Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

6.2.20

El padre Hermann Cohen, carmelita, fundador de la Adoración Nocturna, escribe sobre el Santísimo Sacramento (yII)


¡Oh, Jesús! ¡Oh, Eucaristía, que en el desierto de esta vida me apareciste un día, que me revelaste la luz, la belleza y grandeza que posees! Cambiaste enteramente mi ser, supiste vencer en un instante a todos mis enemigos. Luego, atrayéndome con irresistible encanto, has despertado en mi alma un hambre devoradora por el Pan de vida y en mi corazón has encendido una sed abrasadora por tu Sangre divina.

Y ahora que te poseo y que me has herido en el corazón, ¡ah!, deja que les diga lo que para mi alma eres.




¡Jesucristo, hoy, es la sagrada Eucaristía! Jesus Christus hodie (+Heb 13,8). ¿Es posible pronunciar esta palabra sin sentir en los labios una dulzura como de miel? ¿Como un fuego ardiente en las venas? ¡La sagrada Eucaristía! El habla enmudece, y sólo el corazón posee el lenguaje secreto para expresarlo.

¡Jesucristo en el día de hoy!

Hoy me siento débil. Necesito una fuerza que venga de arriba para sostenerme, y Jesús bajado del cielo se hace Eucaristía, es el pan de los fuertes.

¡Hoy me hallo pobre! Necesito un cobertizo para guarecerme, y Jesús se hace casa. Es la casa de Dios, es el pórtico del cielo, ¡es la Eucaristía!

Hoy tengo hambre y sed. Necesito alimento para saciar el espíritu y el corazón, y bebida para apagar el ardor de mi sed, y Jesús se hace trigo candeal, se hace vino de la Eucaristía: Frumentum electorum et vinum germinans virgines ("trigo que alimenta a los jóvenes y vino que anima a las vírgenes", Zac 9,17).

Hoy me siento enfermo. Necesito una medicina benéfica para curarme las llagas del alma, y Jesús se extiende como ungüento precioso sobre mi alma al entregárseme en la Eucaristía: impinguasti in oleo caput meum; oleum effusum..., oleo lætitiæ unxi eum..., fundens oleum desuper (Sal 22,5; 44,8; 88,21).

Hoy necesito ofrecer a Dios un holocausto que le sea agradable, y Jesús se hace víctima, se hace Eucaristía.

Hoy, en fin, me hallo perseguido, y Jesús se hace coraza para defenderme: scutum meum et cornu salutis meae ("mi escudo y la fuerza de mi salvación" 2Re 22,3 Vulgata). Me hace serle temible al demonio.

Hoy estoy extraviado, se me hace estrella; estoy desanimado, me alienta; estoy triste, me alegra; estoy solo, viene a morar conmigo hasta la consumación de los siglos; estoy en la ignorancia, me instruye y me ilumina; tengo frío, me calienta con un fuego penetrante.

Pero, más que todo lo dicho, necesito amor, y ningún amor de la tierra había podido contentar mi corazón, y es entonces sobre todo cuando se hace Eucaristía, y me ama, y su amor me satisface, me sacia, me llena por entero, me absorbe y me sumerge en un océano de caridad y de embriaguez.

Sí, ¡amo a Jesús, amo a la Eucaristía! ¡Oídlo, ecos; repetidlo a coro, montañas y valles! Decidlo otra vez conmigo: ¡Amo a la Eucaristía! Jesús hoy es Jesús conmigo.

padre Hermann Cohen, carmelita, fundador de la Adoración Nocturna.