Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

30.11.22

"Subida al Monte Carmelo", de San Juan de la Cruz, actualizada (77)



10. Puede el demonio conocer esto, no sólo por su misma naturaleza, sino también de la experiencia que tiene de haber visto a Dios hacer cosas semejantes, y decirlo antes y acertar. También el santo Tobías conoció por la causa el castigo de la ciudad de Nínive, y así amonestó a su hijo diciendo (14, 12­13): "Mira, hijo, en la hora que yo y tu madre muriésemos, sal de esta tierra, porque ya no permanecerá". "Video enim quod iniquitas eius finem dabit", ("yo veo claro que su misma maldad ha de ser causa de su castigo, el cual será que se acabe y sea destruída"). Todo lo cual también el demonio y Tobías podían saber, no sólo en vista de la maldad de la ciudad, sino por experiencia, viendo que tenían los pecados por los que Dios destruyó el mundo en el diluvio, y los pecados de los sodomitas, que también perecieron por fuego; aunque Tobías también lo conoció por espíritu divino.

11. Y puede conocer el demonio que una persona naturalmente no puede vivir más de tantos años y decirlo antes. Y así otras muchas cosas y de muchas maneras que no se pueden abarcar de decir, ni aún esbozar muchas de ellas, por ser intrincadísimas y sutilísimo este ser en ingerir mentiras. Del cual no se pueden los espirituales librar si no es huyendo de todas revelaciones y visiones y locuciones sobrenaturales.
Por lo tanto justamente se enoja Dios con quien las admite, porque ve es temeridad de esa persona meterse en tanto peligro, y presunción y curiosidad, y fuente de soberbia y raíz y fundamento de vanagloria, así como desprecio de las cosas de Dios y principio de muchos males en que vinieron a acabar muchos. Algunas de esas personas tanto vinieron a enojar a Dios que de propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el espíritu, y dejar las vías ordenadas de la vida, dando lugar a sus vanidades y fantasías, según lo dice Isaías (19, 14): "El Señor mezcló en medio, espíritu de revuelta y confusión", que en pocas palabras quiere decir espíritu de entender al revés. Lo cual está diciendo Isaías claramente a nuestro propósito, porque lo dice por aquellos que andaban a saber las cosas que habían de suceder por vía sobrenatural. Y por eso dice que les mezcló Dios en medio de ellos espíritu de entender al revés. No porque Dios les quisiese ni les diese efectivamente el espíritu de errar, sino porque ellos se quisieron meter en lo que naturalmente no podían alcanzar. Enojado de esto, los dejó desatinar, no dándoles luz en lo que Dios no quería que se entremetiesen. Y así, dice que les mezcló aquel espíritu Dios privativamente, es decir, dejándoles confundirse a su propio antojo. Y por tanto de esta manera es Dios causa de aquel daño, es a saber, causa privativa, que consiste en quitar Él su luz y favor, y retirándoselo de tal modo que necesariamente ellos vengan a errar.

12. Y de esta manera da Dios licencia al demonio para que ciegue y engañe a muchos, mereciendolo sus pecados y atrevimientos. Y puede y se sale con ello el demonio, creyendole ellos y teniendole por buen espíritu. Tanto que, aunque sean algunos muy persuadidos de que no es por ese buen espíritu, aún así ellos se empeñan y no hay forma de intentar desengañarles, por cuanto tienen ya por permisión de Dios ingerido el espíritu de entender al revés. Esto mismo leemos (1 Re. 22, 22) haber acontecido a los profetas del rey Acab, dejándoles Dios engañar con el espíritu de mentira, dando licencia al demonio para ello, diciendo: "Prevalecerás con tu mentira y estarán engañados; sal y hazlo así". Y pudo tanto con los profetas y con el rey para engañarlos, que no quisieron creer al profeta Miqueas, que les profetizó la verdad muy al contrario de lo que los otros habían profetizado. Y esto fue porque les dejó Dios cegarse, por estar ellos con afecto de propiedad en lo que querían que les sucediese y respondiese Dios según sus apetitos y deseos, lo cual era una razón y disposición certísima para dejarlos Dios en el propósito de cegarse ellos mismos y de engañarse.

13. Porque así lo profetizó Ezequiel (14, 7­9) en nombre de Dios, el cual, hablando contra el que se pone a querer saber por vía de Dios con morbo, según la variedad de su espíritu, dice: "Cuando el tal hombre viniere al profeta para preguntarme a mí por él, yo, el Señor, le respondere por mí mismo, y pondré mi rostro enojado sobre aquel hombre; y el profeta cuando hubiere errado en lo que fue preguntado, Yo, el Señor, pondré engaño en aquel profeta". Lo cual se ha de entender que es no concurriendo con su favor para que deje de ser engañado, porque eso quiere decir cuando dice: "Yo, el Señor, le responderé por mí mismo, enojado", lo cual es apartar Él su gracia y favor de aquel hombre. De donde necesariamente se sigue el ser engañado por causa del desamparo de Dios. Y entonces acude el demonio a responder según el gusto y apetito de aquel hombre, el cual, como gusta de ello, y las respuestas y comunicaciones son de su voluntad, mucho y fácilmente se deja engañar.

14. Parece que nos hemos salido algo del propósito que prometimos en el título del capítulo, que era probar cómo, aunque Dios responde, se queja algunas veces. Pero, bien mirado, todo lo dicho abunda en probar nuestro intento de dar explicaciones sobre la materia, pues en todo se ve el no gustar Dios de que se quieran y se busquen las tales visiones, pues da lugar a que de muchas maneras sean engañados los individuos en ellas.







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