Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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1.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (78)



CAPÍTULO 22.
En que se afronta la duda respecto a cómo es que no es lícito ahora en la ley de gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley Vieja. Se prueba recurriendo a la autoridad de san Pablo.


1. De entre las manos nos van surgiendo las dudas, por lo que no podemos correr con la prisa que querríamos para ir avanzando. Porque, así como esas dudas van emergiendo, estamos obligados a retirarlas necesariamente, para que la verdad de la doctrina siempre quede despejada y en su fuerza. Pero las dudas siempre llevan consigo, aunque nos impidan el paso un poco al principio, el servir aún para más doctrina y claridad de nuestro intento, como se verá en la duda presente.

2. En el capítulo precedente hemos dicho cómo no es voluntad de Dios que las almas quieran recibir por vía sobrenatural cosas distintas de visiones o locuciones, etc. Por otra parte hemos visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley Vieja y era lícito, y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba. Y, cuando no lo hacían, los reprendía Dios, como es de ver en Isaías (30, 2), donde reprende el Señor a los hijos de Israel porque, sin preguntárselo a Él primero, querían descender hacia Egipto, diciendo: "No preguntasteis primero a mi misma boca lo que convenía". Y también leemos en Josue (9, 14) que, siendo engañados los mismos hijos de Israel por los gabaonitas, les nota allí el Espíritu Santo esta falta, diciendo: "Recibieron de sus manjares, y no lo preguntaron a la boca de Dios". Y así vemos en la divina sagrada Escritura que Moisés siempre preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y si no lo hicieran estaría mal hecho, y así es en verdad. ¿Por qué, pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo era?

3. A lo cual se ha de responder que la principal causa de por qué en la Ley de letra escrita eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y que Él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones, porque todo lo que respondía, y hablaba, obraba y revelaba, eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Así que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era menester que, como hemos dicho, preguntasen a la misma boca de Dios), y por eso los reprendía el mismo Dios cuando no lo hacían y cuando en sus cosas no recurrían al Señor para que Él respondiese, con el fin de ir encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué ya preguntarle de aquella manera, ni para que Él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

4. Y este es el sentido de aquella autoridad con que comienza san Pablo (Heb. 1, 1­2) a querer inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de Moises, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: "Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez". En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más que decir, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.

5. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, ¿que te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en Él, porque en Él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en Él aún más de lo que pides y deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en Él los ojos, no solo hallarás esa parte sino que lo hallarás todo; porque Él es toda mi locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado, pues os lo he dado por hermano, compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre Él en el monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5): "Hic est Filius meus dilectus, in quo mihi bene complacui, ipsum audite", ("este es mi amado Hijo, en que me he complacido, oídle a Él", ya alcé yo la mano para abandonar todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a Él. Oídle a Él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, sería de alguna forma pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en ella, que ya está dada en Cristo de manera más que suficiente. Y así, haría mucho agravio a mi amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No hallarás qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y mucho más, en Él".

6. "Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo, mira a mi Hijo, sujeto a Mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas ocultas o casos secretos, pon solos los ojos en Él, y hallarás ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en Él, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: 'En el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios'. Los cuales tesoros de sabiduría serán para ti mucho más sublimes y sabrosos y provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo San Pablo (1 Cor. 2, 2), diciendo que no había el Apóstol dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y si también quisieses otras visiones y revelaciones divinas o materiales, mírale a Él tambien humanizado, y hallarás en eso más de lo que piensas, porque también dice el Apóstol (Col. 2, 9): 'In ipso habitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter', ('en Cristo mora corporalmente toda plenitud de divinidad')".


26.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (12)



LIBRO PRIMERO

CAPÍTULO 1.

Primera parte de la poesía o canción, que hace referencia a las dos noches diferentes por las que pasan los espirituales, según son las dos partes del hombre: la inferior y la superior. Esta parte de la poesía dice:

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

1. En esta primera estrofa canta el alma la dichosa suerte y ventura que tuvo por salir fuera de todas las cosas, y de los apetitos e imperfecciones que hay en la parte sensitiva del hombre, por el desorden que tiene de la razón. Para cuyo conocimiento es de saber que, para que una alma llegue al estado de perfección, ordinariamente ha de pasar primero por dos formas principales de noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una como en la otra, camina como de noche, o sea, a oscuras.

2. La primera noche o purgación es de la parte sensitiva del alma, de la cual se trata en la presente estrofa, y se tratará en la primera parte de este libro. Y la segunda es de la parte espiritual, de la cual habla la segunda estrofa que sigue; de esta también trataremos en la segunda y tercera parte del libro, cuanto a lo activo; porque, en cuanto a lo pasivo, será en la cuarta parte del libro.

3. Y esta primera noche pertenece a los principiantes en el tiempo en que Dios los comienza a poner en el estado de contemplación; de dicha noche tambien participa el espíritu, según diremos a su debido tiempo.

Y la segunda noche o purificación pertenece a los ya avanzados, al tiempo que Dios los quiere ya poner en el estado de la unión con Dios; y esta es más oscura y tenebrosa y de terrible purgación, según se dirá después.

9.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (204)



5. Otras veces, cuando la relación espiritual no comunica mucho en el espíritu, sino que participa en el sentido, con más facilidad alcanza el demonio a turbar el espíritu y alborotarlo por medio del sentido con horrores de este tipo. Y entonces es grande el tormento y pena que causa en el espíritu, y algunas veces más de lo que se puede decir porque, como va de espíritu a espíritu directamente, es intolerable el horror que causa el malo en el bueno, me refiero a tormentos en el ánima, cuando le alcanza su alboroto. Lo cual también da a entender la Esposa en los Cantares (6, 10-11), cuando dice haberle a ella ocurrido así al tiempo que quería descender al interior recogimiento a gozar de estos bienes, declarando: "Descendí al huerto de las nueces para ver las manzanas de los valles y si había florecido la viña; no supe; conturbóme mi alma por las cuadrigas", esto es, por los carros y estruendos de Aminadab, que es el demonio [es muy singular la identificación de Aminadab con el demonio, cosa segura en el Santo, ya que la repite en el Cántico de manera aún más explícita].

6. Otras veces ocurre -y esto cuando esta comunicación es por medio de ángel bueno- que algunas veces el demonio se da cuenta de alguna gracia que Dios quiere hacer al alma. Esto sucede porque las que son por este medio de ángel bueno ordinariamente permite Dios que las entienda el adversario: por una parte, para que haga contra ellas lo que pudiere según la proporción de la justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho aduciendo que no le dan oportunidad para conquistar al alma, como hizo de Job (1, 9-11; 2, 4-8), lo cual sucedería si no dejase Dios lugar a que hubiese cierta paridad entre los dos guerreros, esto es, entre el ángel bueno y el malo, en sus acciones sobre el alma de los vivos. Con ello la victoria de cualquiera será más importante, y será más premiada el alma victoriosa y fiel en la tentación.

7. Por todo ello nos conviene notar que ésta es la causa por la que, a la misma medida y modo que va Dios llevando al alma y actuando con ella, da licencia al demonio para que de esa misma manera se disponga el maligno con ella. Con lo cual, si tiene visiones verdaderas por medio del ángel bueno (que ordinariamente son por este medio, aunque se muestre Cristo, porque el Señor en su misma persona casi nunca parece), también da Dios licencia al ángel malo para que en aquel mismo género se las pueda representar falsas, de manera que, según son de aparentes y simular ser realistas, el alma que no es cauta fácilmente puede ser engañada, como muchas de esta manera lo han sido. De lo cual hay ejemplo en el Exodo (7, 11-12; 8, 7) donde se dice que todas las señales que hacía Moisés verdaderas, las hacían también -aunque con trucos y simuladas- los magos del Faraón, hasta el punto que, si él sacaba ranas, ellos también las sacaban; si él volvía el agua en sangre, ellos en apariencia también la volvían.

8. Y no sólo en este género de visiones corporales imita el maligno, sino también en las comunicaciones espirituales cuando son por medio del ángel, alcanzándolas a ver como decimos porque, como dice Job (41, 25): "Omne sublime videt" ("lo ve todo desde arriba"), imita y se entremete. Aunque en éstas, como son sin forma y figura (porque es de razón del espíritu el no tener tal forma ni figura, ni proporción), no las puede él imitar y formar como las otras que debajo de alguna especie, aspecto o figura se representan. Y así, para impugnar y contrarrestrar estas experiencias, al mismo modo que el alma es visitada la representa su temor espiritual para oponer y destruir en la forma espiritual con la espiritual.

Cuando esto acontece de esta manera, al tiempo que el ángel bueno va a comunicar al alma la espiritual contemplación, no puede el alma ponerse tan presto en lo escondido y protegida en medio de la contemplación que no sea notada del demonio y la alcance de vista con algún horror y turbación espiritual, a veces una turbación enormemente penosa para el alma. Entonces algunas veces se puede el alma despedir presto, sin que haya lugar para que haga en ella impresión o huella del dicho horror del espíritu malo, y se recoge dentro de sí, favorecida para esto de la eficaz gracia espiritual que el ángel bueno entonces le hace.

9. Otras veces prevalece el demonio y comprehende al alma la turbación y el horror, lo cual es al alma de mayor pena que ningún tormento de esta vida le podría ocurrir porque, como esta horrenda comunicación va de espíritu a espíritu, algo desnuda y desligada de todo lo que es cuerpo y materia, es penosa sobre todo sentido (nota del actualizador: como aguijón punzante en piel viva y descarnada), y dura esto algún momento en el espíritu, no mucho, porque saldría el espíritu de las carnes con la vehemente comunicación del otro espíritu, quedando después de ocurrir esto la memoria en un estado que es suficiente para dar gran pena.


14.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (151)



EXPLICACIÓN:
1. Cuenta el alma en esta primera estrofa el modo y manera que tuvo en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para llegar a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa, como después se dirá, la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas.

2. Y esta salida dice ella aquí que la pudo hacer con la fuerza y calor que para ello le dio el amor de su Esposo en la mencionada contemplación oscura. En lo cual le supone de gran valor la buena dicha que tuvo en caminar a Dios por esta noche con tan próspero suceso que ninguno de los tres enemigos, que son mundo, demonio y carne (los cuales siempre contrarían este camino) se lo pudiesen impedir, por cuanto la dicha noche de contemplación purificativa hizo adormecer y amortiguar en la casa de su sensualidad todas las pasiones y apetitos según sus impulsos y movimientos contrarios. Dice, pues, el verso:

En una noche oscura...

CAPITULO 1
Tras estre primer verso se empieza a tratar de las imperfecciones de los principiantes.

1. En esta noche oscura es en la que comienzan a entrar las almas cuando Dios las va sacando del estado de principiantes, que es de los que meditan en el camino espiritual, y las comienza a poner en el de los aprovechantes, que es ya el de los contemplativos para que, pasando por aquí, lleguen al estado de los perfectos, que es el de la divina unión del alma con Dios. Por tanto, para entender y declarar mejor qué noche sea ésta por la que el alma transita, y por qué causa la pone Dios en ella, primero convendrá tocar aquí algunas propiedades de los principiantes. Lo cual, aunque será con la brevedad que pudiere, no dejará también de servir a los mismos principiantes para que, entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se animen y deseen que los ponga Dios en esta noche, donde se fortalece y confirma el alma en las virtudes y para los inestimables deleites del amor de Dios. Y, aunque nos detengamos un poco, no será más de lo que basta para tratar luego de esta noche oscura.

2. Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se decide a servir a Dios una vez ya convertida, ordinariamente la va Dios alimentando en espíritu y mimando, al modo que la amorosa madre hace al niño tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y manjar blando y dulce le cría, y en sus brazos le lleva y le mima. Pero, a la medida que va creciendo, le va la madre retirando los mismos y, escondiendo el tierno amor, pone el amargo acíbar en el dulce pecho y, bajándole de los brazos, le hace andar por su pie con el fin de que, perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más grandes y sustanciales. La amorosa madre de la gracia de Dios, luego que por nuevo calor y hervor de servir a Dios reengendra al alma, eso mismo hace con ella. Inicialmente la hace hallar dulce y sabrosa la leche espiritual sin demasiado esfuerzo de su parte por todas las cosas de Dios, y en los ejercicios espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor tierno, bien así como a niño pequeño (1 Pe. 2, 2-3).

3. Por tanto, su deleite halla en pasarse grandes ratos en oración, e incluso las noches enteras. Sus gustos son las penitencias, sus contentos los ayunos, y sus consuelos usar de los sacramentos y comunicar en las cosas divinas. Estos elementos divinos (nota del corrector: ceremonias religiosas, etc.), aunque con gran eficacia, anhelo y ganas asisten a ellos y los usan y tratan con gran cuidado los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente se encuentran de una forma muy superficial e imperfectamente en ellos. Esto es debido a que, como son movidos a estas cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan, y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen muchas faltas e imperfecciones porque, en suma, cada uno obra conforme al hábito de perfección que tiene y, dado que este tipo de personas no han logrado aún adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de obrar como flacos niños, débil e imperfectamente.

Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos principiantes en las virtudes y cómo obran respecto con el mencionado gusto de forma fácil y dejándose llevar, lo iremos viendo por los siete vicios capitales, diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en cada uno de ellos tienen, en que se verá claro cuán de niños es el ser actual con el que éstos actúan, y por ello se verá también cuántos bienes trae consigo la noche oscura de la que luego hemos de tratar, pues de todas estas imperfecciones limpia al alma y la purifica.


17.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (33)



CAPÍTULO 13.
Se explica la forma y el modo que se ha de tener para entrar en esta noche del sentido.


1. Falta ahora dar algunos avisos para conocer y poder entrar en esta noche del sentido. Para lo cual decir que el alma habitualmente entra en esta noche sensitiva en dos maneras: la una es activa; la otra, pasiva.
Activa es lo que el alma puede hacer y pone de su parte para entrar en ella, de lo cual ahora trataremos en las líneas siguientes.
Pasiva es el modo en el que el alma no hace nada, sino que es Dios quien obra en ella, y ella se deja hacer como paciente. Esta manera la abordaremos en el cuarto libro, cuando tendremos que tratar de los principiantes. Y porque allí tendremos también, con el favor divino, que dar muchos avisos a los principiantes, según las muchas imperfecciones que suelen tener en este camino, no me alargaré aquí en exceso ya que, además, no es esta la ocasión de darlos, pues por ahora sólo tratamos de las causas por las que se llama noche este tránsito, y cuál sea esta, y cuántas sus partes.
Pero, porque parece quedaba muy escaso y no de tanto provecho no dar también algún remedio o aviso para ejercitar esta noche de apetitos, he querido poner aquí el modo breve que se sigue; y lo mismo haré al finalizar en cada una de esas otras dos partes o causas de esta noche de las que más adelante, mediante el Señor, tengo que tratar.

2. Estos avisos que aquí se siguen sobre el vencer los apetitos, aunque son breves y pocos, yo entiendo que son tan provechosos y eficaces como si fueran un compendio, de manera que el que de veras se quisiese ejercitar en ellos no le harán falta otros ningunos, antes en estos los alcanzará todos.

3. Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas sus cosas, siguiendo el ejemplo de su vida y formándose un molde de ella, la cual debe considerar para saberla imitar y desenvolverse en todas las cosas como lo hubiera hecho Él.

4. Lo segundo, para poder hacer bien esto, cualquier gusto que se le ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y gloria de Dios, debemos renunciarlo y quedarnos vacíos de ese gusto por amor de Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni quiso otra cosa, que hacer la voluntad de su Padre, lo cual llamaba Él su comida y manjar (Jn. 4, 34).
Pongo ejemplo: si se le ofreciere gusto de oír cosas que no importen para el servicio y honra de Dios, ni lo quiera gustar ni las quiera oír. Y si le diere gusto el mirar cosas que no le ayuden a amar más a Dios, ni quiera darse ese gusto ni mirar tales cosas. Y si en el hablar otra cualquier cosa se le ofreciere, haga lo mismo; y en todos los sentidos, ni más ni menos, en cuanto lo pudiere excusar buenamente lo haga porque, si no pudiere, basta que no quiera gustar de ello, aunque estas cosas pasen por uno.
Y de esta manera ha de procurar dejar luego mortificados y vacíos de aquel gusto a los sentidos, como a oscuras. Y con este cuidado en breve aprovechará mucho.

5. Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales, que son gozo, esperanza, temor y dolor, de cuya concordia y pacificación salen estos y los demás bienes, es total remedio lo que se sigue, y de gran merecimiento y causa de grandes virtudes.

6. Procure siempre inclinarse:

- no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso;
- no a lo más sabroso, sino a lo más desagradable;
- no a lo más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto;
- no a lo que es descanso, sino a lo trabajoso;
- no a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo;
- no a lo más, sino a lo menos;
- no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado;
- no a lo que es querer algo, sino a no querer nada;
- no andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo.

7. Y estas obras conviene las acoja y realice de corazón y procure allanar la voluntad en ellas. Porque, si de corazón las obra, muy en breve vendrá a hallar en ellas gran deleite y consuelo, obrando ordenada y discretamente.


27.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (191)



3. De aquí se sigue que, cuanto va el alma más a oscuras y vacía de sus operaciones naturales, va más segura. Es así ya que, como dice el profeta (Os. 13, 9), la perdición al alma solamente le viene de sí misma, esto es, de sus operaciones y apetitos interiores y sensitivos, y el bien, dice Dios, solamente de mí. Por tanto, impedida ella así de sus males, resta solamente que le vengan luego los bienes de la unión de Dios en sus apetitos y potencias, en que las hará divinas y celestiales. De donde en el tiempo de las tinieblas, si el alma se detiene a mirar en ello, muy bien echará de ver cuán poco se le divierte el apetito y las potencias a cosas inútiles y dañosas (nota del actualizador: es decir, en medio de esta noche si el alma se detiene a contemplar sus inclinaciones e inquietudes, se dará cuenta que ya encuentra poco agrado en los elementos mundanos y aspectos en los que probablemente en su anterior etapa de alma sin purgar y mundana antes encontraba diversión y ocio, y a la par, se dará también cuenta de los múltiples peligros -vanagloria, soberbia..., como expresa el Santo- que de ello resulta o en ello se esconde), y cuán segura está de vanagloria, soberbia y presunción vana y falso gozo, y de otras muchas perniciosidades. Por ello bien se desprende que, por ir a oscuras, no sólo no va perdida, sino aun muy ganada, pues aquí va ganando las virtudes.

4. Pero a la duda que de aquí puede surgir, la cual es a saber: que, pues las cosas de Dios de suyo hacen bien al alma y la ganan y aseguran, ¿por qué en esta noche le oscurece Dios los apetitos y potencias también acerca de estas cosas buenas, de manera que tampoco pueda gustar de ellas, ni tratarlas como las demás, y aun en alguna manera las siente menos? La respuesta es que entonces conviene que tampoco le quede operación ni gusto acerca de las cosas espirituales, porque tiene las potencias y apetitos impuros y bajos y muy naturales y así, aunque les den el sabor y trato a estas potencias de las cosas sobrenaturales y divinas, no las podrían recibir sino muy baja y naturalmente, muy a su distorsionado modo. Porque, como dice el Filósofo, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo que lo recibe.

De donde, puesto que estas naturales potencias del alma no tienen pureza ni fuerza ni caudal para poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales al modo de lo que ellas son, que es divino, sino sólo al modo suyo, que es humano y bajo como hemos dicho, conviene que sean oscurecidas también respecto de estas comunicaciones divinas para que, desprendidas y purgadas y aniquiladas en aquello primero, pierdan aquel bajo y humano modo de recibir y obrar, y así vengan a quedar dispuestas y templadas todas estas potencias y apetitos del alma para poder recibir, sentir y gustar lo divino y sobrenatural elevada y subidamente, lo cual no puede ser si primero no muere el hombre viejo.

5. De aquí es que todo lo espiritual, si de arriba no viene comunicado del Padre de las luces (Sant. 1, 17) sobre el albedrío y apetito humano, por más que se ejercite el gusto y potencias del hombre con Dios y por mucho que les parezca gozan de las comunicaciones espirituales, no las gustarán divina y espiritualmente, sino humana y naturalmente, como gustan las demás cosas, porque los bienes no van del hombre a Dios, sino que vienen de Dios al hombre. Respecto de lo cual, si éste fuera lugar de ello, pudiéramos aquí declarar cómo hay muchas personas que tienen muchos gustos y aficiones y operaciones de sus potencias respecto de Dios o de cosas espirituales, y por ventura pensarán ellos que aquello es sobrenatural y espiritual, y sin embargo no son más que actos y apetitos propios naturales y humanos los cuales, como los tienen de las demás cosas, los tienen en el mismo temple de aquellas buenas acciones o devociones por cierta facilidad o afición natural que tienen en mover el apetito y potencias a cualquier cosa.

6. Si en su caso encontrásemos ocasión en lo restante, lo trataremos diciendo algunas señales de cuándo los movimientos y acciones interiores del alma son sólo naturales, y cuándo sólo espirituales, y cuándo espirituales y naturales respecto del trato con Dios. Basta aquí saber que, para que los actos y movimientos interiores del alma puedan llegar a ser movidos por Dios divinamente, primero han de ser oscurecidos y adormecidos, apaciguados de su natural obrar y escudriñar respecto a toda su habilidad y operación, hasta que desfallezcan.


16.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (180)



CAPÍTULO 9
De qué manera aunque esta noche oscurece al espíritu, es para ilustrarle y darle luz.


1. Resta, pues, decir aquí que en esta dichosa noche, aunque oscurece el espíritu, no lo hace sino con el fin de darle luz en todas las cosas y, aunque lo humilla y pone miserable, no es sino para ensalzarle y levantarle. Además aunque le empobrece y vacía de toda posesión y afección natural, no es sino para que divinamente pueda extender a gozar y gustar de todas las cosas de arriba y de abajo, siendo con auténtica y general libertad de espíritu en todo.

Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los compuestos y entes naturales, conviene que con ninguna particularidad de color, olor ni sabor estén afectados, para poder concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al espíritu le conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas formas de afecciones naturales, tanto actuales como habituales, para poder comunicar con libertad con la anchura del espíritu en la divina Sabiduría, en donde por su limpieza gusta todos los sabores de todas las cosas con cierta eminencia de excelencia. Y sin esta purgación de ninguna manera podrá sentir ni gustar la satisfacción de toda esta abundancia de sabores espirituales, porque una sola afición que tenga o particularidad a que esté el espíritu asido, actual o habitualmente, basta ya para no sentir ni gustar ni comunicar la delicadeza e íntimo sabor del espíritu de amor, que contiene en sí todos los sabores con gran eminencia [nota: también procede de la filosofía aristotélico-tomista la teoría sobre los elementos sin color, olor ni sabor: comentario de S. Tomás al "De generatione" de Aristóteles 2, 2.].

2. Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado una sola afición y recuerdo de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16, 3), no podían gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que era el maná, el cual, como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21), tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al agrado que cada uno quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere afectado con alguna afición actual o habitual, o con particulares inteligencias o cualquiera otra aprehensión.

La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y aprehensiones del espíritu perfecto, puesto que son divinas, son de otra suerte y género tan diferente de lo natural y de lo evidente que, para poseer las unas actual y habitualmente, habitual y actualmente se han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que no pueden estar juntos en un mismo sujeto. Por tanto, conviene mucho y es necesario para que el alma haya de pasar a estas grandezas, que esta noche oscura de contemplación la aniquile y deshaga primero en sus bajezas, poniéndola a oscuras, seca, exprimida y vacía, ya que la luz que se le ha de comunicar es una altísima luz divina que excede toda luz natural, por lo que la cual no cabe naturalmente en el entendimiento.

3. Y por ello conviene que, para que el entendimiento pueda llegar a unirse con esa luz y hacerse divino en el estado de perfección, sea primero purgado y aniquilado en su lumbre natural, poniéndole actualmente a oscuras por medio de esta oscura contemplación. La cual tiniebla conviene que le dure tanto cuanto sea menester para expeler y aniquilar el hábito que de mucho tiempo tiene en sí formado sobre su manera de entender y, en su lugar, quede la ilustración y luz divina. Y con ello, por cuanto aquella fuerza que tenía de entender antes era natural, se sigue que las tinieblas que aquí padece son profundas y horribles y muy penosas puesto que, como se sienten en la profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas sustanciales.

Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar en la divina unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y delicada y muy interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la voluntad y a todo apetito de ello, conviene que, para que la voluntad pueda llegar a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección y deleite tan elevado que no cabe en la voluntad de forma natural, sea primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos, dejándola en sequedad y vacío, tanto cuanto conviene según el hábito que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo humano. Todo ello se realiza con el fin de que, extenuada y enjuta y bien exprimida en el fuego de esta divina contemplación de todo género de demonio, como el corazón del pez de Tobías en las brasas (Tb. 6, 19) tenga una disposición pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir los sublimes y delicados toques del divino amor en que se verá transformada divinamente, expelidas ya todas las contrariedades actuales y habituales, como decimos, que antes tenía.


16.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (153)



6. De este tipo de imperfecciones llegan algunos tener muchas y muy intensamente, y también llegan a mucho mal en ellas. Obviamente algunos tienen menos, algunos más, y algunos solo como unos primeros movimientos o poco más. Sin embargo apenas hay unos pocos de estos principiantes que en el tiempo de estos fervores no caigan en algo de todo esto.

Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera proceden y con muy diferente temple de espíritu. Porque se aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus propias cosas en nada, mas también poseen una muy poca satisfacción y estimación de sí mismos. A todas las demás personas tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa envidia, con gana de servir a Dios como ellos porque, cuanto más fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas, como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios merece y lo poco que es todo cuanto hacen por Él. Así es que, cuanto más hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y amor querrían hacer por el Señor que todo lo que hacen no les parece sino nada, y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que nunca advierten en si los demás hacen o no hacen, y acaso algo de eso advierten todo es, como digo, creyendo que todos los demás son mucho mejores que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana también que los demás los tengan en poco y que los desprecien y desestimen sus cosas (obras, pareceres, opiniones, etc). Y aún más: que, aunque de fuera se les quiera alabar y estimar, ellos en ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña que digan de ellos aquellos halagos.

7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa de la que tienen el tipo de personas de las que hemos tratado líneas arriba, que lo querrían ellos enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos otros, estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están muy prontos para ponerse a andar y tomar por otro camino del que llevan, si se lo mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que alaben a los demás se gozan, y sólo sienten pena de que no sirven a Dios como lo sirven los demás que, a su parecer, son más perfectos.

No tienen gana de decir sus cosas, sus hechos, sus experiencias, porque las estiman en tan poco, que aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas, pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los entiendan como llenos de faltas, que no sus virtudes. Con esto se inclinan más a tratar su alma con la persona que menos pone en valor sus cosas y su espíritu, lo cual es propiedad de espíritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes, junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios se la niega (Sant. 4, 6).

8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y ayudarán, cuanto en esto dependa de ellos, a que sea Dios servido. En las imperfecciones que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de espíritu y temor amoroso de Dios, esperando confiandamente en Él (nota del corrector: para que venga a rescatarlos y a socorrerlos).

Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección, entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; tanto que nos quedaríamos contentos con que simplemente no cayesen los que estén en este camino en las cosas contrarias. Que, por eso, como después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que quiere purificar de todas estas imperfecciones para así llevarlos hacia adelante.


12.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (89)



15. Y de que también de los hechos y casos de los hombres puedan tener los espirituales noticia aunque estén ausentes, tenemos testimonio y ejemplo en el cuarto libro de los Reyes (5, 26) donde, queriendo Giezi, siervo de nuestro Padre Eliseo, encubrirle el dinero que había recibido de Naamán Siro, dijo Eliseo: "¿Por ventura mi corazón no estaba presente cuando Naamán revolvió de su carro y te salió al encuentro?", lo cual aconteció espiritualmente, viendolo con el espíritu como si pasase en su presencia. Y lo mismo se prueba en el mismo libro (4 Re. 6, 11­12), donde se lee también del mismo Eliseo que, sabiendo todo lo que el rey de Siria trataba con sus príncipes en su secreto, lo decía al rey de Israel, y así no tenían efecto sus consejos, hasta tal punto que viendo el rey de Siria que todo se sabía, dijo a su gente: "¿Por qué no me decís quién de vosotros me es traidor acerca del rey de Israel?". Y entonces le dijo uno de sus siervos: "No es así, señor mío, mi rey, sino que Eliseo profeta, que está en Israel, manifiesta al rey de Israel todas las palabras que en tu secreto hablas".

16. La una y la otra manera de estas noticias y experiencias, también como de las otras, acontecen en el alma pasivamente, sin hacer ella nada de su parte. Porque ocurrirá que, estando la persona descuidada y remota, se le pondrá en el espíritu la inteligencia viva de lo que oye o lee, mucho más claro que el sonido de la palabra y, a veces, aunque no entienda las palabras si son en latín o en otro idioma y no lo sabe, se le representa el significado de esas palabras aunque no hable ese idioma.

17. Acerca de los engaños que el demonio puede hacer y hace en esta manera de noticias e inteligencias habría mucho que decir, porque son grandes los engaños y muy encubiertos que de este tipo de experiencias hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que parezca que no hay otra cosa y, si el alma no es humilde y recelosa, sin duda la hará creer mil mentiras. Porque la sugestión hace a veces mucha fuerza en el alma, mayormente cuando participa algo en la flaqueza del sentido, en que hace pegar la noticia con tanta fuerza, persuasión y asiento, que tiene que ejercer el alma entonces harta oración y fuerza para echarla de sí. Porque a veces suele representar pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas, falsamente y con mucha luz, todo con la intención de difamar y con gana de que se descubra aquello, para que se lleven a cabo pecados, poniendo celo en el alma de que es para que los encomiende a Dios o disfrazándolos y vistiéndolos de apariencia de bondad. Que, aunque es verdad que Dios algunas veces representa a las almas santas necesidad, si es de sus prójimos es para que las encomienden a Dios o las remedien, así como leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr. 45, 3) para que le diese acerca de ella doctrina. El demonio falsamente simula algo parecido muy muchas veces para inducir en difamación, pecados, tropiezos y desconsuelos, de lo cual muchos tenemos muy mucha experiencia. Y otras veces pone con gran ímpetu otras noticias y las hace creer.

18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se quisiese sujetar a ellas. Más aún, antes si no tuviese cuidado de negarlas en sí, no sólo la estorbarían, sino aún la dañarían harto y harían errar mucho. Porque todos los peligros e inconvenientes que hemos mencionado, puede haber en las aprehensiones sobrenaturales de las que hasta aquí hemos tratado, y más aún en este tipo de experiencias sobrenaturales. Por tanto, no me alargaré más aquí en esto, pues en renglones pasados hemos dado bastante doctrina, sino sólo diré que debe haber gran cuidado en negarlas siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber, y siempre dando cuenta de estas experiencias a su confesor (o maestro) espiritual, estando siempre a lo que éste dispusiere respecto de las mismas. El cual debe hacer pasar al alma espiritual muy de paso por todo este tipo de experiencias, como de refilón, no haciéndola cargar con nada para así poder avanzar en su camino de unión; pues de estas cosas que pasivamente se dan al alma siempre se queda en ella el efecto que Dios quiere, sin que el alma ponga su diligencia para lograrlo. Y así, no me parece hay por qué explicar aquí el efecto que hacen las experiencias verdaderas ni el que hacen las falsas, porque sería cansar y un no acabar, ya que los efectos de estas no se pueden cobijar bajo una doctrina superflua y fugaz por cuanto, como estas experiencias son muchas y muy variadas, también lo son sus efectos, pues que las buenas los hacen buenos, y las malas, causan malos, etc. Así que diciendo que absolutamente todas se nieguen, queda dicho lo suficiente para no arriesgarse a errar.


6.2.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (144)




CAPÍTULO 40.
Se sigue mostrando cómo dirigir el espíritu al recogimiento interior respecto de las influencias exteriores de lugares, edificios y figuras.


1. La causa, pues, por la que algunos espirituales nunca acaban de entrar en los gozos verdaderos del espíritu, es porque nunca acaban ellos de alzar el apetito del gozo de estas cosas exteriores y visibles. Adviertan estos tales que, aunque el lugar decente y dedicado para oración es el templo y oratorio visible, y la imagen o escultura sea para motivarlos a elevar su espíritu, no ha de llegar a ser esto hasta tal punto que de alguna manera se emplee el fruto y sabor del alma en el templo visible y palpable y se olvide de orar en el templo vivo, que es el recogimiento interior del alma. Porque para advertirnos sobre esto dijo el Apóstol (1 Cor. 3, 6; 6, 19): "Mirad, que vuestros cuerpos son templos vivos del Espíritu Santo, que mora en vosotros". Y a esta consideración nos envía la Escritura que hemos alegado de Cristo (Jn. 4, 24), es a saber: a los verdaderos adoradores conviene adorar en espíritu y verdad. Porque muy poco caso hace Dios de tus oratorios y lugares acomodados si, por tener el apetito y gusto anclado a ellos, tienes algo menos de desnudez interior, que es la pobreza espiritual en negación de todas las cosas que puedes tener o poseer.

2. Debes, pues, para purgar la voluntad del gozo y apetito vano en esto y enderezarlo a Dios en tu oración, sólo mirar que tu conciencia esté pura y tu voluntad entera en Dios, y la mente puesta de veras en Él. Y, como ya he dicho, escoger el lugar más apartado y solitario que pudieres, y convertir y dedicar todo el gozo de la voluntad en invocar y glorificar a Dios, mientras que de esos otros gustillos del exterior no hagas caso, antes mejor los procures negar. Porque, si se hace el alma al sabor de la devoción sensible, nunca atinará a pasar a la fuerza del deleite del espíritu, que se halla en la desnudez espiritual mediante el recogimiento interior.


3.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (168)



CAPÍTULO 13
Se explican otros provechos que causa en el alma esta noche oscura del sentido.


1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía satisfecha el alma de unos y otros ejercicios debido a la codicia del apetito y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda bien reformada porque, como no halla el gusto y sabor que solía (más bien halla en ella sinsabor y trabajo), con tanta templanza usa de los elementos espirituales que por ventura lo que perdía largamente en el anterior estado, ahora es más difícil echarlo a perder. Aunque a los que Dios pone en esta noche comúnmente les da humildad y prontitud -ciertamente puede que con sinsabor-, tiene su fin en que sólo por Dios hagan aquello que se les manda, y no deteniéndose en muchas cosas al no encontrar agrado en ellas.

2. Respecto a la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta sequedad y sinsabor de sentido que halla el alma en las cosas espirituales se librará de aquellas impurezas que allí mencionamos pues, comúnmente, ya dijimos que procedían del gusto que proveniente del espíritu redundaba en el sentido.

3. Sobre las imperfecciones de las que se libra el alma en esta noche oscura acerca del cuarto vicio, que es el de la gula espiritual, se pueden ver allí - aunque no están mostradas todas, puesto que son innumerables-. Por lo tanto aquí no las referiré, porque querría ya concluir con esta noche para pasar a la otra, de la cual tenemos que dar importante palabra y doctrina.

Baste, para entender los innumerables provechos que además de los dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron a dar muchos de los que hemos tenido experiencia, por no tener ellos reformado el apetito en esta golosina espiritual. Porque, como Dios en esta seca y oscura noche en que pone al alma tiene refrenada la concupiscencia y echado el freno del apetito de manera que no se puede cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo (y esto lo va continuando de tal manera que queda incrustada en el alma, reformada y frenada según la concupiscencia y apetito), pierde la fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace en ese aspecto estéril, no usándose el gusto, lo mismo que cuando se cesa de sacar leche de la ubre se secan los conductos lácteos y finaliza su producción. Y, atrofiados de esta manera los apetitos del alma se consigue, además de las ventajas mencionadas, admirables provechos por medio de esta sobriedad espiritual. La razón es que, apagados los apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad espiritual, ya que donde no reina apetito y concupiscencia no hay perturbación, sino paz y consuelo de Dios.

4. Surge de aquí otro segundo provecho, y es que no trae a la mente una ordinaria memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás en el camino espiritual, como hemos dicho. Éste es un beneficio muy grande, siendo a su vez sin embargo de los menores en esta sequedad y purgación del apetito, ya que se purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le adherían por medio de los apetitos y afecciones contaminantes, que de suyo embotan y ofuscan el ánima.


8.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (172)



CAPÍTULO 2
Se continúan mostrando otras imperfecciones que tienen estos contemplativos ya aprovechados.

1. Dos maneras de imperfecciones tienen estos aprovechados: unas son habituales, otras actuales.

Las imperfecciones habituales son las afecciones y hábitos imperfectos que todavía, como raíces, han quedado en el espíritu, donde la purgación del sentido no pudo llegar. En esta purgación del sentido la diferencia que hay con la otra es como la diferencia existente entre la raíz a la rama, o sacar una mancha fresca o una muy asentada y vieja. Porque, como dijimos, la purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación para la del espíritu que, como también hemos dicho, más sirve de acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios. Mas todavía se quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo, aunque a él no se lo parezca ni se dé cuenta de ellas, las cuales si no salen por el jabón y fuerte lejía de la purgación de esta noche, no podrá el espíritu llegar a la pureza de la unión divina.

2. Tienen éstos también la "hebetudo mentis" [es decir, "el embotamiento de la mente", similar al "spiritus vertiginis" -espíritu de confusión- que antes mencionamos. En realidad, es poca la diferencia existente entre los males ahora apuntados y los señalados en el lib. 1º. Aquí apunta más bien la raíz de los mismos, que se eliminan únicamente a través de la purificación del espíritu, que es donde están asentados. Afirma con claridad el Santo que la raíz más profunda de esos males es el pecado, lo que ha de tenerse presente para comprender su antropología] y la rudeza natural que todo hombre contrae por el pecado, así como la distracción y exterioridad del espíritu, lo cual conviene que se ilustre, clarifique y recoja por la penalidad y aprieto de esta noche. Estas habituales imperfecciones, todos los que no han pasado de este estado de aprovechados las tienen; las cuales no pueden estar, como decimos, con el estado perfecto de unión por amor.

3. En las imperfecciones actuales (nota del actualizador: que podrían definirse también como "de actividad") no caen todos de la misma manera. Mas algunos, como traen estos bienes espirituales tan afuera y tan al alcance de su mano en el sentido, caen en mayores inconvenientes y peligros que a sus inicios mencionamos. Porque, como ellos hallan tan a manos llenas tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al sentido y espíritu, donde muchas veces ven visiones imaginarias y espirituales (porque todo esto, con otros sentimientos sabrosos, acontece a muchos de éstos en este estado, en lo cual el demonio y la propia fantasía muy ordinariamente hace trampantojos -es decir, artificios, engaños...- al alma), y como con tanto gusto suele imprimir y sugerir el demonio al alma las aprensiones dichas y sentimientos, con gran facilidad la embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse fuertemente en fe (nota del actualizador: o "agarrándose en la fe") de estas visiones y sentimientos.

Porque aquí hace el demonio a muchos creer visiones vanas y profecías falsas. Es en este puesto donde les procura hacer presumir que habla Dios y los santos con ellos, y creen muchas veces a su fantasía. Aquí también los suele llenar el demonio de presunción y soberbia y, atraídos de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores que parezcan de santidad, como son arrobamientos y otras apariencias. Se hacen así atrevidos a Dios, perdiendo el santo temor, que es llave y custodia de todas las virtudes, y llegan a tantas falsedades y engaños, las cuales suelen multiplicarse en algunos de éstos, y tanto se enraízan en ellos, que es muy dudosa la vuelta de ellos al camino puro de la virtud y verdadero espíritu. En las cuales miserias vienen a dar, comenzando a darse con demasiada confianza a las aprensiones y sentimientos espirituales, cuando comenzaban a aprovecharse en el camino correcto.

4. Habría tanto que decir sobre las imperfecciones de éstos y de cómo les son más incurables por tenerlas ellos como más espirituales que las primeras, que prefiero dejarlo. Sólo digo, para fundar la necesidad que hay de la noche espiritual -que es la purgación para el que ha de avanzar adelante- que casi ninguno de estos aprovechados, por bien que le hayan ido las cosas en su camino de elevación, deja de tener muchas de ese tipo de afecciones naturales y hábitos imperfectos, que dijimos primero ser necesario que preceda la purificación para pasar a continuación a la divina unión.

5. Y, demás de esto, lo que ya dejamos dicho líneas arriba, a saber: que, por cuanto todavía participa la parte inferior en estas comunicaciones espirituales, no pueden ser ellas tan intensas, puras y fuertes como se requieren para la dicha unión. Con lo cual, para poder llegar a esa unión le conviene al alma entrar en la segunda noche del espíritu, donde desnudando al sentido y espíritu de forma perfectamente de todas estas aprensiones y sabores, le han de hacer caminar en oscura y pura fe, que es el propio y el adecuado medio por donde el alma se une con Dios, según vemos por Oseas (2, 20), diciendo: "Yo te desposaré", esto es, te uniré conmigo, por fe.


8.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (55)



9. En estas gracias, si todavía el alma fuese fiel y retirada, no parará el Señor hasta subirla de grado en grado hasta la divina unión y transformación. Porque Nuestro Señor de tal manera va probando al alma y levantándola, que primero la da cosas muy exteriores y bajas según el sentido, conforme a su poca capacidad para que, valiéndose ella como debe, tomando aquellos primeros bocados con sobriedad para tomar fuerza y saborear su sustancia, la lleve a más y mejor manjar. De manera que, si venciere al demonio en lo primero, pasará a lo segundo; y si tambien en lo segundo, pasará a lo tercero; y de ahí adelante todas las siete mansiones, hasta meterla el Esposo en la cela vinaria (Ct. 2, 47) de su perfecta caridad, que son los siete grados de amor.

10. ¡Dichosa el alma que supiere pelear contra aquella bestia del Apocalipsis (12, 3), que tiene siete cabezas, contrarias a estos siete grados de amor, con las cuales contra cada uno hace guerra, y con cada una pelea con el alma en cada una de estas mansiones, en que el alma está ejercitando y ganando cada grado de amor de Dios! Que, sin duda, que si esa alma fielmente peleare en cada una y venciere, merecerá pasar de grado en grado y de mansión en mansión hasta la última, dejando cortadas a la bestia sus siete cabezas con que le hacía la guerra furiosa, como bien dice allí san Juan que le fue dado que pelease contra los santos y los pudiese vencer en cada uno de estos grados de amor, poniendo contra cada uno armas y municiones bastantes (ib. 13, 1­7).
Y así, es de gran dolor que muchos, entrando en esta batalla espiritual contra la bestia, aún no se dispongan para cortarle la primera cabeza, negando las cosas sensuales del mundo. Y ya que algunos acaban con sus reticencias y se la cortan, no le cortan la segunda, que consiste en las visiones del sentido de las que estamos hablando. Pero lo que más duele es que algunos, habiendo cortado no sólo la segunda y primera, sino aún la tercera (que es la que tiene que ver con los sentidos sensitivos interiores, pasando de estado de meditación, y aún más adelante) al tiempo de entrar en lo puro del espíritu, los vence esta espiritual bestia y vuelve a levantarse contra ellos y hacer resurgir hasta la primera cabeza, y acaban siendo las postrimerías de ellos peores que las primerías en su recaída, tomando otros siete espíritus consigo peores que él (Lc. 11, 26).

11. Por tanto el espiritual tiene que negar todas las aprehensiones con los deleites temporales que caen en los sentidos exteriores, si quiere cortar la primera cabeza y segunda a esta bestia, entrando en el primer aposento de amor, y luego en el segundo a través de la vida de fe, no queriendo hacer presa ni embadurnarse con lo que se les da a los sentidos, por cuanto es lo que más deroga a la fe.

12. Luego claro está que estas visiones y aprehensiones sensitivas no pueden ser medio para la unión, pues que ninguna proporción tienen con Dios. Y una de las causas por las que no quería Cristo que le tocase la Magdalena (Jn. 20, 17) y santo Tomás (Jn. 20, 29) era esta.
Y así el demonio gusta mucho cuando una alma quiere admitir revelaciones y la ve inclinada a ellas, porque tiene él entonces mucha ocasión y mano para infiltrar errores y derogar en lo que pudiere a la fe porque, como he dicho, gran rudeza se pone en el alma que las quiere y las desea experimentar, y aun a veces hartas tentaciones e impertinencia.

13. Me he alargado algo en estas aprehensiones exteriores por dar y añadir alguna luz para las demás de las que luego hemos de tratar. Pero había tanto que decir en esta parte que sería un nunca acabar, y entiendo que en ese sentido he abreviado demasiado. Sólo con decir que tenga cuidado de no admitirlas nunca como norma general, si no fuese algo con algún muy raro parecer (y aún entonces, sin tener ninguna gana de ellas) creo es suficiente para esta parte con lo ya dicho.


9.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (86)



CAPÍTULO 26.
Se aborda el conocimiento de las verdades desnudas en el entendimiento, se explican de dos maneras y se muestra cómo se ha de comportar el alma acerca de ellas.


1. Para hablar propiamente de este conocimiento de verdades desnudas que se da al entendimiento, era necesario que Dios tomase la mano y moviese la pluma, porque sepa el lector que excede toda palabra lo que ellas son para el alma en sí mismas. Mas, pues yo no hablo aquí de ellas de propósito, sino sólo para ilustrar y dirigir el alma en ellas a la divina unión, deberemos abordar la difícil cuestión de hablar de ellas aquí breve y modificadamente, por lo menos cuanto baste para el dicho intento.

2. Esta manera de visiones o, por decirlo mejor, de ilustraciones de verdades desnudas, es muy diferente de la que acabamos de decir en el capítulo 24, porque no es como ver las cosas corporales con el entendimiento, sino que consiste en entender y ver verdades de Dios o de las cosas que son, fueron y serán, lo cual es muy conforme al espíritu de profecía, como por ventura se declarará después.

3. De donde es de notar que este género de conocimientos se distinguen de dos formas: unos abordan el alma con elementos acerca del Creador, otras acerca de las criaturas, como hemos dicho. Y aunque las unas y las otras son muy sabrosas para el alma, el deleite que causan en ella las que son de Dios no hay cosa a que se le pueda comparar, ni vocablos ni términos con qué describirlo, porque son conocimiento del mismo Dios y deleite del mismo Dios que, como dice David (Sal. 39, 6), no hay como Él ninguna otra cosa. Y es que estas experiencias nos llegan directamente con conocimiento acerca de Dios, sintiendo altísimamente de algún atributo de Dios, ahora de su omnipotencia, ahora de su fortaleza, ahora de su bondad y dulzura, etc., y todas las veces que se siente, se impregna en el alma aquello que se siente. Que, por cuanto es pura contemplación, ve claro el alma que no hay cómo se podría explicar algo de ello, si no fuese decir algunos términos generales que la abundancia del deleite y bien que allí sintieron les hace decir a las almas a quienes les ocurre, mas no lo suficiente como para terminar de entender por completo lo que allí el alma gustó y sintió.

4. Y así David (Sal. 18, 10­11), tras haber pasado algo de esto, sólo dijo de ello con palabras comunes y generales: "Los juicios de Dios" -esto es, las virtudes y atributos que sentimos en Dios-, "son verdaderos, en sí mismos justificados, mucho más deseables que el oro y que la piedra preciosa, y sobradamente más dulces que el panal y la miel". Y de Moises leemos (Ex. 34, 6­7) que en una altísima noticia que Dios le dio de sí, una vez que pasó delante de el, sólo dijo lo que se puede decir por los mencionados términos comunes y fue que, pasando el Señor por él en aquella experiencia, se postró Moises muy aprisa en la tierra, diciendo: "Emperador, Señor, Dios misericordioso y clemente; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares". Donde se ve que, no pudiendo Moises declarar lo que en Dios conoció en una sola comunicación, lo dijo y rebosó por todas aquellas palabras.
Y aunque a veces sobre las tales comunicaciones se dicen palabras, bien ve el alma que no ha dicho nada de lo que sintió, porque ve que no hay palabra acomodada para poder nombrar aquello. Y así san Pablo (2 Cor. 12, 4), cuando tuvo aquella suprema comunicación de Dios, procuró no decir nada, solo decir que no era lícito al hombre tratar de ello.


6.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (114)



4. Que sea una obra más baja tambien está claro, porque las potencias del alma no pueden de suyo hacer reflexión y operación, sino sobre alguna forma, figura e imagen que previamente hayan recibido, y esta es su materia y la sustancia de su espíritu, que viene a ser el sustrato interior del que se forman luego las interpretaciones de quienes tratan de retener estas comunicaciones. La auténtica sustancia o espíritu no se une con las potencias del alma en verdadera inteligencia y amor, si no es cuando ya cesa la operación de esas mismas potencias, dado que la pretensión y fin de la tal operación no es sino venir a recibir en el alma la sustancia entendida y amada de aquellas formas, o sea, su ser íntimo. De donde la diferencia que hay entre la operación activa y el mantenerse pasivamente, así entendida como sus provechos, es la que hay entre lo que se está haciendo y lo que ya está hecho, que es como entre lo que se pretende conseguir y alcanzar -tratar de actuar activamente- y entre lo que está ya conseguido y alcanzado -la obra ya realizada pasivamente-.
De donde también se concluye que, si el alma quiere emplear activamente sus potencias en las tales aprehensiones sobrenaturales (en que, como hemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a hacer, y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría nada sino impedir los efectos de lo ya concluido y de la obra terminada porque, como decimos, no pueden llegar de suyo propio y por sus propios medios al espíritu que Dios daba al alma sin el ejercicio de las potencias activamente. Con lo cual ciertamente sería apagar el espíritu que de las dichas aprehensiones imaginarias Dios infunde, si el alma hiciese caudal de ellas para tratar de retenerlas. Más bien las ha de dejar hacer sus efectos disponiéndose en ellas pasiva y negativamente -es decir, sin tratar de reafirmarlas o afianzarlas-, porque entonces Dios mueve al alma a más de lo que ella pudiera ni supiera llegar. Que, por eso mismo, dijo el profeta (Hab. 2, 1): "Estaré en pie sobre mi custodia y afirmaré el paso sobre mi munición, y contemplaré lo que se me dijere", que es como si dijera: "levantado estaré sobre toda la guardia de mis potencias, y no daré paso adelante en mis operaciones, y así podre contemplar lo que se me dijere", esto es, "entenderé y gustaré lo que se me comunicare sobrenaturalmente".

5. Y lo que también se alega del Esposo (Ct. 8, 6) se entiende aquello del amor que pide a la Esposa, que tiene por oficio entre los amados de asimilar el uno al otro como parte principal de su unión. Y por eso él le dice a ella que le ponga en su corazón por señuelo (Ct. 8, 6), donde todas las saetas de amor de la aljaba vienen a dar, que son las acciones e ímpetus de amor, con el fin de que todas den en el blanco de dicho corazón estando allí por señuelo de ellas, y así todas sean para Él, y así se asemeja el alma a Él por las acciones y movimientos de amor, hasta transformarse finalmente en Él. Y dice que le ponga también como señuelo en el brazo, porque en él está el ejercicio de amor, pues en él se sustenta y regala el Amado.

6. Por tanto, de todo lo que el alma ha de procurar en todas las aprehensiones que de la divinidad le vinieren (así imaginarias como de otro cualquier género, da lo mismo visiones que locuciones, o sentimientos, o revelaciones) es no haciendo caso de la letra y corteza, esto es, de lo que significa o representa o de lo que da a entender, sólo advertir en tener el amor de Dios que interiormente le causan al alma. Y de esta manera han de hacer caso de los sentimientos no de su sabor, ni de su suavidad, ni de sus figuras, sino de los sentimientos de amor que le causan.
Y para sólo este efecto bien podrá algunas veces acordarse de aquella imagen y aprehensión que le causó el amor, para poner el espíritu en motivo y enfocado hacia ese amor porque, aunque no hace después tanto efecto cuando se acuerda como la primera vez que se le comunicó, todavía cuando se acuerda se renueva el amor, y hay levantamiento de mente en Dios, mayormente cuando es el recuerdo de algunas figuras, imágenes o sentimientos sobrenaturales que suelen sellarse e imprimirse en el alma, de manera que duran mucho tiempo, y algunas nunca se quitan del alma. Y estas que así se sellan en el alma, casi cada vez que el alma advierte en ellas le hacen divinos efectos de amor, suavidad, luz, etc., unas veces más, otras menos, porque para esto se las imprimieron. Y así, es una gran gracia a quien Dios le hace esto, porque es tener en sí una mina de bienes a los cuales recurrir.

7. Estas figuras que hacen los tales efectos están asentadas vivamente en el alma, que no son como las otras imágenes y formas que se conservan en la fantasía y así, no tiene por qué ni le es necesario al alma acudir a su imaginación para hacerse con ellas cuando se quisiere acordar, porque ve que las tiene en sí misma, como se ve la imagen en el espejo. Cuando acaeciere a alguna alma tener en sí las dichas figuras formalmente, bien podrá acordarse de ellas para el efecto de amor que dije, porque no le estorbarán para la unión de amor en fe, como no quiera embeberse en la figura en sí, sino aprovecharse del amor -o sea, de sus efectos-, dejando luego la figura, con lo cual y teniendo presente esta premisa, le ayudará.

8. Dificultosamente se puede conocer cuándo estas imágenes están impresas en el alma y cuándo en la fantasía, porque las de la fantasía también suelen ser muy frecuentes. Y es que algunas personas suelen ordinariamente traer en la imaginación y fantasía visiones imaginarias y con gran frecuencia se las representan de una determinada manera, bien porque estén dadas a fantasear, con lo cual por poco que piensan enseguida se les representa y dibuja aquella figura ordinaria en la fantasía, o bien porque se las pone el demonio, aunque también puede ocurrir que sea porque se las pone Dios, sin que se impriman en el alma formalmente.
Pero se pueden conocer de qué clase de estos tipos son por los efectos, porque las que son naturales o del demonio, por más que se acuerden de ellas, no ejercen ningún efecto bueno ni producen un buen fruto ni llevan a renovación espiritual en el alma, sino que secamente las miran. Pero las que son buenas, al menos, acordándose de ellas hacen algún efecto bueno del mismo tipo que aquel que hizo al alma la primera vez que las recibió. Finalmente las formales que se imprimen en el alma, casi siempre que las advierte o las revive le hacen algún efecto.

9. El que hubiere tenido estas comunicaciones y experiencias conocerá fácilmente las unas y las otras, porque está muy clara la enorme diferencia al que posee experiencia. Sólo digo que las que se imprimen formalmente en el alma con duración, ocurren más raras veces. Pero en cualquier caso sean de estas, o de otro tipo, bueno le es al alma no querer comprehender nada, sino a Dios por fe en esperanza.
Y respecto a lo mencionado sobre la objeción, esto es, que puede parecer soberbia desechar estas cosas si son buenas, digo que antes es prudente humildad aprovecharse de ellas en el mejor modo, como ya queda dicho y ya hemos explicado cuál es, y guiarse por tanto por lo que sea más seguro, como también explicamos.


8.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (116)



CAPÍTULO 15.
Resumen de la forma general en que ha de gobernarse el espiritual respecto al sentido de la imaginación, memoria y creatividad mental.


1. Para concluir, pues, con esta sección referente a la memoria, será bien poner aquí al lector espiritual en una especie de epílogo el modo que universalmente ha de usar para unirse con Dios según este sentido; porque, aunque en lo dicho hasta ahora queda bien entendido, todavía resumiéndolo más ampliamente lo comprenderá más fácilmente.
Para lo cual ha de advertir que, pues lo que pretendemos es que el alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que se espera es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de otras cosas, más capacidad hay y más habilidad para tener esperanza sobre lo que se espera y, consiguientemente más abundante esperanza, y que cuantas más cosas se poseen, menos capacidad y habilidad hay para esperar, y consiguientemente menos esperanza, según esto cuanto más el alma liberare la memoria de formas y elementos a memorizar que no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la tendrá para esperar de Él con la capacidad de su memoria centrada en Él. Lo que ha de hacer, pues, para vivir en entera y pura esperanza de Dios, es que todas las veces que le ocurrieren noticias, formas e imágenes distintas, sin conceder que se asienten en la memoria, vuelva enseguida el alma a Dios en vacío de todo aquello que trata de ocupar su memoria, haciendo esto con afecto amoroso, no pensando ni mirando en aquellas cosas más de lo que le bastan las memorias de ellas para entender (y hacer) lo que es obligado, si ellas fueren de cosa tal. (Nota del corrector: Es decir, memorizar para el trabajo, los estudios o el quehacer diario, sin dejarse dominar ni aprisionar por esos datos ni imágenes). Y esto, sin poner en ellas afecto ni gusto, con el fin que no dejen efecto de sí en el alma. Y haciendo esto no tiene que dejar la persona de pensar y acordarse de lo que debe hacer y saber que, como no hay aficiones de propiedad, no le harán daño. Aprovechan para esto los versillos del Monte que están en el capítulo 13 del primer libro.

2. Pero tenemos que advertir aquí que no por eso convenimos, ni queremos convenir en esta nuestra doctrina con la de aquellos pestíferos hombres que, persuadidos de la soberbia y envidia de Satanás, quisieron quitar de delante de los ojos de los fieles el santo y necesario uso e ínclita veneración de las imágenes de Dios y de los Santos, antes esta nuestra doctrina es muy diferente de aquella. Porque aquí no tratamos que no haya imágenes y que no sean veneradas, como ellos dicen, sino damos a entender la diferencia que hay de ellas a Dios, y que de tal manera pasen por lo pintado, que no impidan de ir a lo vivo. No deben estas prácticas hacer más presa ni ocuparnos más atención de la que basta para ir a lo espiritual, que es en definitiva su fin.
Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando se toma y se repara en el medio más que por solo medio, nos podemos entretener y detener tanto en ese medio que acaba estorbando e impide tanto en su caso como cualquier otro impedimente diferente. Sobre todo y en muchos casos en lo que yo más pongo la atención para que no se desvíe el espiritual es en las imágenes y visiones sobrenaturales, puesto que acerca de las cuales o por medio de ellas se producen y nos pueden llegar muchos engaños y peligros.
Porque acerca del recuerdo, memoria, veneración y estimación de las imágenes, que materialmente la Iglesia Católica nos propone, ningún engaño ni peligro puede haber, pues en ellas no se estima otra cosa sino lo que representan. Ni la memoria de ellas dejará de hacer provecho al alma, pues aquella no se tiene sino con amor de al que representan que, mientras uno no repare en ellas más que para ese fin, siempre le ayudarán a la unión de Dios, dejando por tanto volar al alma cuando Dios la hiciere el favor de concederle tal experiencia, de lo pintado a Dios vivo, en olvido de toda criatura y cosa de criatura o creada.


26.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (190)



2. Pero fue dichosa ventura en esta alma el que Dios en esta noche le adormeciese toda la gente doméstica de su casa, esto es, todas las potencias, pasiones, afecciones y apetitos que viven en el alma sensitiva y espiritualmente, para que ella, sin ser notada, esto es, sin ser impedida de estas afecciones, etc., (por quedar ellas adormecidas y mortificadas en esta noche, en que las dejaron a oscuras para que no pudiesen notar ni sentir a su bajo modo natural e impidiesen con ello al alma el salir de sí y de la casa de la sensualidad) llegase a la unión espiritual de perfecto amor de Dios.

3. ¡Oh, cuán dichosa ventura es poder el alma librarse de la casa de la sensualidad! Es algo que sólo lo puede entender, a mi ver, el alma que ha gustado de ello. Porque esa alma verá claro cuán mísera servidumbre era la que tenía y a cuántas miserias estaba sujeta cuando lo estaba a la obra de sus potencias y apetitos, y conocerá cómo la vida del espíritu es verdadera libertad y riqueza que trae consigo bienes inestimables, como iremos notando algunos de ellos en las siguientes estrofas, en las cuales se mostrará más claramente cuánta razón tiene el alma de cantar por dichosa ventura el paso de esta horrenda noche que acabamos de decir.


CAPÍTULO 15

Se muestra la segunda poesía y su explicación.


Canción 2ª:

A oscuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.


Explicación:

1. Va el alma cantando en esta poesía todavía algunas propiedades de la oscuridad de esta noche, repitiendo la buena dicha que le llegó con ellas. Las dice además, respondiendo a cierta objeción tácita, para que no se piense que, por haber en esta noche y oscuridad pasado por tanta tormenta de angustias, dudas, recelos y horrores como se ha dicho, corría por eso más peligro de perderse, porque antes en la oscuridad de esta noche se ganó -y no se perdió- dado que en ella se libraba y escapaba sutilmente de sus contrarios, que le impedían siempre el paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y disfrazada con tres libreas y colores que después diremos. Y por una escala muy secreta -que ninguno de la casa conocía la cual, como también en su lugar notaremos, no es más que la viva fe-, salió tan encubierta y en celada para poder realizar correctamente su tarea, de tal forma que no podía dejar de ir muy segura en estas acciones, mayormente estando ya en esta noche purgativa los apetitos, afecciones y pasiones, etc. de su ánima adormecidos, mortificados y apagados, que son los que, cuando estaban despiertos y vivos, no se lo consintieron. Se sigue, entonces, el verso, y dice así:


A oscuras y segura.


CAPÍTULO 16
Se muestra el primer verso de la estrofa y se explica cómo, yendo el alma a oscuras, va segura.


1. La oscuridad de la que el alma habla aquí ya hemos mencionado que es respecto de los apetitos y potencias sensitivas, interiores y espirituales, por cuanto todas se oscurecen de su natural lumbre en esta noche con objeto de que, purgándose respecto a ellas, puedan ser ilustradas en lo que toca a lo sobrenatural. Porque los apetitos sensitivos y espirituales están adormecidos y amortiguados sin poder gustar de cosa ni divina ni humana; las afecciones del alma, oprimidas y apretadas, sin poderla mover a ella ni hallar apoyo en nada; la imaginación, atada, sin poder hacer algún discurso de bien; la memoria, anulada; el entendimiento, entenebrecido, sin poder entender cosa, y de aquí también la voluntad seca y apretada, y todas las potencias vacías e inútiles y, sobre todo esto, una espesa y pesada nube sobre el alma, que la tiene angustiada y ajenada de Dios. De esta manera de oscuridad dice aquí el alma que iba segura.

2. La causa de esto está bien declarada y es que, ordinariamente, el alma nunca yerra sino por sus apetitos o sus gustos, o sus discursos, o sus inteligencias, o sus afecciones e imaginaciones. Esto es así dado que de ordinario en estos recursos excede o falta, o varía o desatina, o da en algo y se inclina en lo que no conviene. Por lo cual, impedidas todas estas operaciones y movimientos, claro está que queda el alma segura de errar en ellos, porque no sólo se libra de sí (nota del actualizador: de sus enemigos internos, o sea, la carne), sino también de los otros enemigos, que son mundo y demonio, los cuales apagadas las afecciones y operaciones del alma no le pueden hacer guerra por otra parte ni de otra manera.


10.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (205)



10. Todo esto que hemos dicho ocurre en el alma pasivamente, sin ser ella parte en hacer y deshacer respecto de ello. Pero se debe en este punto saber que, cuando el ángel bueno permite al demonio esta ventaja de alcanzar al alma con este espiritual horror, lo hace para purificarla y disponerla con esta vigilia espiritual para alguna gran fiesta y merced espiritual que le quiere hacer, puesto que el Señor nunca mortifica sino para dar vida, ni humilla sino para ensalzar (1 Re. 2, 6-7 ). Lo cual acontece al poco de superar estos escollos, en donde el alma, conforme a la purgación tenebrosa y horrible que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a veces tan elevada que no hay lenguaje para describirla. Por ello se dispuso mucho el espíritu con el antecedente horror del espíritu malo para poder así recibir este bien, puesto que estas visiones espirituales más son de la otra vida que de ésta, y, cuando se ve una, dispone para poder acceder a otra.

11. Lo dicho se entiende acerca de cuando visita Dios al alma por medio del ángel bueno, en lo cual no va el alma -según se ha dicho- totalmente tan a oscuras y encubierta que no le alcance algo el enemigo. Pero cuando Dios por sí mismo la visita, entonces se verifica bien el mencionado verso, porque entonces totalmente a oscuras y en celada del enemigo recibe las gracias espirituales de Dios. La causa es porque como Su Majestad mora sustancialmente en el alma, donde ni ángel ni demonio puede llegar a entender lo que pasa, no puede conocer las íntimas y secretas comunicaciones que entre ella y Dios allí suceden. Estas, por cuanto las hace el Señor por sí mismo, son totalmente divinas y soberanas, porque todos son toques sustanciales de divina unión entre el alma y Dios, en uno de los cuales -por ser éste el más alto grado de oración que existe- recibe el alma mayor bien que en todo el resto.

12. Porque éstos son los toques que ella le entró pidiendo en los Cantares (1, 1): "Osculetur me osculo oris sui" ("me besó con el beso de su boca"), etc. Que por ser esta comunicación tan a lo íntimo que pasa con Dios -donde el alma con tantas ansias desea llegar- estima y anhela un toque de esta Divinidad más que todas las demás gracias que Dios le hace. Por lo cual, después que en los dichos Cantares le había hecho muchos favores que ella allí ha contado, no hallándose satisfecha dice, pidiendo estos toques divinos: "¿Quién te me dará hermano mío, que te hallase yo sola afuera mamando de los pechos de mi madre, porque con la boca de mi alma te besase, y así no me despreciase ni se me atreviese ninguno?" (8, 1). Dando a entender por esto que, siendo la comunicación que Dios le hiciese en total intimidad -como estamos diciendo- fuera y aparte de todas las demás criaturas -que esto es lo que quiere decir "solo y afuera mamando" esto es, desecando y apagando los pechos de los apetitos y afecciones de la parte sensitiva (nota del actualizador: el ejemplo se entiende mejor desde el punto de vista de una madre dando de mamar -alimentando- la parte mundana y sensitiva; el Santo, por tanto, se refiere a dejar de alimentar y vigorizar esa parte, no dándole el pecho, o sea, secando la fuente que les da fuerza, brío y vitalidad, y apagando los apetitos)-, todo lo cual sucede cuando ya con libertad de espíritu (sin que la parte sensitiva alcance a impedirlo, ni el demonio por medio de esa parte sensitiva pueda contradecirlo ni oponerse), goza el alma en sabor y paz íntima de estos bienes. Es entonces que no se le atrevería a plantarle batalla el demonio, porque no los alcanzaría ni podrá llegar a entender estos divinos toques en la sustancia del alma con la amorosa sustancia de Dios.

13. A este bien ninguno llega si no es por íntima purgación y desnudez y escondite -alejamiento- espiritual de todo lo que es criatura (nota del actualizador: nótese aquí que el Santo menciona explícitamente "escondrijo espiritual de toda criatura", que es más valioso -aunque no tiene por qué ser contrario lo uno con lo otro- al escondrijo o alejamiento material). Lo cual a oscuras, como abundantemente hemos tratado durante largas explicaciones anteriores y seguimos diciendo respecto de este verso "en celada y escondido", y también escondido -o sea, oculto-, como ahora hemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por amor. Y por eso lo canta ella en el mencionado verso, en el cual dice: "a oscuras y en celada".


14.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (178)



4. Mas para lograrse alcanzar la meta, aunque sean fuertes estos sufrimientos no por ello son más rápidos, porque duran algunos años. Entretando se superponen en medio ciertos altibajos y alivios, en que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y amorosamente y en esos instantes el alma, como si le hubieran dado salida de tales mazmorras y tales prisiones y la hubiesen puesto en recreación de esplendor y libertad, siente y gusta gran suavidad de paz y cercanía amorosa con Dios, con abundancia de una fácil comunicación espiritual.

Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha purgación y pre-anuncio de la abundancia que la espera. Y aún esto se da en tal grado a veces, que le parece al alma que ya han concluido sus trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el alma, cuando son más puramente espirituales, en donde las cuales, cuando son trabajos, le parece al alma que nunca ha de salir de ellos y que se le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las escrituras alegadas. Y a su vez, cuando son bienes espirituales también le parece al alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó diciendo: "Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre".

5. Y esto ocurre debido a que la posesión actual de un contrario en el espíritu de suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro contrario, lo cual no sucede así en la parte sensitiva del alma, por ser débil de aprensión. Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y dicho que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le queda piensa que ya se acabaron sus trabajos.

6. Mas este pensamiento ocurre las menos de las veces porque, hasta que está terminada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un no sé qué sobre lo que le falta o lo que está aún por hacer, que no le deja cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un enemigo suyo que, aunque está como sosegado y dormido, se recela que volverá a revivir y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más segura está y menos se da cuenta, vuelve a tragar y absorber el alma en otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual dura otra temporada, por ventura más larga que la primera. Y aquí el alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para siempre, que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que gozó después del primer trabajo en que también pensaba que ya no había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de aprieto que ya todo está acabado y que no volverá a gozar como la vez pasada. Porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él todo lo que a ella es contrario.

7. Esta es la causa por la que los que yacen en el purgatorio padecen grandes dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de acabar sus penas. Porque, aunque habitualmente tienen las tres virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la actualidad que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios no les deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque, aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela esto dado que les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal cosa son dignos. Por contra, como se ven privados de Él y puestos en sus miserias, les parece que con lógica y mucha razón tienen por qué ser aborrecidos y desechados de Dios para siempre.

Y así, el alma situada en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a Dios y que daría mil vidas por Él (como es así la verdad, porque en estos trabajos aman con mucha veracidad estas almas a su Dios), con todo no les es alivio esto, antes les causa más pena. Y es que, queriéndole ellas tanto hasta el punto en que no tienen otra cosa que les dé cuidado ni les preocupe, como se ven tan miserables no pudiendo creer que Dios las quiera a ellas ni que tienen ni tendrán jamás motivos por qué quererlas, sino antes encuentran muchos motivos y muestras de por qué ser aborrecidas no sólo de Él, sino de toda criatura para siempre, se duelen de ver en sí tantas causas por las cuales merezcan ser desechadas de quien ellas tanto quieren, anhelan y desean.


23.2.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (160)



CAPÍTULO 7
Se muestran las imperfecciones respecto de la envidia y hastío espiritual.


1. Acerca también de los otros dos vicios, que son envidia y acidia espiritual (nota del actualizador: "acidia" o "acedia" es una palabra del castellano antiguo, que se refiere a hastío o tibieza en el cumplimiento de las obligaciones religiosas), no dejan estos principiantes de tener notables imperfecciones. Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen tener movimientos de molestarles el bien espiritual de los otros, dándoles alguna pena sensible en el caso que les lleven ventaja en este camino, y no querrían ver que a los otros los alaben o feliciten en este aspecto. Debido a ello se entristecen de las virtudes ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario, deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y se remueven por dentro cuando no hacen con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser preferidos en todo. Todo lo cual es muy contrario a la caridad ya que esta virtud, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza de la verdad y, si alguna envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener las virtudes del otro, con gozo de que el otro las tenga, y agradándole el que todos le lleven la ventaja porque sirven a Dios, siendo que esa persona está tan falto en ello (nota del actualizador: puesto que el principiante auténticamente devoto cree no poder ser tan perfecto como los demás, se alegra de que al menos los demás sean en ese aspecto mejores que él, puesto que así sirven mejor también a Dios, que es lo importante).

2. También, acerca de la tibieza espiritual, suelen tener tedio en las cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas que contradicen al gusto sensible puesto que, como ellos están tan endulzados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas las aborrecen. De esta manera, si una vez no hallaron en la oración la satisfacción que pedía su gusto (porque en realidad les conviene que Dios les retire el gozo para probarlos), no querrían volver a ella, o a veces la dejan o van de mala gana. Y así, por este tedio, posponen el camino de perfección, que es el de la negación de su voluntad y gusto por amor a Dios, al gusto y sabor de la voluntad divina, y no de la de ellos, a la cual en esta manera de obrar andan ellos por satisfacer más que a la de Dios.

3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren, y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les surge que, muchas veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto llegan a pensar que no es voluntad de Dios. Por el contrario cuando ellos se satisfacen creen que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo mismos y bajo sus medidas, y no a sí mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que el mismo Señor enseñó en el Evangelio (Mt. 16, 25), diciendo que el que perdiese su voluntad por Él, ese la ganaría, y la persona que la quisiese ganar, ése la perdería.

4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene gusto para ellos. Ocurre así porque se andan al regalo y sabor del espíritu, con lo cual son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección, hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con tristeza de toda cosa áspera. Este tipo de principiantes se ofenden de la cruz, en la cual están los deleites del espíritu, y en las cosas que son más espirituales más tedio tienen porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus anchuras y a gusto de su voluntad, se les produce una gran tristeza y repugnancia entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), es el camino que lleva a la vida (nota del actualizador: a este respecto se puede ver la carta a Ana de S. Alberto, de 1582).