Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.7.18

El combate espiritual: cercados por todas partes, pero no vencidos


- Cómo en este combate espiritual debemos perseverar hasta la muerte. -

Entre las cosas que son necesarias en este combate, la más principal es la perseverancia, que es la virtud con que debemos aplicarnos sin interrupción ni descanso a mortificar nuestras pasiones, que nunca llegan a morir mientras vivimos, antes bien, brotan y crecen siempre en nuestro corazón, como en campo fértil de malas hierbas.

Es locura el pensar que podemos dejar de combatir mientras vivimos; porque esta guerra no se acaba sino con la vida, y cualquiera que rehusare la pelea, perderá infaliblemente la libertad o la vida. Tenemos que luchar con enemigos irreconciliables, de los cuales no podemos esperar jamás paz ni tregua, porque es implacable y continuo el odio que nos tienen, y nunca es mayor el peligro de nuestra ruina que cuando nos fiamos de su amistad.




Pero si bien son muchos y formidables los enemigos que de todas partes nos cercan, no obstante, hija mía, no te espantes ni de su número, ni de sus fuerzas: porque en esta batalla solamente puede quedar vencido quien quiere serlo; y toda la fuerza y poder de nuestros enemigos está en las manos del Capitán, por cuyo honor y gloria hemos de combatir, el cual no solamente no permitirá que te ofendan ni que seas tentada sobre tus fuerzas (I Cor. X, 13), más tomará las armas en tu favor y defensa y, siendo más poderoso que tus contrarios, te dará infaliblemente la victoria si combatiendo tú en su compañía vigorosamente, no pones la confianza en tus propias fuerzas, sino en su poder y bondad.

Mas si el Señor tardare en socorrerte, y te dejare en el peligro, no por eso pierdas el ánimo ni la confianza; cree firmemente que su divina Majestad dispondrá las cosas de suerte que todo lo que parece que impide la victoria se convierta en beneficio y ventaja tuya.

Sigue, pues, hija mía, constante y generosamente a este celestial y divino Capitán que por ti sufrió la muerte, y muriendo venció al mundo. Combate animosamente debajo de sus insignias, no dejes las armas hasta tanto hayas destruido a todos tus enemigos; porque si dejares vivo uno solo, si te descuidares de corregir una sola de tus pasiones o vicios, esta pasión o vicio será como una paja en el ojo, o como una flecha en el corazón, que inhabilita para la pelea y retardará tu triunfo.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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