Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

11.7.21

Oración a nuestra Señora para una buena muerte



Oh María del Carmelo, concebida sin pecado, ruega por nosotros que acudimos a ti.

Oh refugio de los pecadores, madre de los moribundos, no me abandones en la hora de mi muerte, sino alcánzame perfecto dolor, sincera contricción y perdón de mis pecados. Que reciba dignamente el Viático y me robustezca con el sacramento de la Extremaunción, para que me pueda presentar seguro ante el trono del justo, pero también misericorioso Juez, Dios y Redentor nuestro. Amén.

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10.7.21

Oración del Espíritu Santo



Oh Dios, que ilustraste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédeme que, animados de ese mismo Espíritu, aprenda a gustar el bien, y a gozar siempre de sus consuelos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

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9.7.21

Oración al Sagrado Corazón de Jesús



Oh Corazón Santísimo de Jesús, derramad copiosamente vuestras bendiciones sobre la Iglesia, sobre el soberano pontífice y sobre el clero. Dad a los justos la perseverancia, convertid a los pecadores, iluminad a los infieles, bendecid a nuestros padres, amigos y bienhechores, asistid a los moribundos, librad a las almas del Purgatorio, y extended sobre todos los corazones el dulce imperio de vuestro amor. Amén.

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8.7.21

Oración para pedir todas las gracias



Creo, Señor, pero fortaleced mi fe. Espero, Señor, pero asegurad mi esperanza. Os amo, Señor, pero inflamad mi amor. Me aflijo, Señor, pero aumentad mi arrepentimiento.

Os adoro como a primer principio, os deseo como a último fin, os alabo como a bienhechor perpetuo, os invoco como a defensor propicio.

Dirigidme con vuestra sabiduría, contenedme con vuestra justicia, consoladme con vuestra clemencia, protegedme con vuestro poder.

Os ofrezco, Díos mío, mis pensamientos para pensar en Vos, mis palabras para hablar de Vos, mis obrar para obrar según Vos, mis trabajos para padecerlos por Vos.

Quiero lo que Vos queráis, lo quiero porque lo queréis, lo quiero como lo queréis, lo quiero en cuanto lo queréis.

Os ruego, Señor, que alumbréis mi entendimiento, abraséis mi voluntad, purifiquéis mi cuerpo y santifiquéis mi alma.

Os ruego que no me inficione la soberbia, que no me altere la adulación, que no me engañe el mundo, que no me prenda en sus redes el demonio.

Concededme la gracia de depurar la memoria, refrenar la lengua, recoger la vista, mortificar los sentidos.

Dadme llanto para las iniquidades pasadas, rechazo para las tentaciones futuras, corrección a las inclinaciones viciosas, cultivo para las virtudes que me son necesarias.

Concededme, Dios mío, amor a Vos, odio a mí, celo del prójimo, desprecio del mundo.

Haced que procure obedecer a los superiores, atender a los inferiores, favorecer a los amigos, perdonar a los enemigos.

Ayudadme a vencer el deleite con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la mansedumbre, la tibieza con el fervor.

Hacedme prudente en las determinaciones, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en las prosperidades.

Haced, Señor, que sea en la oración fervoroso, en la comida sobrio, en el cumplimiento de mis deberes diligente, en los propósitos constante.

Concededme que trabaje por alcanzar la santidad interior, la modestia exterior, una conducta ejemplar, un proceder arreglado.

Que me aplique con diligencia a domar la naturaleza, a corresponder a la gracia, a guardar vuestra ley, y a alcanzar la salvación.

Que consiga la santidad con la confesión sincera de mis pecados, con la participación devota del cuerpo de Cristo, con el continuo recogimiento del espíritu, con la pura intención del corazón.

Dadme a conocer, Dios mío, cuán frágil es lo terreno, cuán grande es lo celestial y divino, cuán breve lo temporal, cuán duradero lo eterno.

Dadme que me prepare para la muerte, que tema el juicio, que evite el infierno, y que obtenga la gloria del paraíso.

Por nuestro Señor Jesucristo. Así sea.


(Clemente XI)

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7.7.21

Poesía a Jesús crucificado



No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


(Oración atribuida a San Francisco Javier)

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