Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

21.5.18

Confianza: La confianza en Dios y nuestras necesidades espirituales


La misericordia de Nuestro Señor con los pecadores.

La Providencia, que alimenta al pequeño pájaro en las ramas, cuida de nuestro cuerpo. ¿Qué es, sin embargo, este miserable cuerpo? Una criatura frágil, un condenado a muerte al que aguardan los gusanos. En la loca carrera de la vida, creemos encaminarnos hacia los negocios o los placeres: cada paso dado nos aproxima del fin; nosotros mismos arrastramos nuestro cadáver al borde de la tumba.

Si Dios se ocupa así de cuerpos perecederos, ¿con qué solicitud no velará por las almas inmortales? Les prepara tesoros de gracias, cuya riqueza supera nuestra imaginación; les envía socorros superabundantes para su santificación y salvación.

20.5.18

Oración al Espíritu Santo


¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma! Yo te quiero y te adoro;
ilumíname, guíame,
consuélame, fortifícame, santifícame,
dime todo lo que tengo que hacer,
dame tus órdenes,
yo intentaré someterme a todo lo que quieras de mí
y aceptar todo lo que quieras me suceda;
solamente te pido cumplir toda tu voluntad. Amén.

| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

Diario de Santa Gemma Galgani [30]


Lunes, 20 de agosto de 1900
Ayer ([Ayer, 19; la santa escribe el 20]) durante el día tuve ocasión de hablar con el Ángel de la Guarda; me reprochó sobre todo mi desgana en la oración, también me recordó otras muchas cosas, en especial lo que toca a los ojos, amenazándome severamente.

Ayer tarde en la iglesia me volvió a acordar lo que me había dicho por la mañana, diciendo que tendría que dar cuenta a Jesús. Por último, antes de ir a la cama, en el momento de darme la bendición, me avisó de que Jesús iba a permitir al demonio me diera un grave asalto, y ello porque había sido durante algunos días algo descuidada en mis oraciones. Me avisó también que el demonio haría lo indecible para impedirme orar, en especial mentalmente, durante todo el día, y que quedaría privada de sus visitas (quiero decir de las del Ángel de la Guarda), pero sólo por hoy.

De las virtudes y de los vicios: Soberbia Espiritual


Existe una Soberbia clara, (en cuanto a ella se le puede aplicar esta palabra), que es la menos dañosa y más fácil de quitar.

Otra hay, espiritual, la cual es la ponzoña de las Religiones y la destrucción de ellas. ¡Oh!, ¡y cuántos daños hace y cuántas almas engaña y precipita a la ruina sin que apenas ellas lo conozcan!

Pero la más perjudicial, la que roe los corazones ocultísimamente, la que mata y sin embargo pasa desapercibida en su mayor parte, es la Soberbia espiritual perfecta, así la llamaremos, porque es tan fina y delicada, cuanto venenosa y dañosa... Esta es la que sólo reina en las almas que se llaman Mías... Allá está escondida en los más ocultos pliegues del entendimiento, memoria y voluntad. No se conoce, si con luz divina no se le busca, ¡tan disfrazada está!... Generalmente las almas en que tiene su nido, pasan por santas, a los ojos del mundo.

El combate espiritual: Huir del mundo estando en el mundo


- De algunos avisos importantes para mortificar las pasiones y adquirir nuevas virtudes. -

Aunque te he dado diferentes documentos y reglas para enseñarte el modo de vencerte a ti misma, y de adornarte de las virtudes, todavía quiero añadir en este lugar algunas advertencias importantes.

Primeramente, si quieres llegar a una sólida piedad, y adquirir un perfecto dominio de ti misma, no te aficiones o inclines a aquellos ejercicios espirituales que tienen determinados los días de la semana, esto es, un día para una virtud, y otro para otra.

El orden que debes observar es, entrar desde luego a combatir las pasiones que te hubieren hecho más cruda guerra, y que más te afligen y te atormentan al presente; y trabajar al mismo tiempo con todas tus fuerzas en adquirir en un grado eminente las virtudes contrarias a estas pasiones predominantes pues, si llegares a poseer estas virtudes, adquirirás con prontitud y facilidad todas las demás; porque las virtudes se hallan de tal suerte unidas y eslabonadas entre sí, que basta poseer una perfectamente para obtenerlas todas.