Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

26.1.23

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (133)



CAPÍTULO 29.
Se muestran los provechos que consigue el alma al apartar el gozo de los bienes morales.


1. Muy grandes son los provechos que se siguen al alma en no querer aplicar vanamente el gozo de la voluntad a este género de bienes morales.
Porque, cuanto a lo primero, se libra de caer en muchas tentaciones y engaños del demonio, los cuales están encubiertos en el gozo de las tales buenas obras, como lo podemos entender por aquello que se dice en Job (40, 16), es a saber: "Debajo de la sombra duerme, en lo secreto de la pluma y en los lugares húmedos". Lo cual dice por el demonio, porque en la humedad del gozo y en lo vano de la caña, esto es, de la obra vana, engaña al alma. Y engañarse por el demonio en este gozo escondidamente no es para sorprenderse porque, sin esperar a su sugestión, el mismo gozo vano lleva en sí el engaño, sobre todo cuando hay alguna jactancia de esas obras en el corazón, según lo dice bien Jeremías (49, 16): "Tu arrogancia te ha engañado". Porque ¿qué mayor engaño que la jactancia? Y de esto se libra el alma purgándose de este gozo.

2. El segundo provecho es que hace las obras más acorde a las mismas y más cabalmente. A lo cual, si hay pasión de gozo y gusto en ellas, no se da lugar porque, por medio de esta pasión del gozo, el actuar irascible y concupiscible andan tan sobrados que no dan lugar al paso de la razón, sino que ordinariamente anda variando en las obras y propósitos, dejando unas y tomando otras, comenzando y dejando sin acabar nada porque, como obra por el gusto, y este es variable, y en unas personas por su ser natural mucho más que en otras, acabándose este es acabado el obrar y el propósito, aunque sea una importante obra. En este tipo de personas el gozo de su obra es el alma y la fuerza de ellas, con lo cual apagado el gozo, muere y acaba la obra y no perseveran. Porque de estos son de quien dijo Cristo (Lc. 8, 12) que reciben la palabra con gozo y luego se la quita el demonio, porque no han perseverado. Y es porque no tenían más fuerza y raíces que el dicho gozo. Quitarles y apartarles, pues, la voluntad de este gozo y de su gusto es causa de perseverancia y de acertar. Y así, es grande este provecho, como también es grande el daño contrario. El sabio pone sus ojos en la sustancia y provecho de la obra, no en el sabor y placer que de ella pueda obtener y así no echa lances al aire, y saca de la obra gozo estable sin tributo del sinsabor.

3. El tercero es un divino provecho, y es que apagando el gozo vano en estas obras, se hace pobre de espíritu, que es una de las bienaventuranzas que dice el Hijo de Dios (Mt. 5, 3): "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos".

4. El cuarto provecho es que el que negare este gozo será en el obrar manso, humilde y prudente, porque no obrará impetuosa y aceleradamente, empujado por la concupiscible e irascible búsqueda del gozo, ni obrará de forma presuntuosa, afectado por la estimación que tiene de su obra, mediante el gozo de ella, ni tampoco incautamente cegado por ese vano gozo.

5. El quinto provecho es que se hace agradable a Dios y a los hombres y se libra de la avaricia, y gula y acedia espiritual, y de la envidia espiritual, así como de otros mil vicios.







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