Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

12.10.17

El secreto para enfrentarse a la vida hasta llegar a la Vida


Dice nuestra madre Santa Teresa de Jesús en el capítulo 13 de su vida que el único medio para aprovechar y avanzar en el amor de Dios es hacer cuenta como si no existiera en la tierra nada fuera de Dios, y nuestra alma, y esta consideración fue el fundamento de su santidad y amor. Así, para sobrellevar a todo lo que nos enfrentemos, bien el religioso en su monasterio o convento, o el seglar entre el pueblo, debe hacer como si solo Dios y él viviesen en el mundo, al menos en lo que no nos toca a nosotros, sin mezclarse así con habladurías, entretenimientos y mediocridades que nos suponen un atraso para avanzar y nos ensucian la visión del alma hacia Dios.

Mirémonos, pues, a nosotros mismos, llorémonos a nosotros mismos, y apartemos los ojos de censurar a los demás. Porque la gente del mundo está constantemente mirando hacia los otros, y no a sí misma, y así murmuran unos de otros cuando deberíamos estar conociendo y profundizando en nuestra flaqueza y fragilidad, y enmendándonos útilmente a nosotros mismos.




Fíjate, pues, querido amigo, que este es un buen consejo de la santa, y que no pide mucho, pues lo que dice y aconseja es que no desees más que a Dios, ni busques más que su gloria, ni estudies más que en su servicio, y con obras de amor solicitando la salvación de tu alma, considerando solo el agradar a Dios, pues de este logro y esfuerzo pende toda la dicha.

¡Oh, si esta verdad se asentara en nuestros corazones! ¡Qué desengañados y aprovechados andaríamos! Estimaríamos los bienes de la tierra sólo en su justa medida, por lo que son, y amaríamos ante todo solo los celestiales. ¡Oh Señor, y Dios de mi corazón, abridme el camino que está tan cerrado por mi flojedad y mi ceguedad, para caminar según el consejo de esta santa, y de tantos varones y mujeres ilustres que dejaron la vida regalada, y abrazaron la penitente y mortificada vida de la virtud!

Dadme, Señor, el aliento que me falta, para que siga vuestra luz, como siguieron tantos santos, los cuales ante la visión de lo eterno, les parecía poco dejar lo temporal y cargarse de rigores, y vivir apartados de las criaturas, sino que aún sacrificaron sus vidas, ofreciéndolas por vuestro amor para alcanzar la vida verdadera.

Señor y Dios mío, conozco lo desagradecido que soy ante los singulares beneficios que de vuestra liberalísima mano y gracias recibo abundantemente: dadme, pues, Señor, vuestra ayuda, para que tengan algún principio y se materialicen los deseos que tengo de serte agradecido, y puesto a tus pies te pido perdón de tantas acciones impropias a vuestra misericordia, y a mis obligaciones. Tratadme como Vos deseéis y como Vos convengáis, siempre y cuando se realice vuestra santísima voluntad. Amén.

| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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