Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

20.4.20

Cristo siempre en mí




No le hacen falta a las almas que están unidas al Señor largos razonamientos para excitarse a la paciencia, a la humildad, a la caridad, al olvido de sí. Todo el programa del alma está condensado y concentrado en una idea principal, que es, al propio tiempo, un ideal magnífico: "Renúnciate a ti para dejar a Cristo vivir enteramente en ti. A cada hora, en cada acción, dite a ti misma: 'no quiero yo vivir esto, sino que Cristo lo viva en mí'" (Gal. 2,20). Esta sola idea abarca la práctica de todas las virtudes, práctica tanto más perfecta cuanto que añade, a cada acto de virtud, un acto de amor.

La sola conciencia de la presencia de su Amado en ella, su solo recuerdo le basta.



(de Identificación con Jesucristo).

19.4.20

Gozarse solo en Dios




Regocijarse con Jesucristo de la felicidad infinita de Dios o de la Santísima Virgen; consolarse en los sufrimientos y aún en las imperfecciones y faltas con el pensamiento de que valemos tan poco; decir: "Dios es feliz..., Dios es Dios, esto basta para mi felicidad". Buscar complacencias, no ya en sí o en las alabanzas de los hombres, sino en la gloria infinita que cada Persona de la Santísima Trinidad da a las otras; alegrarse con Jesucristo intensa y largamente de la belleza de nuestro Padre Celestial, de su amabilidad, de su poder, de su sabiduría..., etc., gozarse verdaderamente de cada una de las divinas perfecciones, amándolas como si fuesen nuestras.



(de Identificación con Jesucristo).

16.4.20

Todo el bien es de Dios




Su oración consiste ahora principalmente en contemplar amorosamente las perfecciones divinas y en deleitarse en ellas. Su amor no solamente le hace amar a Dios, sino que le hace amarlo como a su propio bien. Goza deleitosamente de Dios. Y ésta es la razón de por qué su felicidad consiste menos en servir y agradar a Dios -felicidad en cierto sentido demasiado subjetiva-, que en gozarse de la felicidad misma de Dios. Todo, en la vida y en la naturaleza, le alegra, porque todo le habla de la grandeza, belleza, sabiduría y felicidad divinas. Su humildad está toda hecha también de amor unitivo. Se desprecia con alegría y se tiene en nada porque Dios le es todo.



(de Identificación con Jesucristo).

15.4.20

No temer a los enemigos




Más temo yo mi propia acción y la de mis amigos que la de mis enemigos. No hay prudencia mayor que ésa de "no resistir al malvado" (Mt 5,39), y la de no hacerle más oposición que el simple abandono. Esto es ir adelante viento en popa, guardando el corazón siempre en paz.



(de El abandono en la divina Providencia).

12.4.20

Lo mejor que te puede pasar: la voluntad de Dios




El Nombre que llena todos los tiempos y que atraviesa todos los siglos, ¡el Nombre que hace santificantes todas las cosas! Pero, ¿cómo es esto? ¿Será posible que eso que llamamos "voluntad de Dios" pueda hacerme algún mal? ¡De ningún modo! Más bien: a ningún sitio puedo ir yo para encontrar nada mejor, si soy capaz de captar la acción divina sobre mí, recibiendo el efecto de esa divina voluntad.



(de El abandono en la divina Providencia).