Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

8.6.21

Oración de arrepentimiento (I)



¡Oh Señor mío y Dios mío; Dios Santo, Dios justo que aborreces todo pecado! Yo, pecador avergonzado con las manchas de mis delitos, me presento ante ti humildemente a pedirte perdón de mis faltas, y te ruego que por medio de la confesión te dignes lavarme con la sangre de tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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7.6.21

Oración para prepararse a la confesión



Omnipotente y sempiterno Dios, perdónanos a los que nos arrepentimos, sé bondadoso a los que te suplicamos, y dígnate enviarnos tu gracia, que sea remedio saludable a los que humildemente invocamos tu santo nombre, nos acusamos de nuestros delitos según están en nuestra conciencia, lloramos nuestros pecados postrados ante tu divina clemencia, y pedimos constante y humildemente tu serenísima piedad.

Concédenos, por la invocación de tu santísimo nombre, que todos los que nos acercamos al sacramento de la penitencia para remisión de nuestros pecados obtengamos salud del alma y protección del cuerpo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Señor, que no quieres la muerte del pecador, sino la penitencia de sus pecados, mira benigno la fragilidad de nuestra condición humana, y haz que por esta confesión a la que nos acercamos para obtener el perdón obtengamos la absolución de nuestras culpas, así como el premio de la penitencia con un arrepentimiento sincero. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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4.6.21

Letanía de la humildad



¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón,
haz mi corazón semejante al tuyo.

¡Oh Jesús, manso y humilde de corazón,
Escuchadme.

Del deseo de ser estimado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser amado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser honorificado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser alabado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser preferido a los demás,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser consultado,
Libradme, Señor.

Del deseo de ser aprobado,
Libradme, Señor.


Del temor de ser humillado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser despreciado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser rechazado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser calumniado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser olvidado,
Libradme, Señor.

Del temor de caer en ridículo,
Libradme, Señor.

Del temor de ser injuriado,
Libradme, Señor.

Del temor de ser incomprendido,
Libradme, Señor.



- Que los demás sean más amados que yo,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean más estimados que yo,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás se engrandezcan en la opinión del mundo y yo disminuya,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean escogidos y yo dado de lado,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean ensalzados y yo despreciado,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás puedan ser preferidos siempre a mí,
Jesús, dadme la gracia de desearlo.

- Que los demás sean más santos que yo, para que yo sea lo más santo que pueda ser.
Jesús, dadme la gracia de desearlo.



Concededme, Señor:

- El conocimiento y el amor de mi nada,
- El perpetuo recuerdo de mis pecados,
- La persuasión de mi mezquindad,
- El aborrecimiento de toda vanidad,
- La pura intención de servir a Dios,
- La perfecta sumisión a la voluntad del Padre,
- El verdadero espíritu de compunción,
- La decidida obediencia a mis superiores,
- El odio santo a toda envidia y celo,
- La prontitud en el perdón de las ofensas,
- La prudencia en el callar ante los asuntos ajenos,
- La paz y la caridad con todos,
- El ardiente anhelo de desprecios y humillaciones,
- El ansia de ser tratado como Tú y la gracia de saber aceptarlo santamente.


María, Reina, Madre y Maestra de los humildes...
Rogad por mí

San José, protector y modelo de los humildes...
Rogad por mí

San Miguel Arcángel, que fuiste el primero en abatir a los soberbios...
Rogad por mí

Santos de mi devoción y mis patrones...
Rogad por mí

Santos todos, santificados por el espíritu de humildad...
Rogad por mí



Oración
Señor Jesús, que siendo Dios te humillaste hasta la muerte y muerte de cruz para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio, concédeme la gracia de imitar tu ejemplo para que, humillándome como corresponde a mi miseria en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén

22.5.21

"Clamores de ultratumba", de Fr. José Coll, ya disponible para su descarga (varios formatos)



Durante aproximadamente un año la Librería del Oratorio Carmelitano ha realizado una labor concienzuda y pormenorizada para corregir, actualizar y revisar las más de 600 páginas del manuscrito original cuyo título, "Clamores de ultratumba", escribió a finales del siglo XIX el reverendo franciscano fr. José Coll. El libro, con fotografía de Simon Berger y portada de Reflejo Creative, se encuentra ahora para su descarga gratuita desde la propia librería del Oratorio en Drive. Además, en el pack de descarga (comprimido en .rar) podemos obtener varias versiones del mismo manuscrito: en pdf, en rtf, en doc, en txt, en html, y también en formato e-book, en concreto .mobi.

El libro de fray José Coll hace un repaso pormenorizado al "mundo de ultratumba", con atención especial al purgatorio, tratando de concienciar al lector sobre la importancia del "bien vivir, para morir bien". Con un sin fin de referencias bíblicas, consejos, recomendaciones y recursos de oración, intenta despertar nuestras conciencias dormidas para que dediquemos un cuidado especial a nuestra alma, pues sólo tenemos una, con vistas a alcanzar la vida eterna puesto que, a fin de cuentas, esta "vida" no es la auténtica "Vida".

20.5.21

Estrofas del monasterio de San Francisco de Herbón



En la parte exterior de la portería del mencionado convento de San Francisco de Herbón puede leerse:

Pecador endurecido
que a Dios no quieres oír,
teme su justa venganza;
si no temes ¡ay de ti!

Todo el infierno es tormento,
todo este mundo es escoria,
todo el Purgatorio, gritos;
sólo hay descanso en la gloria.


Cristiano, ¿en qué han de parar
votar, jurar, maldecir?
¿En qué, si no en un infierno?
Si en él caes ¡ay de ti!

La sangre de Dios vertida
que hoy me convida al perdón,
será, si no me arrepiento,
mi mayor condenación.


¡Ay de mí, que ardiendo quedo!
¡Ay que no espero aliviarme!
¡Ay que no puedo salvarme!
¡Ay que pude, ya no puedo!

Número tiene el pecar;
¡Ay de mí!, que si lo lleno
a una eternidad de llamas
para siempre me condeno.


Vivir mal y morir bien
no lo podré conseguir;
como se vive se muere,
si vivo mal ¡ay de mí!

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