Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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7.4.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (202)



10. Sobre el blanco y el verde, para el remate y poder perfeccionar este disfraz y librea lleva aquí el alma el tercer color, que es una excelente toga roja, por la cual es denotada la tercera virtud, que es la caridad, con la que no solamente da gracia a las otras dos virtudes sino que además hace levantar tanto al alma de su puesto que la pone cerca de Dios con una figura tan hermosa y agradable, que se atreve ella a decir: "Aunque soy morena, ¡oh hijas de Jerusalén!, soy hermosa; y por eso me ha amado el rey, y metídome en su lecho" (Ct. 1, 4).

Con esta librea de caridad, que es ya la del amor -y que en el Amado refuerza más ese amor-, no sólo se ampara y se cubre el alma del tercer enemigo, que es la carne (porque donde hay verdadero amor de Dios, no entrará amor de uno mismo ni de sus propia cosas (nota del actualizador: todo se dirige a Dios como único fin, motivo y dedicación)), sino que también hace válidas a las demás virtudes, dándoles vigor y fuerza para proteger al alma, y gracia y donaire para agradar al Amado con ellas. Y es que sin caridad ninguna virtud es graciosa delante de Dios, ya que ella es la púrpura que se dice en los Cantares (3, 10) sobre la que se recuesta Dios una vez encontrándose en el alma. De esta librea rojiza va el alma vestida cuando -como ya quedó mostrado en la primera poesía- en la noche oscura sale de sí y de todas las cosas creadas y materiales, yéndose con ansias en amores inflamada por esta secreta escala de contemplación, camino a la perfecta unión de amor de Dios, el cual es su amada y deseada salud.

11. Este, pues, es el disfraz que el alma dice que lleva en la noche de fe por esta secreta escala, y éstas son las tres tonalidades de esa vestimenta; dichos tonos (nota del actualizador: recordemos que los tonos o colores no son más que representaciones de las virtudes que les dan su sentido) son una acomodadísima disposición para unirse el alma con Dios según sus tres potencias, las cuales son: entendimiento, memoria y voluntad.

Porque la fe oscurece y vacía al entendimiento de toda su inteligencia y en esto le dispone para unirle con la Sabiduría divina.

Y la esperanza vacía y aparta la memoria de toda la posesión de criatura puesto que, como nos dice san Pablo (Rm.8,24), la esperanza es de lo que no se posee (nota del actualizador: ya que si se poseyera no habría esperanza, puesto que ya se posee), y así aparta la memoria de todo lo que no sea lo que quiere poder poseer, poniéndola en lo que espera. Y por esto solo la esperanza de llegar a Dios por sí sola dispone ya a la memoria para unirla con Dios puramente.

La caridad, ni más ni menos, vacía y aniquila las afecciones y apetitos de la voluntad de cualquier cosa que no es Dios, y sólo se los pone en Él, por lo tanto esta virtud dispone esta potencia -la de la voluntad- y la une con Dios por amor. Y así, puesto que estas virtudes tienen por oficio apartar al alma de todo lo que es menos que Dios, ellas tienen consiguientemente el efecto de favorecer a su vez poder juntar el alma con Dios.

12. Y por lo tanto, sin caminar a las veras con el traje de estas tres virtudes es imposible llegar a la perfección de unión con Dios por amor. De esto se desprende que para alcanzar el alma lo que pretendía -que era esta amorosa y deleitosa unión con su Amado-, muy necesario y conveniente traje y disfraz fue este que aquí tomó el alma. Y también fue una gran dicha y una buena ventura acertar a vestirse con él y perseverar así cubierta hasta conseguir la pretensión y el fin tan deseado como era la unión de amor, y por eso nos lo dice este verso:


¡Oh dichosa ventura!


CAPÍTULO 22
Se explica el tercer verso de la segunda poesía.


1. Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa -como así decidió salir-, en la cual se libró del demonio y del mundo, y también de su misma sensualidad como hemos dicho, y alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos los componentes de su ser. Por un lado, del espíritu salió de lo bajo a lo alto; por el otro, de terrestre se hizo celestial, y finalmente de humana se hizo divina, llegando así a tener su conversación en los cielos (Flp. 3, 20), como acontece en este estado de perfección al alma. Esto es lo que abordaremos en lo que nos resta, aunque ya con un poco más de brevedad.


2.8.17

Indulgencias a aplicar por las ánimas del purgatorio


Era costumbre entre los fieles devotos hacer una elección, al azar, de un número para dedicarle, por un determinado periodo de tiempo (una semana, un mes, dos meses...) todas las indulgencias que el fiel cristiano conseguía, para aplicarlas por esas ánimas del purgatorio.

El procedimiento es sencillo: echa un número a suerte, y mira en el listado a continuación las almas con ese mismo número, haciendo reflexión y meditación sobre las culpas y penas de esas ánimas, ruega entonces por ellas, y pídeles que te consigan la gracia de no caer en semejantes culpas. Este es un buen ejercicio no solo que alivia a las ánimas, sino que también nos sirve de arrepentimiento personal, introspección y examen de conciencia.

4.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (169)



5. Hay otro provecho muy grande en esta noche para el alma, y es que se ejercita en las virtudes en conjunto, como en la paciencia y longanimidad, que se mejoran bien en estos vacíos y sequedades al sufrir perseverando en los espirituales ejercicios sin consuelo y sin gusto. Se ejercita también la caridad de Dios, pues ya no por el gusto atraído y saboreado que halla en la obra es la persona movida, sino sólo por Dios. Ejercita aquí también la virtud de la fortaleza, porque en estas dificultades y sinsabores que halla en el obrar saca fuerzas de sus flaquezas, y así se hace fuerte. Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma en estas sequedades.

6. Y sobre que en esta noche consigue el alma estos cuatro provechos que ya hemos dicho, conviene a saber: delectación de paz, ordinaria memoria y solicitud de Dios, limpieza y pureza del alma y el ejercicio de virtudes que acabamos de decir, lo menciona David (Sal. 76, 4), como lo experimentó él mismo estando en esta noche, por estas palabras: "Mi alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé consuelo y me ejercité, y desfalleció mi espíritu". Y luego dice (v. 7): "Y medité de noche con mi corazón, y me ejercitaba, y barría y purificaba mi espíritu", eso es, de todas las afecciones.

7. Acerca de las imperfecciones de los otros tres vicios espirituales que allí dijimos que son la ira, envidia y acidia o hastío, también en esta sequedad del apetito se purga el alma y adquiere las virtudes a ellas contrarias puesto que, moldeable y humillada por estas sequedades y dificultades y otras tentaciones y trabajos en que entre las introspecciones de esta noche Dios la ejercita, se hace mansa para con Dios y para consigo, así como también para con el prójimo. Por lo tanto ya no se enoja con alteración sobre las faltas propias contra sí misma, ni sobre las ajenas contra el prójimo, ni acerca de Dios trae disgusto y querellas descomedidas porque no le hace pronto lo bueno que desea.

8. Respecto de la envidia, también aquí tiene caridad con los demás porque, si alguna vez sufre envidia, no es viciosa como antes solía cuando le daba pena que otros fuesen a él preferidos y que le llevasen la ventaja, puesto que ya aquí se la tiene mostrada y se da cuenta que los otros son mejores que ella misma, al verse tan miserable como se ve. Y así es que la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa, deseando imitarlos en sus obras y aspectos buenos, lo cual es mucha virtud.

9. Las acidias, hastíos y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales tampoco son viciosas como antes, puesto que aquéllos procedían de los gustos espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los hallaba. Sin embargo estos otros tedios no proceden de esta flaqueza del gusto, porque se la tiene Dios retirada respecto a todas las cosas, al situarla en esta purgación del apetito.

10. Además de estos provechos que mencionamos, otros innumerables se consiguen por medio de esta seca contemplación. Porque en medio de estas sequedades y aprietos muchas veces, cuando menos se piensa, comunica Dios al alma suavidad espiritual y amor muy puro y noticias espirituales, a veces muy delicadas, cada una de mayor provecho y valor que cuanto antes gustaba, aunque sin embargo el alma al principio no piensa así, porque es muy delicada la influencia espiritual que aquí se da, y por ello no la percibe el sentido.

11. Finalmente, por cuanto aquí el alma se purga de las afecciones y apetitos sensitivos consigue libertad de espíritu, por lo que se van granjeando los doce frutos del Espíritu Santo. También aquí admirablemente se libra de las manos de los tres enemigos: mundo, demonio y carne porque, apagándose el sabor y gusto sensitivo acerca de las cosas mundanas y materiales, no tiene el demonio, ni el mundo, ni la sensualidad armas ni fuerzas contra el espíritu.

12. Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con pureza en el amor de Dios, puesto que ya no se mueve a obrar por el gusto, fruto y sabor de la obra, como por ventura lo hacía cuando gustaba, sino sólo por dar gusto a Dios. Se hace el alma no presumida ni glotona ni harta, como por ventura en el tiempo de la prosperidad solía, sino recelosa y temerosa de sí misma, no teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo cual está el santo temor que conserva y aumenta las virtudes. Apaga también esta sequedad las concupiscencias y bríos naturales, como también hemos dicho porque aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le infunde algunas veces, muy raramente halla gusto y consuelo sensible por su diligencia en alguna obra y ejercicio espiritual, como ya se ha dicho.

13. Le crece también en esta noche de sequedades el cuidado de Dios y las ansias por servirle porque, como se le van secando las fuentes de la sensualidad con las que sustentaba y surgían los apetitos tras los que iba, sólo queda patente y desnudo el ansia de servir a Dios, que es cosa para Dios muy agradable pues, como dice David (Sal. 50, 19), el espíritu atribulado es sacrificio para Dios.


10.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (118)



CAPÍTULO 17.
Se aborda la primera afección de la voluntad, mostrando qué es el gozo y haciendo distinción de los diferentes aspectos en los que la voluntad puede gozar.


1. La primera de las pasiones del alma y afecciones de la voluntad es el gozo, el cual, en cuanto toca a lo que de él vamos a explicar, no es otra cosa que un contentamiento de la voluntad con estimación de alguna cosa que tiene por conveniente o agradable, porque nunca la voluntad se goza sino cuando la cosa le hace aprecio y da contento.
Esto es cuanto al gozo activo, que es cuando el alma entiende distinta y claramente de lo que se goza, y está en su mano gozarse y no gozarse. Porque hay otro gozo pasivo en que se puede hallar la voluntad gozando sin entender cosa clara y distinta, y a veces entendiendo que sea este tal gozo pero sin estar en su mano tenerlo o no tenerlo. Y de este trataremos después. Ahora diremos del gozo en cuanto es activo y voluntario de cosas distintas y claras.

2. El gozo puede nacer de seis géneros de elementos o bienes, conviene a saber: temporales, naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y espirituales, acerca de los cuales hemos de ir por su orden poniendo la voluntad en razón, para que no se quede apresada por ellos y deje entonces de poner la fuerza de su gozo en Dios. Para todo ello conviene presuponer un fundamento, que será como un báculo en que nos hemos de ir siempre acompañando y apoyando. Y conviene llevar esto bien entendido, porque es la luz por donde nos hemos de guiar y entender en esta doctrina y enderezar en todos estos bienes en cuanto el gozo a Dios, y es el siguiente: que la voluntad no se debe gozar sino sólo de aquello que es gloria y honra de Dios, y que la mayor honra que le podemos dar es servirle según la perfección evangélica. Con lo cual, todo lo que sea fuera de esto es de ningún valor y provecho para el hombre.


19.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (35)



CAPÍTULO 14.
En el cual se explica el segundo verso de la canción.


Con ansias en amores inflamada.

1. Ya que hemos explicado el primer verso de esta canción, que trata de la noche sensitiva, dando a entender qué tipo de noche es esta del sentido y por qué se le denomina "noche", y también habiendo dado el orden y el modo que se ha de tener para entrar en ella activamente, se sigue ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la mencionada canción, los cuales yo apuntaré brevemente en gracia de declarar los dichos versos, como en el prólogo lo prometí, y pasaré luego avanzando al segundo libro, el cual trata de la otra parte de esta noche que es la espiritual.

2. Dice, pues, el alma que "con ansias, en amores inflamada" pasó y salió en esta noche oscura del sentido a la unión del Amado. Porque para vencer todos los apetitos y negar los gustos de todas las cosas, con cuyo amor y afición se suele inflamar la voluntad para gozar de ellos, era menester otra inflamación mayor de otro amor mejor, que es el de su Esposo para que, teniendo su gusto y fuerza en este, tuviese valor y constancia para fácilmente negar todos los otros. Y no solamente era menester para vencer la fuerza de los apetitos sensitivos tener amor de su Esposo, sino estar inflamada de amor y con ansias. Porque acontece, y así es realmente, que la sensualidad con tantas ansias de apetitos es movida y atraída a las cosas sensitivas que, si la parte espiritual no está inflamada con otras ansias mayores de lo que es espiritual, no podrá vencer el yugo natural que la ata a lo sensitivo, ni entrar en esta noche del sentido, ni tendrá ánimo para quedarse a oscuras de todas las cosas, privándose del apetito de todas ellas.

3. Y cómo y de cuántas maneras sean estas ansias de amor que las almas tienen en los principios de este camino de unión, y las diligencias e invenciones que hacen para salir de su casa, que es la propia voluntad en la noche de la mortificación de sus sentidos, así como cuán fáciles y aun dulces y sabrosos les hacen parecer estas ansias del Esposo frente a todos los trabajos y peligros de esta noche, no es este el lugar para explicarlo, ni siquiera se puede decir, porque es mejor vivirlo y considerarlo que escribirlo. Y así, pasaremos a declarar los demás versos en el siguiente capítulo.


11.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (175)



5. Cuanto a lo primero, debido a que la luz y sabiduría de esta contemplación es muy clara y pura y el alma en que ella impacta está oscura e impura, da como resultado que el alma pena mucho recibiéndola en sí, como cuando los ojos están dañados, impuros y enfermos, y se ven desbordados del deslumbramiento de la clara luz, con lo cual reciben pena.

Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando de veras es embestida de esta divina luz, porque impactando en el alma esta luz pura a fin de expeler la impureza del alma se siente el alma tan impura y miserable que le parece estar Dios contra ella y que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto sentimiento y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha arrojado Dios de sí, el cual era uno de los mayores disgustos que sentía Job (7, 20) cuando Dios le tenía en este ejercicio, diciendo: "¿Por qué me has puesto contrario a ti, y soy grave y pesado para mí mismo?". Y es que viendo el alma claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a oscuras, su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura alguna. Y lo que más le entristece es que piensa que nunca lo será, y que ya se le acabaron sus bienes. Esto le causa también pesadumbre por la profunda inmersión que tiene de la gente en el conocimiento y sentimiento de sus males y miserias, porque aquí se las muestra todas al entendimiento esta divina y oscura luz, y de modo que vea claro cómo de suyo propio no podría tener ya otra cosa que miserias. Podemos entender en este sentido aquellas palabras de David (Sal. 38, 12): "Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste deshacer y consumirse su alma; como la araña se desentraña" (nota del actualizador: dado que en la tradición Septuaginta/Vulgata el salmo 9 y el 10 del hebreo forman uno solo, a partir del 11 todos los salmos tienen un número menos que la numeración hebrea, de manera que este salmo correspondería al 39 actual que, en la traducción Reina-Valera de 1960 se leería de la siguiente manera: "Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él").

6. La segunda manera en que pena el alma es a causa de su flaqueza natural, moral y espiritual porque, como esta divina contemplación embiste en el alma con cierta fuerza al fin de irla robusteciendo y amansando, de tal manera infiere en su flaqueza que poco menos se siente desfallecer, particularmente algunas veces cuando con cierta intensidad embiste. Y es que el sentido y el espíritu, así como si estuviese debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando tanto que tomaría por alivio y recompensa el morir. Lo cual habiendo experimentado el profeta Job (23, 6), decía: "No quiero que trate conmigo con mucha fortaleza, para que no me oprima con el peso de su grandeza".

7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de ser favorecida y agraciada que le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar algún apoyo se acabó junto con todo lo demás, y que no hay quien se compadezca de ella. A cuyo propósito dice también Job (19, 21): "Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis amigos, porque me ha tocado la mano del Señor".

¡Cosa de gran maravilla y también lástima que sea aquí tanta la flaqueza e impureza del alma que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y suave, la sienta el alma aquí tan pesada, contundente y contraria, y con todo aún sin colisionar ni asentarse con todo su peso, sino solamente tocando, y eso misericordiosamente, pues lo lleva a cabo a fin de hacer favores al alma y no de castigarla!


2.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (79)



7. No conviene, pues, ya preguntar a Dios de la manera antigua, ni es necesario que ya hable, pues acabando de hablar toda la fe en Cristo, no hay más fe que revelar ni la habrá jamás. Y quien quisiere ahora recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como hemos dicho, sería notar falto a Dios como si no hubiese dado todo lo bastante en su Hijo. Porque, aunque lo haga suponiendo la fe y creyéndola, todavía es esa curiosidad de menos fe. De donde no hay que esperar doctrina ni otra cosa alguna por vía sobrenatural. Porque la hora en que Cristo dijo en la cruz: "Consummatum est" (Jn. 19, 30), cuando expiró, que quiere decir "acabado es", no sólo se acabaron esos modos, sino todas esas otras ceremonias y ritos de la Ley Vieja. Y así, en todo nos hemos de guiar por la ley de Cristo hombre (y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales, que para todo hallaremos abundante medicina por esta vía). Y lo que de este camino saliere no sólo es curiosidad, sino mucho atrevimiento. Y no se ha de creer cosa por vía sobrenatural, sino sólo lo que es enseñanza de Cristo hombre, como digo, y de sus ministros, hombres. Tanto es así que dice san Pablo (Gl. 1, 8) estas palabras: "Si algún ángel del cielo os evangelizare fuera de lo que nosotros hombres os evangelizáremos, sea maldito y descomulgado".

8. De donde, pues es verdad que siempre se ha de estar en lo que Cristo nos enseñó, y todo lo demás no es nada ni se ha de creer si no conforma con ello, en vano anda el que quiera ahora tratar con Dios a modo de la Ley Vieja. Cuánto más que no le era lícito a cualquiera de aquel tiempo preguntar a Dios, ni Dios respondía a todos, sino sólo a los sacerdotes y profetas, que eran de cuya boca de quien el pueblo había de saber la ley y la doctrina. Y así, si alguno quería saber alguna cosa de Dios, por el profeta o por el sacerdote lo preguntaba, y no por sí mismo. Y si David por sí mismo algunas veces preguntó a Dios, es porque era profeta, y aún con todo eso no lo hacía sin la vestidura sacerdotal, como se ve haberlo hecho en el primero de los Reyes (23, 9), donde dijo a Abimelec sacerdote: "Applica ad me ephod", que era una vestidura de las más autorizadas del sacerdote, y con ella consultó con Dios. Mas otras veces consultaba a Dios por medio del profeta Natán y por otros profetas. Y por la boca de estos y de los sacerdotes había de creer que procedía de Dios lo que se le decía, y no por su parecer propio.

9. Y así, lo que Dios decía entonces, ninguna autoridad ni fuerza les representaba para darle entero crédito, si por la boca de los sacerdotes y profetas no se aprobaba. Porque es Dios tan amigo de que el gobierno y trato del hombre sea también por otro hombre semejante a la persona humana, y que por razón natural sea esa persona regida y gobernada, que totalmente quiere que las cosas que sobrenaturalmente nos comunica no las demos entero crédito ni hagan en nosotros confirmada y segura fuerza, hasta que pasen por este arcaduz humano de la boca del hombre. Y así siempre que algo dice o revela al alma, lo dice con una manera de inclinación puesta en la misma alma, con el fin de que esta alma luego consulte y la diga a quien conviene decirla y, hasta que eso ocurra, no suele dar entera satisfacción en su revelación, mientras no la tome la persona de otra persona semejante a ella.
Por eso en los Jueces (7, 9­11) vemos haberle acontecido lo mismo al capitán Gedeón que, con haberle Dios dicho muchas veces que vencería a los madianitas, todavía estaba dudoso y cobarde, habiéndole dejado Dios aquella flaqueza hasta que por la boca de los hombres oyó lo que Dios le había dicho. Y fue que, como Dios le vio flaco, le dijo: "Levántate y desciende del real. Cuando oyeres allí lo que hablan los hombres, entonces recibirás fuerzas en lo que te he dicho y bajarás con más seguridad a los ejércitos de los enemigos". Y así fue que, oyendo contar un sueño de un madianita a otro, en que había soñado que Gedeón los había de vencer, fue muy esforzado y comenzó a poner con gran alegría por obra la batalla. Donde se ve que no quiso Dios que ese se asegurase sólo por vía sobrenatural, puesto que no le dio ahí la seguridad hasta que se confirmó por vía natural.

10. Y mucho más es de admirar lo que pasó acerca de esto en Moises que, con haberle Dios mandado con muchas razones y confirmándoselo con señales de la vara en serpiente y de la mano leprosa, que fuese a libertar a los hijos de Israel, estuvo tan dubitativo y oscuro en esta ida que, aunque se enojó Dios, nunca tuvo ánimo para acabar de tener fuerte fe en el caso para ir, hasta que le animó Dios con su hermano Aarón, diciendo (Ex. 4, 14­15): "¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. Tú le hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios".


14.10.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (30)



CAPÍTULO 11.
Se explica que, para llegar a la divina unión, es necesario que el alma se encuentre libre de todos los apetitos, por mínimos que sean.


1. Parece que muchos desean preguntar que si por fuerza, para llegar a este alto estado de perfección, ha de haber precedido mortificación total en todos los apetitos, pequeños y grandes, y que si bastará mortificar algunos de ellos y dejar otros, a lo menos aquellos que parecen de poca importancia; porque parece cosa recia y muy dificultosa poder llegar el alma a tanta pureza y desnudez, al nivel de no tener voluntad de deseo ni afición a ninguna cosa.

2. A esto respondo: lo primero que, aunque es verdad que no todos los apetitos son tan perjudiciales unos como otros ni aprisionan al alma, todos en igual manera se han de mortificar. Hablo de los voluntarios, porque los apetitos naturales poco o nada impiden para la unión al alma cuando no son consentidos, ni pasan de primeros movimientos todos aquellos en que la voluntad racional ni antes ni después tuvo parte; porque quitar estos, que es mortificarlos del todo, en esta vida es imposible, y estos no impiden de manera que no se pueda llegar a la divina unión, aunque del todo no estén, como digo, mortificados. Porque bien los puede tener de forma natural, y estar el alma, según el espíritu racional, muy libre de ellos, porque aún acontecerá a veces, que esté el alma en harta unión de oración de quietud en la voluntad, y que a la misma vez moren estos apetitos en la parte sensitiva de la persona, no teniendo en ellos parte la voluntad superior que está en oración. Pero todos los demás apetitos voluntarios, ahora sean de pecado mortal, que son los más graves, ahora de pecado venial, que son menos graves, ahora sean solamente de imperfecciones, que son los menores, todos se han de vaciar y de todos se ha de desprender el alma para llegar a esta total unión, por mínimos que sean. Y la razón es porque el estado de esta divina unión consiste en tener el alma, según la voluntad, con tal transformación en la voluntad de Dios, de manera que no haya en ella cosa contraria a la voluntad de Dios, sino que en todo y por todo su movimiento sea voluntad solamente de Dios.

3. Que esta es la causa porque en este estado llamamos estar hecha una única voluntad con Dios, la cual es voluntad de Dios, y esta voluntad de Dios es también voluntad del alma. Pues si esta alma quisiese alguna imperfección que no quiere Dios, no estaría hecha una voluntad de Dios, pues el alma tenía voluntad de lo que no la tenía Dios. Luego claro está que, para venir el alma a unirse con Dios perfectamente por amor y por voluntad, ha de carecer primero de todo apetito de voluntad, por mínimo que sea; esto es, que advertidamente y con conocimiento no consienta con la voluntad en imperfección, y venga a tener poder y libertad para poder desprenderse de cualquier imperfección en cuanto la advierta.
Y digo que es algo que ha de hacer con conocimiento porque, sin advertirlo y conocerlo, o sin estar a su mano, bien caerá en imperfecciones y pecados veniales y en los apetitos naturales que hemos dicho; porque de estos tales pecados no tan voluntarios y subrepticios está escrito (Pv. 24, 16) que el justo caerá siete veces en el día y se levantará. Mas de los apetitos voluntarios, que son pecados veniales de advertencia, aunque sean de mínimas cosas, como he dicho, basta uno que no se venza para impedir la unión con la divinidad.
Digo no mortificando el tal hábito, porque algunos actos, a veces, de diferentes apetitos, no llegan aún a hacer tanto cuando los hábitos están mortificados; aunque tambien estos se ha de tratar de hacerlos desaparecer, porque también proceden de hábito de imperfección; pero algunos hábitos de voluntarias imperfecciones, en que nunca acaban de vencerse, estos por sí solos no impiden la divina unión, ni el ir adelante en la perfección.


24.9.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (10)



PRÓLOGO

1. Para poder explicar y hacer entender esta noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, o al menos todo lo que se pueda lograr sobre ello en esta vida, sería necesaria otra mayor luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas y tan profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por los que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana que lo pueda hacer entender, ni experiencia que lo pueda explicar, ya que sólo el que por ello pasa sabrá sentirlo, pero no explicarlo.

2. Y, por lo tanto, para decir algo de esta noche oscura, no me dejaré llevar ni de experiencia ni de ciencia, porque lo uno y lo otro puede faltar y engañar. No obstante, aunque sin dejar de recurrir en todo lo que me fuera posible a estas dos cosas (la experiencia y el conocimiento), me aprovecharé, con la ayuda divina, para todo lo que he de explicar -al menos para lo más importante y oscuro de entender- de la divina Escritura, por la cual guiándonos no podremos errar, dado que el que en ella habla es el Espíritu Santo. Y si yo en algo errare por no entender al completo lo que en ella se dice, no es mi intención apartarme del sano sentido y doctrina de la santa Madre Iglesia Católica, porque en tal caso totalmente me sujeto y resigno no sólo a su mandato, sino a cualquiera que con conocimiento de esta experiencia en mejor razón juzgare que yo.

3. Para hacer todo este tratado me ha movido no la posibilidad que veo en mí para tarea tan ardua, sino la confianza que en el Señor tengo de que me ayudará a decir algo por la enorme necesidad que tienen muchas almas de guía, las cuales, comenzando el camino de la virtud, y queriendo Nuestro Señor ponerlas en esta noche oscura para que por ella pasen a la divina unión, ellas no logran avanzar. A veces esto les ocurre por no querer entrar o dejarse entrar en esta noche oscura; a veces, por no entenderlo y carecer de guías idóneos y despiertos que las dirijan hasta la cumbre. Y así, es una lástima ver a muchas almas a quien Dios da talento y favor para avanzar que, si ellas quisiesen animarse, llegarían a este alto estado, quedarse sin embargo en un bajo modo de trato con Dios, por no querer, o no saber, o no tener quien las dirija y enseñe a desasirse de aquellos principios. Y aunque Nuestro Señor las favorezca tanto, que aún a pesar de todo ello las haga avanzar, llegan muy tarde y con más trabajo y con menos merecimiento, por no haberse acomodado a Dios, dejándose colocar libremente en el puro y cierto camino de la unión. Porque, aunque es verdad que Dios las lleva -que puede hacerlo aunque ni ellas se esfuercen-, no se dejan ellas llevar; y así por tanto se avanza menos, puesto que se resisten a ser manejadas y, en fin, no logran tantos merecimientos al no poner en esta obra su voluntad, dando como resultado que sufren y padecen más. Porque hay almas que, en vez de dejarse en manos de Dios y permitir que las ayude, en su lugar estorban los planes de Dios, poniéndoles impedimentos por su indiscreto obrar y su rechazo, haciéndose semejantes a los niños que, queriendo sus madres llevarlos cómodamente en brazos, ellos van pateando y llorando tratando de caminar por su propio pie y solo consiguiendo con ello andar de mala manera, o incluso no andar o, si caminasen, sería al paso de un niño, es decir, avanzando muy lentamente y con mucho esfuerzo y agotamiento.

2.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (49)



CAPÍTULO 8.
Se explica cómo, de manera general, ninguna criatura ni noticia alguna que llegue al entendimiento le puede servir de próximo medio para la divina unión con Dios.


1. Antes que tratemos del propio y acomodado medio para la unión de Dios, que es la fe, conviene que mostremos cómo ninguna cosa criada ni pensada puede servir al entendimiento de propio medio para unirse con Dios, y cómo todo lo que el entendimiento puede alcanzar, más que de medio le sirve de impedimento, si a ello se quisiese sujetar.
Y ahora, en este capítulo, mostraremos esto de una forma general, y después iremos hablando más explícitamente, descendiendo por todas las noticias que el entendimiento puede recibir de parte de cualquier sentido exterior e interior, y los inconvenientes y daños que puede recibir de todos estos conocimientos interiores y exteriores por no ir avanzando de la mano del propio medio, que es la fe.

2. Es, pues, de saber que, según regla de filosofía, todos los medios han de ser proporcionados al fin, es a saber: que han de tener alguna conveniencia y semejanza con el fin, tal que baste y sea suficiente para que por ellos se pueda conseguir el fin que se pretende. Por ejemplo: quiere uno llegar a una ciudad. Necesariamente ha de ir por el camino, que es el medio que dirije y junta con la misma ciudad. Otro ejemplo: se ha de mezclar y unir el fuego en el madero. Es necesario que el calor, que es el medio, disponga al madero primero con tantos grados de calor que tenga gran semejanza y proporción con el fuego. De donde, si quisiesen disponer al madero con otro medio que el propio, que es el calor, así como con aire, o agua, o tierra, sería imposible que el madero se pudiera unir con el fuego; así como tambien lo sería llegar a la ciudad si no se va por el propio camino que va hacia ella. De donde, para que el entendimiento se venga a unir en esta vida con Dios, según se pueda, necesariamente ha de tomar aquel medio que junta con el fin y tiene con ese fin su próxima semejanza.

3. En lo cual hemos de advertir que, de entre todas las criaturas superiores ni inferiores, ninguna hay que próximamente una con Dios ni tenga semejanza con su ser. Porque, aunque es verdad que todas ellas tienen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios y rastro de Dios -unas más y otras menos, según su más principal o menos principal ser-, de Dios a ellas ningún respecto hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su divino ser y el de ellas es infinita, y por eso es imposible que el entendimiento pueda llegar a Dios por medio de las criaturas, ahora sean celestiales, ahora terrenas, por cuanto no hay proporción de semejanza.
De donde, hablando David (Sal. 85, 8) de las celestiales, dice: "No hay semejante a ti en los dioses, Señor", llamando dioses a los ángeles y almas santas. Y en otra parte (Sal. 76, 14): "Dios, tu camino está en lo santo; ¿qué dios grande hay como nuestro Dios?". Que es como si dijera: el camino para venir a ti, Dios, es camino santo, esto es, pureza de fe. Porque ¿qué dios habrá tan grande, es a saber, qué ángel tan levantado en ser y qué santo tan levantado en gloria será tan grande, que sea camino proporcionado y magnificado para venir a ti? Y hablando tambien el mismo David (Sal. 137, 6) de las terrenales y celestiales juntamente, dice: "Alto es el Señor y mira las cosas bajas, y las cosas altas conoce desde lejos". Como diciendo: siendo Él alto en su ser, son de muy bajo el ser de las cosas de acá abajo, comparándolas con su alto ser; y las cosas altas, que son las criaturas celestiales, las ve y las conoce estar de su ser muy lejos. Luego todas las criaturas no pueden servir de proporcionado medio al entendimiento para dar en Dios.


20.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (128)



CAPÍTULO 23.
Se explican los provechos que obtiene el alma al no poner el gozo en los bienes naturales.


1. Muchos son los provechos que logra el alma al apartar su corazón de semejante gozo porque, además que dispone para el amor de Dios y el ejercicio de las otras virtudes, directamente da lugar a la humildad para sí mismo y a la caridad general para con los prójimos. Y es que no aficionándose a ninguna persona por los bienes naturales aparentes, que son engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos racional y espiritualmente, como Dios quiere que sean amados. En lo cual se conoce que ninguno merece amor si no es por la virtud que hay en él. Y cuando de esta suerte se ama, es muy según Dios y aún con mucha libertad; y si es con asimiento, es con mayor asimiento de Dios, porque entonces cuanto más crece este amor, tanto más crece el de Dios, y cuanto más el de Dios, tanto más esta caridad para con el prójimo, porque de lo que es en Dios es una misma razón y una misma la causa.

2. Le sigue además otro excelente provecho al negar este género de gozo, y es que cumple y guarda el consejo de Nuestro Salvador, que dice por san Mateo (16, 24) que el que quisiere seguirle se niegue a sí mismo. Lo cual en ninguna manera podría hacer el alma si pusiese el gozo en sus bienes naturales, porque el que hace algún caso de sí no se niega ni sigue a Cristo.

3. Hay otro gran provecho en negar este género de gozo, y es que causa en el alma una gran tranquilidad y evacua las digresiones, logrando recogimiento en los sentidos, mayormente en los ojos. Porque, no queriendo gozarse en eso, ni quiere mirar ni dar los demás sentidos a esas cosas, por no ser atraído ni enlazado de ellas, ni gastar tiempo ni pensamiento en ellas. Es un hecho semejante a las serpientes prudentes, que al tapar sus oídos para no oír a los encantadores evitan así que les hagan alguna manipulación (Sal. 57, 5). Porque guardando las puertas del alma, que son los sentidos, mucho se guarda y aumenta la tranquilidad y pureza de esa misma alma.

4. Hay otro provecho no menor en los que ya están avanzados en la mortificación de este género de gozo, y es que los objetos y las noticias amargas o/y desagradables no les hacen la impresión e impureza que a los que todavía les contenta algo de esto. Y, por eso, a la negación y mortificación de este gozo se le sigue la espiritual limpieza de alma y cuerpo, esto es, de espíritu y sentido, y va teniendo conveniencia angelical con Dios, haciendo a su alma y a su cuerpo digno templo del Espíritu Santo. Lo cual no puede ser así si su corazón se gozase en los bienes y gracias naturales, puesto que para esto no es menester consentimiento ni memoria de cosa fea, pues el gozo que se recibe admirando la belleza física y sensual basta para la impureza del alma y sentido con la comunicación de lo tal, pues que dice el Sabio (Sab. 1, 5) que el Espíritu Santo se apartará de los pensamientos que no son de entendimiento, esto es, de la razón superior en orden a Dios.

5. Otro provecho general se le sigue, y es que, además que se libra de los males y daños que acabamos de mencionar, esquiva también las vanidades sin cuento y los muchos otros daños, así espirituales como temporales, y mayormente de caer en la poca estima que son tenidos todos aquellos que son vistos gozarse o preciarse de las dichas partes naturales, suyas o ajenas. Y así son tenidos y estimados por cuerdos y sabios, como de verdad lo son, todos aquellos que no hacen caso de estas cosas, sino de aquello de que gusta Dios.

6. De los mencionados provechos se añade también este último, que es un generoso bien del alma, tan necesario para servir a Dios como es la libertad del espíritu, con que fácilmente se vencen las tentaciones, y se pasan bien los trabajos y crecen prósperamente las virtudes.


19.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (127)



3. Pero, volviendo a hablar de aquel segundo daño (el mueve el sentido a complacencia y deleite sensual y lujuria), que contiene en sí daños innumerables, aunque no se pueden comprehender con la escritura ni dar cuenta de su gravedad con las palabras, no es oscuro ni oculto hasta dónde llegue y cuánta sea esta desventura nacida del gozo puesto en las gracias y hermosura natural, pues que cada día por esta causa se ven tantas muertes de hombres, tantas honras perdidas, tantos insultos hechos, tantas haciendas disipadas, tantas emulaciones y contiendas, tantos adulterios, estupros y fornicios cometidos y tantos santos caídos en el suelo, que se podrían comparar a la tercera parte de las estrellas del cielo derribadas con la cola de aquella serpiente en la tierra (Ap. 12, 4); el oro fino, perdido su primor y lustre, en el cieno; y los ínclitos y nobles de Sión, que se vestían de oro primo, estimados en vasos de barro quebrados, hechos tiestos (Lm. 4, 1­2).

4. ¿Hasta dónde no llega la ponzoña de este daño? ¿Y quién no bebe o poco o mucho de este cáliz dorado de la mujer babilónica del Apocalipsis (17, 4)? Que al sentarse ella sobre aquella gran bestia, que tenía siete cabezas y diez coronas, da a entender que apenas hay alto ni bajo, ni santo ni pecador que no le dé a beber de su vino, sujetando en algo su corazón pues, como allí se dice de ella (17, 2), fueron embriagados todos los reyes de la tierra del vino de su prostitución. Y a todos los estados coge, hasta el supremo e ínclito del santuario y divino sacerdocio, asentando su abominable vaso, como dice Daniel (9, 27), en el lugar santo; apenas dejando fuerte que poco o mucho no le dé a beber del vino de este cáliz, que es este vano gozo. Que, por eso, dice que "todos los reyes de la tierra fueron embriagados de este vino", pues tan pocos se hallarán que, aún por santos que hayan sido, no les haya embelesado y trastornado en algo o de alguna forma esta bebida del gozo y gusto de la hermosura y gracias naturales.

5. Donde es de notar el decir que se embriagaron porque, por poco que se beba del vino de este gozo, luego al punto se ata a él al corazón, y embelesa y hace el daño de oscurecer la razón, como a los atrapados por el vino. Y es de manera que, si luego no se toma alguna triaca contra este veneno para que se eche fuera presto, peligro corre la vida del alma. Porque, tomando fuerzas la flaqueza espiritual, le traerá a tanto mal que, como Sansón (Ju. 16, 19), sacados los ojos de su vista y cortados los cabellos de su primera fortaleza, se verá moler en las atahonas, cautivo entre sus enemigos y después, por ventura, morir la segunda muerte, como él con ellos, causándole todos estos daños la bebida de este gozo espiritualmente, como a él corporalmente se los causó y causa hoy a muchos. Y tras lo cual le vayan a decir sus enemigos, no sin gran confusión suya: "¿Eres tú el que rompías los lazos doblados, desquijarrabas los leones, matabas los mil filisteos y arrancabas los postigos, y te librabas de todos tus enemigos?" (nota del corrector: que sería semejante a decir "¿eres tú el santo que daba sermones, aconsejabas cómo evitar la lascivia, y he aquí retorciéndote en el cieno apestoso por la seducción de una mujer?").

6. Concluyamos, pues, poniendo el argumento necesario contra esta ponzoña, que es: luego que el corazón se sienta mover de este vano gozo de bienes naturales y/o atractivos físicos, se acuerde cuán vana cosa es gozarse de otra cosa que no sea la de servir a Dios y cuán peligrosa y perniciosa, considerando cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su hermosura y bienes naturales, pues por esto cayeron en los terribles abismos, y cuántos males producen a los hombres cada día por esa misma vanidad. Por eso se deben animar a tomar con tiempo el remedio que dice el poeta a los que comienzan a aficionarse a tales encantamientos: "date prisa ahora al principio a poner remedio, porque cuando los males han tenido tiempo de crecer en el corazón, tarde viene el remedio y la medicina". No mires al vino, dice el Sabio (Pv. 23, 31­32), cuando su color está rubicundo y resplandece en el vaso, porque entra blandamente, pero luego muerde como serpiente y derrama venenos como el regulo.


31.3.23

"Subida al Monte Carmelo" y "Noche Oscura", de San Juan de la Cruz, actualizada (195)



5. De ello podríamos sacar la causa por la que algunas personas que van por este camino las cuales, por tener unas almas buenas y temerosas, querrían dar cuenta a quien las rigen de lo que les ocurre, no saben ni pueden hacerlo. Por consiguiente tienen en decirlo gran repugnancia y desgana, mayormente cuando la contemplación es algo más sencilla de manera que la misma alma apenas la siente, simplemente sólo saben decir que el alma está satisfecha y quieta y contenta, o decir que sienten a Dios y que les va bien, a su parecer. Y, siendo así, no les es posible decir más respecto de lo que el alma lleva dentro, ni la sacarán de mencionar sobre su experiencia términos generales semejantes a éstos. Diferente es cuando las cosas que el alma tiene son particulares, como visiones, sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo de alguna especie en la que participa el sentido, entonces sí la pueden en cierta manera explicar o decir, dado que entonces debajo de esa forma de especie o de semejanza sí lo consiguen comunicar. Pero este poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta es indecible, como hemos dicho, y por eso se llama secreta.

6. Y no sólo por eso se llama y es secreta, sino porque también esta sabiduría mística tiene la propiedad de esconder al alma en sí. Puesto que, además de lo ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y la sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura, de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad, donde no puede llegar alguna humana criatura, como si estuviera en un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, el cual es tanto más deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto es más profundo, ancho y solitario lo siente, donde el alma se ve tan secreta como si estuviera levantada y viéndose sobre toda temporal criatura (nota del actualizador: fuera de los ruidos y los tejemanejes del mundo).

Y tanto levanta entonces y engrandece este abismo de sabiduría al alma, metiéndola en las corrientes de la ciencia de amor, que le hace experimentar no solamente el sentir muy baja toda condición de criatura comparada a este supremo saber y sentir divino, sino también echar de ver cuán bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los términos y vocablos con que en esta vida se trata de las cosas divinas, y cómo es imposible, por vía y modo natural, aunque más alta y sabiamente se hable en ellas, poder conocer ni sentir de ellas como realmente ellas son, cuando se carece de la iluminación de esta mística teología. Y así, viendo el alma con la iluminación divina que está en ella esta verdad, de que no se puede alcanzar y menos declarar por términos vulgares y humanos, con razón la llama secreta.

7. Esta propiedad de ser secreta y sobre la capacidad natural de esta divina contemplación la tiene no sólo por ser algo sobrenatural, sino también es cuanto es vía que guía y lleva al alma a las perfecciones de la unión de Dios. Estas perfecciones, como son cosas no conocidas carnalmente, se debe de caminar hacia ellas humanamente no sabiendo y divinamente ignorando. Puesto que, hablando místicamente como aquí estamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni entienden como ellas son cuando las van buscando y ejercitando, sino cuando se las tiene ya halladas y ejercitadas. Porque a este propósito dice el profeta Baruc (3, 31) de esta Sabiduría divina: "No hay quien pueda saber sus vías, ni quien pueda pensar sus sendas". También el profeta real de este camino del alma dice de esta manera, hablando con Dios: "Y tus ilustraciones lucieron y alumbraron a la redondez de la tierra, se conmovió y se estremeció la tierra. En el mar está tu vía, y tus sendas en muchas aguas, y tus pisadas no serán conocidas" (Sal.76,19-20).

8. Todo lo cual, hablando espiritualmente, se entiende al propósito que estamos mostrando. Porque "alumbrar con los brillos de Dios a la redondez de la tierra" es la ilustración que hace esta divina contemplación en las potencias del alma; y "conmoverse y estremecer la tierra" es la purgación penosa que en ella causa; y decir que "la vía y camino de Dios", por donde el alma va a Él, "es en el mar, y sus pisadas en muchas aguas y que por eso no serán conocidas" es decir que este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido y conocimiento del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar, cuyas sendas y pisadas no se conocen. Los pasos y pisadas que Dios va dando en las almas a las que Él quiere llevar a sí poseen esta propiedad de no conocerse, haciéndolas a esas almas grandes en la unión de su Sabiduría. Por lo cual, en el libro de Job (37, 16) se dicen, destacando este aspecto, estas palabras: "¿Por ventura has tú conocido las sendas de las nubes grandes o las perfectas ciencias?", entendiendo por esto las vías y caminos por donde Dios va engrandeciendo a las almas y perfeccionándolas en su sabiduría, las cuales son aquí entendidas por las nubes. Queda claro, pues, que esta contemplación que va guiando al alma a Dios, es sabiduría secreta.


13.4.18

El combate espiritual: combatiendo la impureza


- Del modo cómo se debe combatir contra el vicio deshonesto. -

Contra este vicio has de hacer la guerra de un modo particular, y con mayor resolución y esfuerzo que contra los demás vicios. Para combatirlo como conviene, es necesario que distingas tres tiempos:

- El primero, antes de la tentación;
- El segundo, cuando te hallares tentada;
- El tercero, después que se hubiere pasado la tentación.

27.6.17

¿Por qué seguir a Cristo?


Con todo lo que está pasando y todo lo que nos ofrece el mundo, uno se pregunta el por qué seguir a Cristo en la sociedad de hoy. Seamos francos: ser cristiano es "un rollo", tienes que hacer múltiples sacrificios, volverte pobre y humilde, no pecar, llevar una vida casta, no contaminarse con el mundo... Incluso si le hiciéramos caso a santos como San Juan Bautista María Vianney, ni siquiera salir de fiesta. Una "tortura", vamos, que por supuesto pocos están dispuestos a cumplir.

Por algo las iglesias cristianas están, en su mayoría, repletas de ancianos y los jóvenes salen en tropel tras terminar la misa dominical como si les hubieran contado un cuento chino.

5.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (52)



CAPÍTULO 10.
Se hace distinción de todas las aprehensiones e inteligencias que pueden recabar en el entendimiento.


1. Para poder tratar en particular del provecho y daño que pueden hacer al alma, acerca de este medio que hemos dicho de fe para la divina unión, las noticias y aprehensiones del entendimiento, es necesario poner aquí una distinción de todas las aprehensiones, así naturales como sobrenaturales que puede recibir, para que luego por su orden más específicamente vayamos enderezando en ellas al entendimiento en la noche y oscuridad de la fe, lo cual será con la mayor brevedad que se pueda.

2. Es, pues, de saber que por dos vías puede el entendimiento recibir noticias e inteligencias: la una es natural y la otra sobrenatural. La natural es todo aquello que el entendimiento puede entender, ahora por vía de los sentidos corporales, ahora por sí mismo. La sobrenatural es todo aquello que se da al entendimiento sobre su capacidad y habilidad natural.

3. De estas noticias sobrenaturales unas son corporales, otras son espirituales. Las corporales son de dos maneras: unas las que por vía de los sentidos corporales exteriores las recibe, y otras por vía de los sentidos corporales interiores, en que se incluye todo lo que la imaginación puede conjeturar, fingir y fabricar.

4. Las espirituales son también de dos maneras: una es distinta e individual, y otra es confusa, oscura y general. Entre las distintas e individuales entran cuatro maneras de aprehensiones particulares, que se comunican al espíritu no mediante algún sentido corporal, y son: visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. La inteligencia oscura y general está en una sola, que es la contemplación que se da en fe. En esta hemos de poner al alma, encaminándola a ella por todas las otras, comenzando por las primeras, y desnudándola de ellas.


13.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (90)



CAPÍTULO 27.
Se explica en qué consisten el segundo género de revelaciones, las cuales tratan sobre el descubrimiento de secretos y misterios ocultos. También se muestra la manera en que pueden servir para la unión con Dios, y en qué nos pueden dificultar, así cómo el demonio puede engañar mucho en esta materia.


1. El segundo género de revelaciones decíamos que eran las tocantes a la manifestación de secretos y misterios ocultos. Este puede ser de dos maneras:
La primera, acerca de lo que es Dios en sí, y en esta se incluye la revelación del misterio de la Santísima Trinidad y unidad de Dios.
La segunda es acerca de lo que es Dios en sus obras, y en esta se incluyen los demás artículos de nuestra fe católica y las proposiciones que explícitamente acerca de esas obras puede haber de realidades. En las cuales se incluyen y encierran mucho número de las revelaciones de los profetas, de promesas y amenazas de Dios, y otras cosas que habían y han de acontecer acerca de este negocio de fe.
Podemos también incluir dentro de esta segunda manera otros muchos aspectos particulares que Dios ordinariamente revela, así acerca del universo en general, como también en particular acerca de reinos, provincias y estados y familias y personas particulares.
De lo cual tenemos en las Divinas Letras ejemplos en abundancia, así de lo uno como de lo otro, mayormente en todos los Profetas en los cuales se hallan revelaciones de todas estas maneras. Que, por ser cosa clara y evidente, no quiero gastar tiempo en alegarlos aquí, sino decir que estas revelaciones no sólo acontecen de palabra, sino que las hace Dios de muchos modos y maneras: a veces con palabras solas, a veces simplemente por señales, a veces tan sólo por figuras e imágenes y semejanzas, a veces juntamente con lo uno y con lo otro, como también es de ver en los Profetas, particularmente en todo el Apocalipsis, donde no solamente se hallan todos los géneros de revelaciones que hemos dicho, ya que también en él se encuentran los modos y maneras que acabamos de mencionar.

2. De estas revelaciones que se incluyen en la segunda manera, todavía las hace Dios en este tiempo a quien quiere. Porque suele revelar a algunas personas los días que han de vivir, o los trabajos que han de tener, o lo que ha de pasar por tal o tal persona, o por tal o tal reino, etc. Y aun acerca de los misterios de nuestra fe, descubrir y declarar al espíritu las verdades de ellos, aunque en realidad esto no se llama propiamente revelación, por cuanto ya está revelado, antes sería más bien manifestación o declaración de lo ya revelado.

3. Acerca de este género de revelaciones puede el demonio interferir mucho porque, como las revelaciones de este género ordinariamente son por palabras, figuras y semejanzas, etc., puede el demonio muy bien fingir otro tanto, mucho más que cuando las revelaciones los son sólo en espíritu. Y, por tanto, si acerca de la primera manera y la segunda que decíamos, en cuanto a lo que toca a nuestra fe se nos revelase algo novedoso o cosa diferente, de ningún modo hemos de dar el consentimiento, aunque tuviesemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel del cielo, porque así lo dice san Pablo (Gl. 1, 8) claramente: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa fuera de la que os hemos predicado, sea anatema".


11.12.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (88)



12. De lo uno y de lo otro tenemos testimonios claros en la sagrada Escritura. Porque, acerca del conocimiento espiritual que se puede tener de las cosas, dice el Sabio (Sab. 7, 17­21) estas palabras: "Me dio Dios ciencia verdadera de las cosas que son: la constitución del universo y las propiedades de los elementos, el comienzo, el fin y el entretiempo; las posiciones del sol y la alternancia de las estaciones, los ciclos del año y el movimiento de las estrellas; las diferentes especies y el comportamiento de las fieras salvajes; el poder de los espíritus y los problemas de los hombres; la variedad de las plantas y las propiedades de sus raíces. Supe, pues, todo lo que está oculto y todo lo que se ve, puesto que la sabiduría que lo ha hecho todo me lo enseñaba. En ella se encuentra un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, ágil, móvil, penetrante, puro, límpido, no puede corromperse, orientado al bien y eficaz".
Y, aunque este conocimiento que dice aquí el Sabio que le dio Dios de todas las cosas fue infuso y general, por esta autoridad se prueban suficientemente todas las experiencias que particularmente infunde Dios en las almas por vía sobrenatural cuando Él quiere. No porque les de hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en lo mencionado anteriormente, sino descubriendoles a veces algunas verdades acerca de cualesquiera de todas estas cosas que aquí cuenta el Sabio.
Cierto es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas infunde hábitos a muchas almas (aunque nunca tan generales como el de Salomón), tal como aquellas diferencias de dones que cuenta san Pablo (1 Cor. 12, 8­10) que reparte Dios, entre los cuales pone sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus, inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc. Todas esas destrezas o conocimientos son hábitos infusos, que gratis los da Dios a quien quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente. En forma natural como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas y Apóstoles y otros santos.

Pero, aparte de estos hábitos o gracias "gratis data", lo que decimos es que las personas perfectas o las que ya van avanzando en perfección, muy ordinariamente suelen tener ilustración y noticia de las cosas presentes o ausentes, lo cual conocen por el espíritu que tienen ya ilustrado y purgado. Acerca de esto podemos entender aquella autoridad de los Proverbios (27, 19), que dice: "De la manera que en las aguas se reflejan los rostros de los que en ellas se miran, así los corazones de los hombres son manifiestos a los prudentes", por lo que se entiende referirse a aquellos que tienen ya sabiduría de santos, de lo cual dice la sagrada Escritura que es prudencia (Pv. 9, 10). Y a este modo, también estos espíritus conocen a veces sobre las demás cosas, aunque no siempre que ellos quieren, que eso es sólo para los que tienen el hábito, y aun esos no tampoco siempre en todo, porque es como Dios quiere dotarles.

14. Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado, con mucha facilidad llegan a tener la habilidad natural para conocer, y unos más que otros, lo que hay en el corazón o espíritu interior, y las inclinaciones y talentos de las personas, siendo esto por indicios exteriores, aunque sean muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras muestras. Porque, así como el demonio puede esto, porque es espíritu, así también lo puede el espiritual, según el dicho del Apóstol (1 Cor. 2, 15) que dice: "El espiritual todas las cosas juzga". Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice: "El espíritu todas las cosas penetra, hasta las cosas profundas de Dios". De donde, aunque materialmente no pueden los espirituales conocer los pensamientos o lo que hay en el interior de las personas, por ilustración sobrenatural del Espíritu Santo o por indicios bien lo pueden entender. Y aunque en el conocimiento hecho por los indicios que les llegan muchas veces se pueden engañar, la mayoría de las veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo otro hay que fiarse, porque el demonio se entromete aquí enormemente y con mucha sutileza, como luego diremos, y así siempre se han de renunciar y rechazar las tales inteligencias y noticias.


25.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (132)




CAPÍTULO 28.
Se muestran los siete daños en que se puede caer poniendo el gozo de la voluntad en los bienes morales.


1. Los daños principales en que puede una persona caer por el gozo vano de sus buenas obras y costumbres, hallo que son siete, y muy perniciosos, porque son espirituales, los cuales referiré aquí brevemente.

2. El primer daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción; porque gozarse de sus obras no puede hacerse sin estimarlas (al menos de algún modo). Y de ahí nace la jactancia y todo lo demás, como se dice del fariseo en el Evangelio (Lc. 18, 12), que oraba y se congraciaba con Dios con jactancia de que ayunaba y hacía otras buenas obras.

3. El segundo daño comúnmente va entrelazado con este, y es que juzga a los demás por malos e imperfectos comparativamente, pareciendole que no hacen ni obran tan bien como él, estimándolos en menos en su corazón, y a veces por la palabra. Y este daño también lo tenía el fariseo (Lc. 18, 11), pues en sus oraciones decía: "Gracias te doy que no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros". De manera que en un solo acto caía en estos dos daños estimándose a sí y despreciando a los demás. También el día de hoy hacen muchos algo similar, diciendo: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni aquello como este o el otro". Y aún son peores que el fariseo muchos de estos, ya que él no solamente despreció a los demás, sino tambien señaló parte, diciendo: "Ni soy como este publicano", mas ellos, no contentándose con eso (estimarse a sí) ni con lo otro (despreciar a los demás), llegan a enojarse y a envidiar cuando ven que otros son alabados o que hacen o valen más que ellos.

4. El tercer daño es que, como en las obras miran al gusto, comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas han de obtener algún placer y alabanza y así, como dice Cristo (Mt. 23, 5), todo lo hacen "ut videantur ab hominibus" ("para ser vistos por los hombres"), y no obran sólo y únicamente por amor de Dios.

5. El cuarto daño es continuación de este último, y es que no hallarán galardón en Dios, puesto que ellos han querido hallarle en esta vida de gozo o consuelo, o de interés de honra o de otra manera, buscando eso en sus obras y no a Dios. Por lo cual dice el Salvador (Mt. 6, 2) que en aquello recibieron ya la paga (en el propio gusto y gozo). Y así, se quedaron sólo con el trabajo de la obra y confusos sin galardón.
Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres, que tengo para mí que la gran mayoría de las obras que hacen públicas, o son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos humanos. Porque, ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren hacer sin que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos, como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de la imagen a venerar, donde todos hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que se adoran a sí mismos más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las hicieron, y si no obtienen eso no las hicieran.
Pero, dejados estos que son de los peores, ¿cuántos hay que de muchas maneras caen en muchos daños al realizar sus obras? De los cuales, unos quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan, otros las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aún sean publicadas por todo el mundo, y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por terceros para se sepa más, otros quieren lo uno y lo otro (o todo a la vez), lo cual es el tañer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt. 6, 2) que hacen los vanos, que por eso no obtendrán de sus obras galardón de Dios.

6. Deben, pues, estas personas para huir de este daño, esconder la obra, que sólo Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la han de esconder de los demás, más aún -y sobre todo- de sí mismas, esto es: que ni ellas se quieran complacer en lo que obran, ni estimar sus obras como si fuesen algo, ni sacar gusto de ellas, como espiritualmente se entiende aquello que dice Nuestro Señor (Mt. 6, 3): "No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra", que es como decir: "no estimes con el ojo temporal y carnal la obra que haces espiritual". Y de esta manera se recoge la fuerza de la voluntad en Dios y lleva fruto delante de Él dicha obra, con lo cual no sólo no la perderá sino que será de gran mérito. Y a este propósito se entiende aquella sentencia de Job, cuando dice (31, 26-28): "Si yo besé mi mano con mi boca", que es iniquidad y pecado grande, "y se gozó en escondido mi corazón". Porque aquí por la "mano" entiende la obra y por la "boca" entiende la voluntad que se complace en ellas. Y porque es, como decimos, complacencia en sí mismo, dice: "Si se alegró en escondido mi corazón", lo cual es grande iniquidad y negación contra Dios, y es como si dijera que ni tuvo complacencia ni se alegró su corazón en escondido (nota del corrector: es decir, que no obtuvo finalmente ni lo uno ni lo otro, ni alegría ni gozo).

7. El quinto daño de estos tales es que no van avanzando en el camino de la perfección porque, estando ellos asidos al gusto y consuelo en el obrar, cuando en sus obras y ejercicios no hallan gusto y consuelo, que es ordinariamente lo que ocurre cuando Dios los quiere llevar adelante -dándoles el pan duro, que es el de los perfectos, y quitándolos la leche de los niños, probándoles las fuerzas, y purgándoles el apetito tierno para que puedan gustar el manjar de adultos-, ellos comúnmente desmayan y pierden la perseverancia porque no hallan el dicho sabor y agrado en sus obras. Acerca de lo cual se entiende espiritualmente aquello que dice el Sabio (Ecli. 10, 1), y es: "Las moscas que se mueren, pierden la suavidad del ungüento"; porque cuando se les ofrece a estos alguna mortificación, mueren a sus buenas obras, dejándolas de hacer, y pierden la perseverancia, en que está la suavidad del espíritu y consuelo interior (nota del corrector: arrojan, finalmente, todos sus esfuerzos a nada).

8. El sexto daño de este tipo de personas es que comúnmente se engañan teniendo por mejores las cosas y obras de las que ellos gustan que aquellas de las que no gustan, y alaban y estiman las unas y desestiman las otras. Como quiera que comúnmente aquellas obras en que de suyo la persona más se mortifica, mayormente cuando no está aprovechado en la perfección, sean más aceptas y preciosas delante de Dios (nota del corrector: es decir, las obras que más nos cuestan realizar), por causa de la negación que la persona en ellas lleva de sí misma -no queriéndolas hacer o negándose a llevarlas adelante-, que aquellas en que ella halla su consuelo, por lo que muy fácilmente se puede acabar uno buscando a sí mismo. Y a este propósito dice Miqueas (7, 3) de estos: "Malum manuum suarum dicunt bonum", esto es: "Lo que de sus obras es malo, dicen ellos que es bueno". Lo cual les ocurre por poner ellos el gusto en sus obras, y no en sólo dar gusto a Dios. Y cuánto reine este daño, así en los espirituales como en los hombres comunes, sería prolijo de contar, pues que apenas hallarán uno que puramente se mueva a obrar por Dios sin arrimo de algún interés de consuelo o gusto u otro respeto.

9. El séptimo daño es que, en cuanto la persona no apaga el gozo vano en las obras morales, está más incapaz para recibir consejo y enseñanza razonable acerca de las obras que debe hacer. Porque el hábito de flaqueza que tiene acerca del obrar con la propiedad del vano gozo le encadena, o para que no tenga el consejo ajeno por mejor (y así preferir sus propias decisiones, más placenteras), o para que, aunque ese consejo lo aprecie por tal, no lo quiera seguir, no teniendo en si ánimo para realizarlo.
Estos aflojan mucho en la caridad para con Dios y el prójimo, porque el amor propio que acerca de sus obras tienen les hace enfriar la caridad.


6.1.18

Certidumbre de la muerte


Statutum est homínibus semel morí.
Establecido está a los hombres que mueren sólo una vez. (He. 9, 27).


Escrita está la sentencia de muerte para todo el humano linaje. El hombre ha de morir. Decía San Agustín (In Salm. 12): La muerte sólo es segura; los demás bienes y males nuestros, inciertos son.

No se puede saber si aquel niño que acaba de nacer será rico o pobre, si tendrá buena o mala salud, si morirá joven o viejo. Todo ello es incierto, pero es cosa indudable que ha de morir. Magnates y reyes serán también segados por la hoz de la muerte, a cuyo poder no hay fuerza que resista. Posible es resistir al fuego, al agua, al hierro, a la potestad de los príncipes, mas no a la muerte.