Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

15.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (1)



Desde el Oratorio Carmelitano iniciamos un gran desafío: actualizar el extenso y complejo texto del tratado místico de San Juan de la Cruz, una de sus obras cumbres, la "Subida al Monte Carmelo". El texto es bastante impenetrable, árido y difícil de leer (más aún de entender), sobre todo porque está cargado de expresiones, simbolismos y formas de redacción habituales en los tiempos en los que se desenvolvió este santo, pero en claro desuso hoy en día.

Esta obra tendría sus reminiscencias en su contemporáneo San Francisco de Sales y su famoso "santo abandono", aunque en este caso San Francisco de Sales ha tenido la ventaja de verse reflejado en traducciones más elaboradas y, por otra parte, sus textos han sido mejor conservados (de San Juan de la Cruz, por desgracia, no ha trascendido toda su obra).

Voluntad inquebrantable



Dame, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud; la que sabe en el golfo hallar quietud y, en medio de las sombras, claridad. La que trueca en tesón la veleidad, y el ocio en perenne solicitud; las ásperas fiebres en salud, y los torpes engaños en verdad.

Y así conseguirá mi corazón que los favores que a tu amor debí, le ofrezcan algún fruto en galardón.

Y aún tú, Señor, conseguirás así que no llegue a romper mi confusión la imagen tuya que pusiste en mí.

13.9.22

Oración mañanera



Con el sol que se levanta, a Ti sube nuestro canto, a Ti, Dios glorioso y santo, el universo te canta.

Escucha nuestras plegarias en esta mañana nueva, Tú, razón de nuestra espera, recibe nuestra alabanza.

Danos un corazón puro, que sea fiel en tu servicio; danos unos ojos limpios para contemplar el mundo.

Te consagramos el día, que comienza en alabanza. Vivimos en la esperanza de estar en tu compañía.

10.9.22

Grabados religiosos #4



"Jesús predicando a los discípulos" (Alejandro Blanco y Assensio).

San Agustín: el fin de los tiempos



Pertenece a Dios saber cuándo vendrá el fin del mundo; sea cuando sea, ahora es el tiempo de la fe.

Para cada uno de nosotros el tiempo está cerca, porque somos mortales. Caminamos entre peligros. Si fuésemos de cristal, temeríamos menos. ¿Hay algo más frágil que un recipiente de cristal? Sin embargo, puede durar siglos. Tememos que caiga, pero no lo daña la vejez ni la fiebre.

Somos, pues, más frágiles y más débiles, y esta fragilidad cada día nos hace temer todos los accidentes que constantemente acechan la vida de los hombres.