Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

11.11.18

Introducción al estudio de las virtudes. Advertencias y nociones preliminares


Notas de la presente edición:
El texto de "Las virtudes y los vicios" de la venerable Concepción Cabrera de Armida, es un libro bastante difícil de encontrar y, además, ciertamente desconocido. Desde el Oratorio Carmelitano hemos decidido revisar completamente los textos disponibles para, como solemos hacer, volver a repasar íntegramente el manuscrito, y mejorar o actualizar en lo posible contenido que haya quedado desprovisto de significado o cuya terminología no sea ya usada, algo muy importante al tratarse, en este caso, de un manuscrito tan antiguo.

Este libro que tienes ante ti es fruto, por tanto, de una labor continuada de muchos meses, en donde se ha tratado de conseguir una actualización de la obra de Cabrera de Armida a nuestros días. No obstante, hemos seguido fielmente el original, y esta edición, aunque "modernizada", sigue estrictamente los libros o tratados anteriores. Con ello queremos que el lector disfrute de una lectura más cómoda y, a la vez, logre profundizar con más soltura y conocimiento en las explicaciones de la Venerable.

Confiamos en haberlo conseguido. Os rogamos un Avemaría por nuestra labor.

Oratorio Carmelitano, mes de ánimas del año 2018






Nota del editor en la edición original:
Los textos contenidos en el presente "Tratado de las virtudes y de los vicios", fueron extraídos de escritos inéditos de la Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida, arreglados en orden sistemático y mandados a imprimir por el padre Félix de Jesús Rougier, el año 1921, en edición privada.

Este libro es una reedición de aquella, con levísimas correcciones que dejan intacto el texto tal como lo entregaron las manos y el corazón de ambos siervos de Dios.

México D. F., enero de 1976.


Advertencias preliminares
1-. Este libro fue escrito por la Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida, la mayor parte durante el año 1900, durante los seis meses que pasó a la cabecera de la cama de su hija, gravemente enferma, con todas las interrupciones que esto supone. Solo pocos trozos son de años anteriores. El orden sistemático se debe totalmente al siervo de Dios Félix de Jesús Rougier, quien lo extractó de los escritos inéditos de la sierva de Dios.

2-. La forma de redacción es como un dictado de Nuestro Señor Jesucristo, para lo cual hay que tener en cuenta los diversos modos de comunicación del Señor a su sierva. No es ciertamente como el dictado de un maestro a sus alumnos, o de un abogado a su secretaria. (Cr. Ignacio Navarro, "Itinerario espiritual", apéndice 1, p 111 y ss.).

3-. Si en los autores de los libros bíblicos que escriben bajo la inspiración del Espíritu Santo, queda la huella de la personalidad de cada uno, su temperamento, su ambiente, su cultura, su época y demás influencias a las que estuvo sujeto, con mayor razón en cualquier otro tipo de escritos, aun cuando sean de origen divino, deja muy palpablemente su huella el instrumento humano.

4-. El lenguaje de la sierva de Dios no es un lenguaje técnico de teólogo, sino el lenguaje natural, no siempre muy preciso, que usamos en nuestra conversación ordinaria. Por ejemplo, cuando dice: "puede convertirse en vicio y hasta pecado", un teólogo lo diría de otra manera.

5-. Conchita escribe con suma sencillez, no como una maestra que enseña sino como una madre que escribe a sus hijos, y así hay que leerla. En realidad todas estas páginas tenían como destinatarias inmediatas a sus hijas del Oasis, y a los futuros Sacerdotes de la Cruz.

6-. El objetivo de estas páginas es ayudar a progresar en la vida espiritual a las almas deseosas de tender seriamente a la perfección, descubriendo las insidias, disfraces y tácticas del enemigo para engañarlas, y al mismo tiempo mostrándoles los remedios más a propósito para combatir los vicios, pecados y defectos, y los medios más eficaces para adelantar en las virtudes.

A primera vista este conjunto de esquemas parece complicado por el sinnúmero de detalles a los que desciende. Pero la última familia de virtudes perfectas (la duodécima) nos permite ver la unidad y sencillez de la vida espiritual, centrada en la caridad y en las virtudes teologales, y cómo todo el resto está encaminado a quitar obstáculos en el camino del amor, o a proporcionar medios que a la luz de la fe en la cruz de Cristo adquieren una divina eficacia.

No es de extrañar por lo tanto el lenguaje a veces muy severo con el que se condenan algunos vicios, pecados o imperfecciones, pues en realidad son muy serios obstáculos para progresar en el camino del espíritu. Sería un error muy serio que daría lugar a escrúpulos o desaliento, o falta de aprecio a la doctrina aquí contenida, si se tomaran estos avisos de perfección en un nivel simplemente jurídico o moralista de lícito o ilícito, cuando se trata de la gran delicadeza necesaria para elevarse hacia la santidad, camino en el que se hila muy delgado.


Prólogo

A los Novicios Misioneros del Espíritu Santo.

"Aprended dónde está la virtud". (Baruch, 3, 14).


Hijos míos, muy amados en Jesús:
En la primera parte de la segunda división de la Summa, (Cuestión 55) Santo Tomás nos presenta un doble tratado de las Virtudes y de los Vicios, considerados de una manera general.

El Santo Doctor trata de la esencia de las virtudes, de sus divisiones, de sus causas, de su conexión, de su igualdad, (Cuestión 55 a 60). Después estudia los vicios (Cuestión 61 a 89) en su naturaleza, los distingue, los compara y se extiende más sobre sus causas.

Sigue el estudio importantísimo de las virtudes en particular, hasta la Cuestión 122 y el Santo Doctor trata, con su profunda ciencia y su genio incomparable, lo más arduo, teológicamente, de la Ciencia de las Virtudes.

El Tratado de Vicios y Virtudes que vais a estudiar durante vuestro noviciado es de muy distinta índole. Va todo, directamente, esencialmente, a la práctica, y toda esta enseñanza tan preciosa está enteramente impregnada del espíritu de la Cruz, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta que este trabajo se extractó, palabra por palabra, de nuestros manuscritos (n. m.) los que llamo en las conferencias: "los manuscritos de la fundación".

Las Virtudes y los Vicios vienen sin orden en los "papeles". Los sacamos con suma paciencia, amor e interés, juzgando que serían de suma utilidad para los novicios de las dos Congregaciones.

Viendo la semejanza de muchas virtudes, las dividimos en familias y resultaron doce sin habernos propuesto de antemano este número. Luego pensamos en estas palabras del Apocalipsis:

"Su asedio de la ciudad, y en ambas riberas florecía el árbol de la vida, brindando sus doce frutos, correspondientes los doce meses del año". (Apoc. 22, 2).

Después de este primer trabajo sobre las virtudes, nos fijamos en que los vicios opuestos a las virtudes, podían también formar doce familias de vicios, opuestas a las doce familias de virtudes.

Y así se arregló el tratado que os ofrezco ahora y que os será explicado detenidamente y de un modo práctico durante vuestro noviciado.

Se facilitará, pues, durante el noviciado, el estudio en cada mes, de una de las doce familias de virtudes y de los vicios contrarios.

En cuanto al orden que hemos escogido para cultivar las diferentes virtudes, pensamos que se debe empezar por las "Virtudes Generales". (San Francisco de Sales, Introducción a la Vida Devota, 3' parte, Cap. I.) es decir, las que son de uso más frecuente, y cuya influencia tiene más acción sobre el conjunto de conducta. Parece, en efecto, de toda evidencia, que se ha de comenzar por las virtudes que ocupan un puesto más preponderante en la vida.

De hecho son las más prácticas y por lo mismo las más importantes y las que debemos anhelar.

Nos ha parecido natural, pues, y lógico, empezar por las virtudes del Sacrificio que, más que otras, son del "querido color".

Habéis venido aquí a quitar vicios y a plantar virtudes.

Para que os aprovechéis mejor de este estudio, creo necesario recordar brevemente algunos datos teológicos sobre virtudes y vicios. Procuraré ser claro. Veamos, en primer lugar:

1- ¿Qué es Virtud?
2- ¿Qué se entiende por acto de virtud?
3- ¿Cómo se cultivan las virtudes?

Estudiemos ahora brevemente las cuestiones arriba indicadas, y en primer lugar: ¿qué es virtud?

En los libros de moralistas, y de los autores espirituales, virtus significa:

- Sea la práctica del bien en general: así se dice que un hombre practica la virtud cuando hace el bien bajo todas las formas.

- Sea la práctica de una de las formas particulares del bien, y en este sentido, enteramente objetivo, se distinguen varias virtudes distintas: fe, esperanza, caridad, y otras.

- Sea por fin, en un sentido todo subjetivo una u otra de las virtudes o de las fuerzas personales con las cuales podemos hacer el bien.

Esta última significación de la palabra virtud, corresponde a su etimología. Virtud viene de la palabra latina "virtus" que significa fuerza.

De hecho toda virtud es una fuerza.

Pero no toda fuerza se puede llamar virtud.

El uso ha reservado esta palabra a las fuerzas espirituales y permanentes que hacen al hombre capaz de ejecutar el bien.

Digo "fuerzas espirituales" porque la virtud hace fuertes, no a los cuerpos, sino a las almas. La virtud es una fuerza moral.

Digo "fuerzas permanentes" porque esas fuerzas no se agotan en ninguno de los actos que producen: sobreviven a todos, y se quedan con la capacidad de producir otros nuevos. Es lo que se llama en el sentido filosófico, un hábito. (Ami du Clergé 1920, p. 33).

Digo por fin: fuerzas que hacen al hombre capaz de ejecutar el bien: tal es, en efecto, el objeto de la virtud... La virtud es lo contrario al vicio.

Son dos hábitos contrarios, opuesto uno a otro, enemigos uno de otro.

"De todas las divisiones que pueden afectar al hábito, dice el P. Thomás Pegues, O. P. en su último luminoso Comentario de la Suma de Santo Tomás ( Tomo VII, pág. 2), la más esencial es la que los distingue en hábitos buenos y hábitos malos".

Es que, en efecto, es la esencia del hábito ser una disposición relacionada a lo que conviene o no conviene a tal naturaleza; y toda disposición a lo que conviene, es buena, como toda disposición a lo que no conviene es mala.

De ahí se sigue que debiendo estudiar los hábitos según sus dos especies, buenos y malos, el tratado contenido en nuestros manuscritos debía naturalmente comprender dos grandes divisiones.

- Los hábitos buenos que llevan el nombre de virtudes;
- Los hábitos malos, que llevan el nombre de vicios.

Santo Tomás trata primero de las virtudes, y luego de los vicios.

El presente tratado pone como frente a frente las virtudes y los vicios, resultando así más de relieve la oposición entre ellos.

El Espíritu Santo nos recomienda que "aprendamos donde está la virtud". Aprender donde está la virtud es comprender en qué consiste, de dónde viene, ver cómo se pone en obra, y qué ventajas nos ofrece.

Hay das clases de Virtudes:

1-. Las Virtudes naturales, y
2-. Las Virtudes sobrenaturales.

Las Virtudes naturales son virtudes puramente humanas. El hombre las recibe a veces al nacer, o, con más frecuencia, las adquiere por sus propios esfuerzos. Por este motivo los teólogos las designan con el nombre de virtudes adquiridas. La razón les sirve de norma.

Las virtudes sobrenaturales pertenecen al orden de la gracia. Nadie las trae al nacer, nadie tampoco las adquiere por su trabajo, Dios las da hechas; de ahí su nombre de virtudes infusas: "La virtud, dice San Agustín, es una obra de Dios en nosotros. Virtus est bona qualitas quam Deus in nobis operatur". (Lib. II. De lib. arbitrio).

La gracia santificante nos une a Dios, nos asocia a su vida, lo hace vivir en nosotros: "Si alguno me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él y viviremos en él".

Toda vida posee un organismo, es decir, un conjunto de órganos o de facultades, por las cuales puede manifestarse fuera de sí misma y producir actos.

Las virtudes sobrenaturales son los órganos o las facultades activas propias de esta vida divina y humana que debemos a la gracia.

Ellas constituyen el modo, la forma, bajo la cual las fuerzas de Dios, diré, nos son comunicadas.

Las obras en las cuales empleamos esas virtudes sobrenaturales son como la indicación de la vida de Dios en nosotros.

Son actos divinos al par que actos humanos, y como tales, poseen un valor tan grande que Dios sólo puede ser su recompensa.

Se comprende mejor, por estas consideraciones, cómo las virtudes sobrenaturales, en razón de su carácter, de su origen, de su poder, se elevan muy por encima de las virtudes naturales.

La serie de las virtudes naturales, y la serie de las virtudes sobrenaturales corresponden una con otra.

En otros términos, toda virtud sobrenatural responde a una virtud natural, a la cual se presupone y que completa o transforma.

Representa una energía divina que viene a trabajar de concierto con una energía humana.

Esas dos virtudes que se corresponden llevan un mismo nombre.

Existen así dos humildades, dos prudencias, dos templanzas: la de arriba y la de abajo, y así de las otras virtudes.

Resulta de allí que se puede practicar y que se practica con frecuencia dos virtudes correspondientes.

La gracia santificante es un principio de vida.

Las virtudes sobrenaturales sirven de organismo a ese principio de vida.

Están, pues íntimamente unidas a la gracia santificante y no se pueden separar de ella.

Se reciben esas virtudes cuando se recibe la gracia santificante. Se conservan mientras se conserva la gracia. Se pierden si se pierde la gracia santificante, es decir, si el alma comete un pecado mortal.

Las virtudes de fe y de esperanza son las únicas que pueden permanecer en el alma muerta a la vida de la gracia. Y aún las perderán también si cae en la incredulidad y en la desesperación.

Dios puede devolver a los pecadores las virtudes que han perdido, y se las devuelve, en efecto, con la gracia santificante, cuando reciben su perdón.

Es de notar que las virtudes naturales no mueren por el pecado, como las virtudes sobrenaturales.

Evidentemente, todo acto malo las disminuye, como todo acto bueno las refuerza. Sin embargo, el pecado no las destruye.
Las virtudes sobrenaturales, crecen al crecer la unión con Dios.

Todo lo que puede estrechar esa unión (oración, comuniones, etc.) provoca como consecuencia el aumento de las virtudes.

El medio práctico más eficaz de crecer en las virtudes consiste sin embargo en el ejercicio enérgico y habitual de las que se quieren adquirir en toda su perfección.

Mientras más practicamos esas virtudes, más actividad desplegamos en ellas y más las robustecemos.

Son muy distintas las fuerzas naturales y las fuerzas sobrenaturales.

Las primeras se agotan si abusamos de ellas; las segundas se fortalecen con el trabajo. Las virtudes naturales son accesibles al cansancio, las virtudes sobrenaturales no se cansan.

Veamos ahora puestas en acto las virtudes sobrenaturales, y después de haber dado una idea sumaria de lo que es la virtud, digamos en pocas palabras lo que es el acto de virtud.

Se llama acto de virtud el que pone la virtud en práctica.

La iniciativa de un acto de virtud natural pertenece a la razón.

La razón concibe los motivos del acto, las propone al espíritu, y así despierta las exigencias de la conciencia, y determina las resoluciones de la voluntad.

Esos motivos son siempre naturales, y por lo mismo, el hombre, los puede descubrir por sus propias luces.

La iniciativa del acto de virtud, cuando se trata de virtudes sobrenaturales, viene de Dios y no de nosotros.

Dios nos da la idea del acto de virtud por sus inspiraciones, y toma parte en la realización del acto, por lo que llamamos la gracia actual.

Esas inspiraciones y ese concurso de origen divino, proponen siempre un fin de orden sobrenatural al acto de virtud.

Las ocasiones de hacer actos de virtud no faltan nunca, y se renuevan constantemente por medio de los deberes de estado, de los quehaceres de cada día, de las penas de la vida, de las relaciones con el prójimo, de las tentaciones, y sobre toda por la acción del Espíritu Santo en el alma.

Esa multiplicidad de actos de virtudes que se ofrecen, debe llenarnos de alegría, porque de los actos de virtud nace el mérito, que se define como El derecho a una recompensa.

El trabajo del obrero, merece su salario. Los éxitos del estudiante merecen laureles. Así todo acto de una virtud sobrenatural merece una recompensa.

Ese "derecho" resulta de las promesas de Dios y también de la excelencia de ese acto en sí mismo.

Ese acto es un acto de orden divino y por consiguiente de valor divino.

El mérito de un acto de virtud puede ser más o menos grande.

Las circunstancias en las cuales se ejecutan pueden aumentar su valor. Entre las circunstancias que avaloran el mérito señalaré:

- Las dificultades que se tuvieron que vencer.
- El grado de gracia más elevado que posee la persona que practica el acto de virtud.
- Los ardores de su amor hacia Dios.
- La excelencia de sus intenciones.

Si alguien me preguntara lo que tiene uno que hacer para que un acto de virtud sea sobrenatural y dé lugar al mérito, le contestaré que "la aplicación", digamos, la puesta en obra de las virtudes sobrenaturales se efectúa por la intención. El que posee las virtudes sobrenaturales y quiere usar de ellas, usa de ellas por el mismo hecho.

Es explícita cuando se propone uno, en términos formales, practicar tal o cual virtud sobrenatural.

Es implícita, cuando, sin formar esa intención en términos expresos se cumplen con advertencia estos actos sobrenaturales, como actos religiosos; o cuando menos se ofrecen a Dios actos de orden profano como el trabajo, los sufrimientos, etc.

Con esto bastará para daros a entender cuánto importa adquirir muchos méritos por la práctica de las virtudes sobrenaturales.

El mérito es la moneda con la cual se compran los favores y las recompensas divinas.

El mérito fecunda la existencia y la hace producir frutos.

El mérito nos da crédito ante Dios.

Él nos confirma el derecho a sus gracias y a la gloria del cielo.

Sin mérito se puede decir que no hay salvación.

Basta, pues, queridos hijos, con haberos explicado, según el consejo de la Sagrada Escritura "dónde está la virtud" y las ventajas que procura el acto de virtud para inspiraros el más vivo deseo de estudiar las Virtudes con el fin de adquirirlas más fácilmente.

Cuando sabe uno dónde está la virtud, dice el Espíritu Santo, sabe por lo mismo "dónde está la paz del corazón, la luz de los ojos y la garantía de la vida eterna". (Bar. 3,14).

Para más claridad, para ayudar la memoria para repasar más fácilmente y darse cuenta del conjunto de cada familia, he formado un cuadro sinóptico de cada familia que encabeza el texto.

Fíjense mucho en las notas que acompañan el primer cuadro (Virtudes de Sacrificio) y que son necesarias para su comprensión y la de los otros cuadros que se publicarán después.

De los vicios tengo poco que deciros aquí. Explicándolos en las conferencias tendré ocasión de hablar largo de cada uno.

En el estudio de los vicios, más tal vez que en el de las virtudes, tendréis ocasión de conoceros bien a fondo.

Hay en cada párrafo una psicología profunda, un conocimiento completo del pobre corazón humano, de sus miserias, de sus debilidades y de su malicia incomparable.

Del estudio de los vicios resultará para nosotros, mis amados hijos, un horror extremo para todo lo malo, una gran desconfianza de las propias fuerzas y una sagacidad más avisada para descubrir y ponerse en guardia contra las tentaciones del demonio.

Del estudio de las virtudes, tan hermosas, tan celestiales, reflejos vivísimos de Jesús en su humanidad santísima, sacaréis las más enérgicas resoluciones de adquirir esos hábitos buenos tan preciosos. Practicando las virtudes sólidas: obediencia, caridad, humildad, sacrificio, etc., encontraréis el verdadero camino de la perfección y de la santidad.

No perdáis de vista, amados hijos, la adquisición de esa preciosa "atención amorosa a Dios" de la cual os he hablado mil veces, y que es la misma vida contemplativa". Ella os ayudará a practicar las más encumbradas virtudes, haciéndoos vivir en unión con Jesús y Santa María dentro de la Voluntad santísima del Padre y bajo las divinas mociones del Espíritu Santo, amadísimo de vuestras almas.

En el estudio paralelo de las virtudes y de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, a la cual os dedicáis cada día, durante dos años, veréis cómo en nuestro amadísimo modelo, se han encontrado esas virtudes en su grado más perfecto.

Así por medio de ese estudio, uniréis en vuestro corazón la teoría y la práctica, la enseñanza técnica y el ejemplo más perfecto, y llegaréis a conseguir el "color querido" del perfecta Misionero del Espíritu Santo.

Sabe, cada uno, que debe, por tantos motivos que se le han explicado verbalmente, entrar en la intimidad de Jesús, para que ese Divino Rey viva y reine y derroche sus gracias en el corazón de sus hijos de predilección.

Vuestro padre, que de veras los quiere santos, y que suplica a Jesús, por el Corazón dolorosísimo de Santa María, que los haga tales corno Él los quiere.

Noviciado del Espirito Santo, y del Corazón de María.

Tlálpam, viernes 18 de marzo de 1921. Fiesta de los Dolores de la Santísima Virgen

Félix de Jesús Rougier, Pbro. Maestro de novicios.


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