Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

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14.2.18

El martirio en el mundo de hoy


La palabra "martirio" evoca la persecución de los cristianos, desde el siglo primero hasta nuestros días. Los primeros cristianos llamaban "mártires" (testigos) a los cristianos que proclamaban la fe en Cristo, tanto de palabra ("confesores") como con el derramamiento de su sangre ("mártires"). Pero, poco a poco se fue introduciendo una distinción importante entre "mártires" y "confesores". Recibían el nombre de mártires aquellos cristianos que luchaban por la verdad o por la virtud hasta el derramamiento de su sangre.

Siempre ha habido mártires a lo largo de la historia. El propio Jesús se sitúa dentro de esta tradición martirial, y la Iglesia, en el seguimiento de Cristo, no solo tiene mártires, sino que es una Iglesia de mártires. Porque la Iglesia no solo debe una fidelidad de doctrina, sino, sobre todo, una fidelidad de vida con Jesús, que Sufrió la persecución y el martirio.

7.6.17

¿Es el escapulario de la Virgen del Carmen algo "físico"?


Desde muy antiguo siempre hubo una gran controversia sobre si la Virgen Carmelitana entregó a San Simón Stock un escapulario real o solo era una representación. Parece ser que el acto de entrega en la visión del monje era más bien una especie de muestra de vivir una vida santa.

Recordemos que el escapulario era una prenda de uso habitual del monje, pero no era una prenda que se ponían todo el tiempo, sino cuando iban a realizar alguna labor. Por ello, hacerle la entrega de un escapulario simbólico a San Simón era como indicarle que hicieran obras de caridad y devoción hacia ella, y a cambio la Madre del Señor los reconocería a su vez, para librarlos del purgatorio. No tendría ningún sentido de otro modo darles una prenda para salvar a los monjes, que éstos no usaban todo el tiempo. Así, la representatividad del escapulario era como una especie de indicación del "ora et labora", o sea: oración y obras buenas.

3.5.17

El cristianismo frente a otras religiones


El género humano ha estado vagando durante siglos de generaciones en las más diversas imaginerías religiosas. Antiguas religiones como el mitraísmo, hinduismo o budismo, prometían el paraíso aquí en la tierra, perfeccionar el ser para hacerlo gozar en este mundo. Eran -a su modo, pero prácticamente- lo que en nuestros tiempos prometía el fascismo, el comunismo, el anarquismo o, cómo no, el mismo capitalismo. No lo consiguieron.

El problema es que hay que cambiar el corazón humano, y una ideología que no cambie el corazón humano está abocada al fracaso. Pero eso no es tan sencillo: el corazón humano ha sido hecho por y para Dios, y solo en Dios puede reposar tranquilo.

29.4.17

El enigmático segundo papa


Poca y muy escasa información hay referente a San Lino, el segundo papa dentro de la línea sucesoria al Vaticano. Pero, sin embargo, y a pesar de esa falta de información, la importancia de este personaje es tal (de hecho, es santo por la Iglesia, San Lino) que se le otorga la función de segundo papa, tras San Pedro, el apóstol de Jesucristo.

Se suele decir que la Iglesia Romana, y los papas en particular, son herederos directos del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, y esto es bien cierto, y que la línea sucesoria se podría escribir directamente desde el papa actual hasta el primero, Pedro. Pero eso ya no es tan claro, no solo porque en épocas hubo dos papas (como hoy, lo cual sería bastante, digamos... difícil, porque Cristo no estableció dos papas, pero esto es secundario, después de todo), y porque algunos de ellos, en la Edad Media sobre todo, no fueron precisamente un ejemplo de virtudes cristianas, sino porque la línea sucesoria entre los primeros y convulsos años del cristianismo no es ni mucho menos fácil de seguir.

10.4.17

El panecillo de san Elías


Se lee en el libro primero de los Reyes: "Se levantó Elías y fue a Sarepta. A la entrada de la ciudad vio a una viuda que recogía leña. Elías la llamó y le dijo: 'Tráeme, por favor, un poco de agua en tu cántaro para beber'".

Ya se lo iba a buscar, cuando Elías la llamó de nuevo: 'Tráeme también un panecillo'. Ella le respondió: 'Por Yahvé, tu Dios, no tengo tan siquiera una torta; no me queda nada de pan; solo me queda un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la alcuza. Estoy recogiendo, corno ves, unos palos para hacer fuego, cocer lo último que comeremos y luego disponernos a morir'.