Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

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11.1.20

San Luis María Grignion de Montfort explicado por San Juan Pablo II (y5)


Vale la pena citar un testimonio que demuestra cómo Santa María estuvo presente desde el comienzo del camino sacerdotal del Papa. Un pequeño libro de san Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, publicado en lengua polaca en 1927, en Poznan, desempeñó una gran función en su formación espiritual en los años 1940-1944 cundo era operario, primero en una cantera de piedras y después en la fábrica de Solvay. Cuando iba a trabajar, al regreso por la tarde y en el turno por la noche (en el turno de la mañana no había intervalo), llevaba consigo el libro con un pedazo de pan. En los momentos libres leía y meditaba. Lo releyó tantas veces que el libro quedó todo manchado de bicarbonato de sodio, no sólo en la pasta sino también en las páginas interiores. De este libro, que aún se conserva, aprendió la esencia de la devoción a la Madre de Dios. Tal devoción era presente en él desde niño y creció enseguida como estudiante en el colegio y luego en la universidad Jaghellonica, pero el contenido y la profundidad de esta devoción le derivaron de este libro recibido del padre espiritual poco después de haber entrado en el seminario clandestino de Cracovia.

En uno de los encuentros con los sacerdotes de su arquidiócesis, el 20 de mayo de 1965, el Arzobispo Karol Wojtyla recordando el primer período de su formación en el seminario, confesaba entre otras cosas: "Cuando me preparaba al sacerdocio –y me preparaba trabajando como obrero durante algunos años– recibí de mi padre espiritual de entonces un libro conocido hoy y famoso (entonces no muy famoso) del santo (entonces no santo, sino beato), Luis Grignion de Montfort, Tratado de la Verdadera devoción a la Virgen María".

10.1.20

San Luis María Grignion de Montfort explicado por San Juan Pablo II (4)


En la homilía del 16 de mayo de 1993, pronunciada en la Basílica de San Pedro en el Vaticano para la beatificación de María Luisa Trichet, Juan Pablo II hizo en francés un elogio de la nueva Beata.

"El Evangelio nos hizo escuchar las palabras de Jesús: 'Si uno me ama cumplirá mi palabra' (Jn 14,23). Cumplir la palabra de Cristo, Sabiduría eterna de Dios, permanecer fieles a sus mandamientos, quiere decir aprender, como lo hizo la Madre María Luis Trichet en la escuela de san Luis María Grignion de Montfort, a meditar la riqueza infinita de su presencia y de su acción en el mundo".

9.1.20

San Luis María Grignion de Montfort explicado por San Juan Pablo II (3)


Hace ciento sesenta años se publicaba una obra destinada a convertirse en un clásico de la espiritualidad mariana. San Luis María Grignion de Montfort compuso el Tratado de la verdadera devoción a la santísima Virgen a comienzos del año 1700, pero el manuscrito permaneció prácticamente desconocido durante más de un siglo.

Finalmente, en 1842 fue descubierto casi por casualidad, y en 1843, cuando se publicó, tuvo un éxito inmediato, revelándose como una obra de extraordinaria eficacia en la difusión de la "verdadera devoción" a la Virgen santísima. A mí personalmente, en los años de mi juventud, me ayudó mucho la lectura de este libro, en el que "encontré la respuesta a mis dudas", debidas al temor de que el culto a María, "si se hace excesivo, acaba por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo". Bajo la guía sabia de san Luis María comprendí que, si se vive el misterio de María en Cristo, ese peligro no existe. En efecto, el pensamiento mariológico de este santo "está basado en el misterio trinitario y en la verdad de la encarnación del Verbo de Dios".

8.1.20

San Luis María Grignion de Montfort explicado por San Juan Pablo II (2)


La devoción a la santísima Virgen es un medio privilegiado "para hallar perfectamente a Jesucristo, para amarlo con ternura y servirlo con fidelidad".

Este deseo central de "amarlo con ternura" se dilata enseguida en una ardiente oración a Jesús, pidiendo la gracia de participar en la indecible comunión de amor que existe entre él y su Madre. La orientación total de María a Cristo, y en él a la santísima Trinidad, se experimenta ante todo en esta observación: "Por último, siempre que piensas en María, Ella piensa por ti en Dios. Siempre que alabas y honras a María, Ella alaba y honra a Dios. Y yo me atrevo a llamarla 'la relación de Dios', pues sólo existe con relación a Él; o 'el eco de Dios', ya que no dice ni repite sino Dios. Si tú dices María, Ella dice Dios. Cuando Santa Isabel alabó a María y la llamó bienaventurada por haber creído, Ella -el eco fiel de Dios- exclamó: Proclama mi alma la grandeza del Señor (Lc 1,46). Lo que en esta ocasión hizo María, lo sigue realizando todos los días; cuando la alabamos, amamos, honramos o nos consagramos a Ella, alabamos, amamos, honramos y nos consagramos a Dios por María y en María".

También en la oración a la Madre del Señor san Luis María expresa la dimensión trinitaria de su relación con Dios:

"Dios te salve, María,
Hija predilecta del Padre eterno;
Dios te salve, María,
Madre admirable del Hijo;
Dios te salve, María,
Esposa fidelísima del Espíritu Santo".

Esta expresión tradicional, que ya usó san Francisco de Asís, aunque contiene niveles heterogéneos de analogía, es sin duda eficaz para expresar de algún modo la peculiar participación de la Virgen en la vida de la santísima Trinidad.

7.1.20

San Luis María Grignion de Montfort explicado por San Juan Pablo II


Como san Juan de la Cruz, san Luis María insiste sobre todo en la pureza de la fe, y en su esencial y a menudo dolorosa oscuridad (ver El Secreto de María, 51-52). Es la fe contemplativa la que, renunciando a las cosas sensibles o extraordinarias, penetra en las misteriosas profundidades de Cristo. Así, en su oración, san Luis María se dirige a la Madre del Señor, diciendo:

"No te pido visiones ni revelaciones,
ni gustos ni contentos, incluso espirituales.
Para ti el ver claro y sin tinieblas;
... Para mí, en este mundo
sólo quiero gozarme en tu alegría:
creer a secas, sin ver ni gustar nada".


La cruz es el momento culminante de la fe de María, como escribí en la encíclica Madre del Redentor: "Por medio de esta fe María está unida perfectamente a Cristo en su despojamiento. Es esta tal vez la más profunda kénosis de la fe en la historia de la humanidad".

San Juan Pablo II

12.1.18

Oración de San Juan Pablo II a Santa María Inmaculada


¡Dios te salve, Santa María, Madre de Cristo y de la Iglesia! A tus cuidados confiamos las necesidades de todas las familias, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos, y el sereno atardecer de los ancianos.

Te encomendamos la fidelidad y abnegación de los obispos y sacerdotes, la esperanza de quienes se preparan para este ministerio, la solicitud y oración de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el Reino de Cristo.

Virgen Santa, aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad, ayuda a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe.

(Oración de San Juan Pablo II en España).

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