o por las dos juntas, se puede el ser humano gozar de sus cosas, conviene a saber: o por lo que ellas son en sí, o por el bien que aportan y traen consigo como medio e instrumento.
Y así, hallaremos que la posesión de los tres géneros de bienes ya mencionados ningún gozo de la voluntad merecen pues, como queda dicho, de suyo al hombre ningún bien le hacen ni le aportan en sí, pues son tan caducos y deleznables. Más bien antes, como tambien dijimos, le engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo. Que, aunque algún gozo merezcan por la segunda causa, que es cuando el hombre de ellos se aprovecha para ir a Dios, es tan incierto esto que, como vemos comúnmente, más se daña el hombre con ellos que se aprovecha.
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que en sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor ya que consigo traen paz y tranquilidad, y recto y ordenado uso de la razón, y demás operaciones acordes con éstas, por lo cual no puede el hombre humanamente hablando en esta vida poseer cosa mejor.

3. Y así, ya que las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y estimadas, hablando humanamente, insistimos, bien se puede el ser humano gozar de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son y por lo que de bien humana y temporalmente aportan a la persona. Porque de esta manera, y por esto mismo, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar, y aunque incluso gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas conocían se obtenían, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y el buen nombre temporalmente que pretendían sino, demás de esto, Dios, que ama todo lo bueno aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la vida, honra y señorío y paz, como hizo con los romanos porque usaban de justas leyes, hasta tal punto que casi les sujetó todo el mundo, pagando de forma temporal -a los que eran por su infidelidad incapaces de premio eterno- las buenas costumbres.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que sólo porque Salomón le pidió sabiduría para dirigir a los de su pueblo y poderlos gobernar justamente instruyendole en buenas costumbres, se lo agradeció mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 11­13; 2 Cor. 1, 11­2) que, ya que había pedido sabiduría para aquel fin, que Él se la daba y más aún lo que no había pedido, que eran riquezas y honra, de manera que ningún rey en los tiempos pasados ni en lo por venir fuese semejante a él.

4. Pero aunque en esta primera manera de gozo se pueda recrear el cristiano sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace, por cuanto ellas causan los bienes temporales que acabamos de mostrar, no debe detener su gozo en esta primera forma, como hemos dicho que hacían los gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta vida mortal, sino que -pues tiene la luz de la fe, en que espera vida eterna y que sin esta luz y esta esperanza todo lo de acá y lo de allá no le valdrá nada- sólo y principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos bienes morales de la segunda manera, que es en cuanto, haciendo las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.
Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este aspecto no valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1­13), que todas habían guardado virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto su gozo en la segunda manera -esto es, dirigiéndolo en ellas a Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la posesión de esas buenas virtudes (virginidad, buenas obras...), fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento ni galardón del Esposo. Y también muchos antiguos tuvieron muchas virtudes e hicieron buenas obras, y muchos cristianos el día de hoy las tienen y obran grandes cosas, y no les aprovecharán nada para la vida eterna, porque no pretendieron en ellas la gloria y honra que es de sólo Dios, y que es el punto más importante sin el cual el resto no sirve para el cielo.
Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro interés ni aspecto alguno. Porque, cuanto son virtudes destinadas para mayor premio de gloria y hechas sólo para servir a Dios, tanto para mayor confusión de quien las haya hecho le servirán delante de Dios en cuanto más le hubieren movido otros intereses fuera del Señor.

5. Para dirigir, pues, el gozo a Dios en los bienes morales, ha de advertir el cristiano que: el valor de sus buenas obras, ayunos, limosnas, penitencias, oraciones, etcetera, no se funda tanto en la cuantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios que esa persona lleva en ellas al ejercerlas. Y así entonces van tanto más calificadas cuanto con más puro y entero amor de Dios van hechas, y a su vez menos esa persona quiera buscar interés acá y allá de ellas en cuanto al gozo que obtenga, gusto, consuelo, alabanza, etc. (Nota del corrector: incluso en la oración debemos buscar a Dios, no nuestro gusto, nuestra comodidad, nuestro agrado, o los consuelos del Señor, nos vengan éstos o no mientras oramos). Y por eso, ni ha de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor y los demás intereses que suelen traer consigo los buenos ejercicios, virtudes y obras, sino recoger el gozo a Dios, deseando servirle con ellas y purgándose y quedándose a oscuras de este gozo, queriendo que sólo Dios sea el que se goce de ellas y guste de ellas en lo escondido, sin ninguno otro premio y fruto que la honra y la gloria de Dios (nota del corrector: cuando buscamos sentir satisfacción propia con la oración, le restamos ese placer y dulzura al Señor; debemos buscar a Dios y que sea su gozo, y nosotros irnos y dirigirnos a Jesús sólo por ser quién es, por amor y no por lo que nos pueda dar o lo que no). Y así recogerá en Dios toda la fuerza de la voluntad acerca de estos bienes morales (nota del corrector: es decir, nuestras fuerzas y empeños hechos con nuestra fuerza de voluntad se irán entonces a Dios, no a los bienes morales).


23.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (130)



CAPÍTULO 26.
Se muestran los provechos que consigue el alma en la negación del gozo acerca de las cosas sensibles, los cuales son espirituales y temporales.


1. Admirables son los provechos que el alma saca de la negación de este gozo, algunos de ellos son espirituales, mientras que otros son temporales.

2. Del primer tipo, el espiritual, es que recogiendo el alma su gozo de las cosas sensibles, se restaura y repara respecto de la distracción en que por el demasiado ejercicio de los sentidos ha caído, recogiendose en Dios, conservando el espíritu y virtudes que ha adquirido, que se aumentan y se ganan más.

3. El segundo provecho espiritual que se consigue no queriendo gozar acerca de lo sensible es excelente, que conviene saber: que podemos decir con verdad que de sensual se hace espiritual, de animal se hace racional y aún que de persona carnal se encamina a porción angelical, y que de temporal y humano se hace divino y celestial porque, así como la persona que busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su gozo no merece ni se le debe otro nombre que estos que hemos dicho, a saber: ser una persona sensual, animal, temporal, etcetera, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos estos atributos, como son persona espiritual, celestial, etc.

4. Y que esto sea verdad está claro porque, como quiera que el ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga, como dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de aquí es que, menguando y reduciendo un tipo de estas fuerzas, han de crecer y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo impedimento no crecían, y así perfeccionándose el espíritu, que es la zona superior del alma que tiene relación y comunicación con Dios, merece todos los dichos atributos, puesto que se perfecciona en bienes y dones de Dios espirituales y celestiales.
Y lo uno y lo otro se prueba por san Pablo (1 Cor. 2, 14), el cual a la persona sensual, que es aquella que el ejercicio de su voluntad sólo empuja a lo sensible, le llama animal, puesto que no percibe las cosas de Dios. Y al otro tipo de persona que levanta a Dios la voluntad las llama espiritual, y que éstas lo penetran y juzgan todo hasta lo más profundo de Dios. Por tanto, tiene aquí el alma un admirable provecho de una gran disposición para recibir bienes de Dios y dones espirituales.

5. Pero el tercer provecho es que con grande exceso se le aumentan los gustos y el gozo de la voluntad temporalmente pues, como dice el Salvador (Mt. 19, 29), en esta vida por uno le dan ciento. De manera que, si un gozo niegas, ciento tanto te dará el Señor en esta vida temporal y espiritualmente, como también por un gozo que de esas cosas sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de pesar y sinsabor. Porque, de parte del ojo ya purgado en los gozos de ver, se le sigue al alma gozo espiritual, enderezado a Dios en todo cuanto ve, ahora sea divino, ahora profano lo que ve. De parte del oído purgado en el gozo de oír, se le sigue al alma ciento tanto de gozo muy espiritual y enderezado a Dios en todo cuanto oye, ahora sea divino, ahora profano lo que oye; y así en los demás sentidos ya purgados porque, así como en el estado de la inocencia a nuestros primeros padres todo cuanto veían y hablaban y comían en el paraíso les servía para mayor agrado de contemplación, por tener ellos bien sujeta y ordenada la parte sensitiva a la razón, así el que tiene el sentido purgado y sujeto al espíritu de todas las cosas sensibles desde el primer movimiento saca deleite de sabrosa presencia y contemplación de Dios.

6. De donde al limpio todo lo alto y lo bajo le hace más bien y le sirve para más limpieza, así como al impuro de lo uno y de lo otro, mediante su impureza, suele sacar mal. Mas el que no vence el gozo del apetito, ni siquiera gozará de la serenidad de un gozo aunque sea ordinario en Dios, por medio de sus criaturas. El que no vive ya según el sentido, todas las operaciones de sus sentidos y potencias son encauzadas a divina contemplación porque, siendo verdad en buena filosofía que cada cosa, según el ser que tiene o vida que vive, es su operación, si el alma vive vida espiritual, mortificada la animal, claro está que sin contradicción, siendo ya todas sus acciones y movimientos espirituales de vida espiritual, ha de ir con todo a Dios. De donde se sigue que este tal, ya limpio de corazón, en todas las cosas halla noticia de Dios gozosa y gustosa, casta, pura, espiritual, alegre y amorosa.

7. De lo dicho infiero la siguiente doctrina, y es: que hasta que el hombre venga a tener tan habituado el sentido en la purgación del gozo sensible, mejor de un primer movimiento saque el provecho que he dicho, el cual es que le envíen las cosas sensibles hacia a Dios. Al principio debe tener necesidad de negar su gozo y gusto acerca de las cosas y elementos sensibles, con el fin de lograr sacar de la vida sensitiva al alma temiendo que, puesto que todavía no es espiritual, sacará entonces del uso de estas cosas más sustancia y fuerza para el sentido que para el espíritu, con lo cual predominará en su operación la fuerza sensual, que hace más sensualidad y sustenta y alimenta esa misma sensualidad. Y es que, como Nuestro Salvador dice (Jn. 3, 6), lo que nace de carne, carne es; y lo que nace del espíritu, espíritu es.
Y esto debe tenerse muy en cuenta, porque es así en verdad. Y no se atreva el que no tiene aún mortificado el gusto en las cosas sensibles aprovecharse mucho de la fuerza y operación del sentido acerca de ellas, creyendo que le ayudan al espíritu, porque más crecerán las fuerzas del alma sin estas sensitivas, esto es, apagando el gozo y apetito de ellas, que recurriendo a ellas.

8. Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por la negación de este gozo no hay necesidad de decirlos porque, además de los dotes corporales de gloria, como son agilidad y claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se negaron a este tipo de gozos, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde al amor de Dios por quien negó las dichas cosas sensibles. Por ello, por cada gozo que negamos momentáneo y caduco, como dice San Pablo (2 Cor. 4, 17), inmenso peso de gloria obtendremos en un gozo celestial eternamente.
Y no quiero ahora referir aquí los demás provechos, así morales como temporales y también espirituales, que se consiguen con esta noche de gozo (nota del corrector: "noche" llama nuestro santo a la oscuridad, es decir, negación, del gozo), pues son todos los que en los demás gozos quedan mencionados, y con más eminente ser, por ser estos gozos que se niegan más arraigados al ser carnal, y por eso adquiere la persona que los niega más íntima pureza con la repulsión o huida de ellos.


¿Quién es Dios (para ti)?



Hay personas que tienen una idea de Dios totalmente tergiversada, promovida por las ideas del mundo. Se piensan que Dios, la religión, es una práctica, algo que cumplir cada domingo al ir a misa o cada día para hacer alguna bendición o alguna oración, o para rezar de corrido el rosario. Tienen una idea de Dios amoldada a los cánones de este siglo, y acuden a la iglesia como quien acude a un cine, a un restaurante o sale a bailar. Es simplemente "una actividad más".

Internet está lleno de predicadores que con más o menos atino tratan de hacer ver y mostrar "que Dios existe". Muchos ponen en letras llamativas de neón y con colores luminosos en sus vídeos un "¡Dios existe!", como si hubiera que hacerlo patente, que dar pruebas de su existencia para convencer. Y llenan sus exposiciones de máximas y de trozos de la Biblia, de historias y de reflexiones, para tratar de convencer de sus ideas, de "su forma" de entender a Dios. Cuando Dios no es "una forma de entender", sino alguien real y que fue predicado, ya hace muchos años, mostrado y presentado, por Jesucristo.

22.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (130)



CAPÍTULO 25.
Se muestran los daños que el alma sufre al querer poner el gozo de la voluntad en los bienes sensuales.


1. Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de las cosas sensuales le puede surgir, enderezando a Dios el tal gozo, todos los daños generales que hemos dicho que nacen de otro cualquier género de gozo se le siguen de este, que es de cosas sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual, etc. Pero, en particular, muchos son los daños en que directamente puede caer por este gozo, así espirituales como corporales sensuales.

2. Primeramente, del gozo de las cosas visibles, no negándolo para dirigirlo a Dios, se le puede surgir directamente vanidad de ánimo y distracción de la mente, codicia desordenada, deshonestidad, descompostura interior y exterior, impureza de pensamientos y envidia.

3. Del gozo en oír cosas inútiles directamente nace distracción de la imaginación, charlatanería, envidias, juicios inciertos y variedad de pensamientos, y de estos otros muchos y perniciosos daños.

4. De gozarse en olores suaves le surge asco de los pobres, que es contra la doctrina de Cristo, enemistad a la servidumbre, poco rendimiento de corazón en las cosas humildes e insensibilidad espiritual, por lo menos según la proporción de su apetito.

5. Del gozo en el sabor de los manjares directamente nace gula y embriaguez, ira, discordia y falta de caridad con los prójimos y pobres, como tuvo con Lázaro aquel epulón que comía cada día esplendidamente (Lc. 16, 19). De ahí nace el destemple corporal, un gran número des enfermedades, y nacen también los malos movimientos, porque crecen los incentivos de la lujuria. Se robustece directamente una gran torpeza en el espíritu y se asquea el apetito de las cosas espirituales, de manera que no pueda gustar de ellas, ni aun estar en ellas ni tratar de ellas. Nace también de este gozo distracción de los demás sentidos y del corazón y descontento acerca de muchas cosas.

6. Del gozo acerca del tacto en cosas suaves y agradables muchos más daños y más perniciosos surgen, y que más en breve trasvierten el sentido al espíritu y apagan su fuerza y vigor. De aquí nace el abominable vicio de la molicie o incentivos para ella, según la proporción del gozo de este género; se le da alimento a la lujuria, hace al ánimo afeminado y tímido y al sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y hacer daño; infunde vana alegría y gozo en el corazón, y se ceba la soltura de la lengua y libertad de la vista y a los demás sentidos embelesa y embota, según la cantidad del tal apetito, porque empacha el juicio sustentándole en insipiencia y necedad espiritual, y moralmente hace surgir y refuerza la cobardía e inconstancia. Además, con tiniebla en el alma y flaqueza de corazón hace temer aun donde no hay que temer, puesto que este gozo hace emerger espíritu de confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del espíritu, por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que ni sepa tomar buen consejo ni darlo, y queda incapaz para los bienes espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).

7. Todos estos daños se causan por este género de gozo, en unos más intensamente, según la intención del tal gozo y según también la facilidad o flaqueza o inconstancia del sujeto que lo experimenta, porque según cada persona los hay que de pequeña ocasión recibirán más detrimentos que otros de muchas.

8. Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en tantos males y daños como hemos dicho respecto de los bienes o atributos naturales que, por estar allí ya explicados, aquí no los refiero, como tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en los ejercicios espirituales y en la penitencia corporal, y tibieza e indevoción acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.


21.1.23

La realidad de la vida monástica hoy



"Faltan curas", "faltan vocaciones", "es que no hay suficientes sacerdotes"... ¿Cuántas veces habréis oído la misma cantinela? Ciertamente no están los conventos, los monasterios y seminarios sobrecargados de aspirantes para acceder a una vida religiosa, como hace no demasiado tiempo, cuando "hacer carrera" en la Iglesia era algo que daba prestigio y una buena posición social. Así que por desgracia, y en aquellos casos, la vocación quedaba bastante en segundo plano.

Hoy los conventos y monasterios llenan esos huecos con personas venidas de fuera, la mayoría jovencitas inmigrantes, pero no porque no haya vocaciones: vemos cómo cada vez más y más abundan las personas que buscan una vida eremítica, apartadas del mundanal ruido, buscando la soledad... Buscando a Dios. Pero cuando la búsqueda del Señor se cruza con intereses mucho más oscuros, mundanos y rastreros como los beneficios económicos ("hay que sostener el convento", "si no entran jóvenes esto se acaba", "no queremos enfermos, esto no es un asilo"...), en esos casos, decimos, no debería parecer raro que el mismo Señor les dé la espalda. Porque han dejado de buscarle a Él, y buscan en su lugar otras cosas.

En este blog de Auscultafilia se cuentan con detalles estos aspectos, y muchos otros sobre la vida religiosa, que dicen desde algunos estamentos estar tan en crisis de valores hoy, pero en realidad es más bien crisis de fe. De fe, y más que nada -que es lo más grave- en el mismo interior de sus muros.